Patio neomudéjar de la Casa do Alentejo en Lisboa. Comedor y expositor de libros.
Moisés Cayetano RosadoLisboa no tiene rival a la hora de extasiarnos en las magníficas muestras de azulejería, que constituyen una modalidad artística en que nadie supera a Portugal.Plazas, jardines, palacios, caserones, iglesias, conventos, rincones y fachadas, son receptores de un despliegue excepcional de arte, creatividad, sensibilidad y buen gusto, que en las muestras de los siglos XVII y XX tienen para mí los máximos exponentes.Confieso, en este sentido mi debilidad por el neomudéjar Palacio de Alverca, donde tiene su sede la Casa do Alentejo (en la Rua Portas de Santo António, de la Baixa Lisboeta), cuya azulejería costumbristas del pasado siglo cubre las inmensas paredes del comedor, de los salones, salas, salitas, rincones y pasillos.Sin embargo, hay dos hitos esenciales que, imperdonablemente, no he visto en directo todavía, y me urge visitar:¡Aún quedaría tiempo para deambular a lo largo de esa columna vertebral lisboeta que es la Baixa-Avenida da Liberdade y esas dos hermosas y variadas “alas de mariposa” que son ambos lados del eje, con su Chiado y Bairro Alto a un lado, y Alfama y Mouraria al otro! O contemplar al fondo el estuario do Tejo, bajando la monumental, magnífica Praça do Comercio.