Azulejos y Placas de las calles de Toledo

Por Pablet
La simbiosis multicultural de esta ciudad, quedo reflejada en la diversidad de su vieja trama urbana, conservando desde entonces las raíces que representan la memoria a través de generaciones.
Con el único fin de despertar la sensibilidad que convendría tener sobre la preservación de estas legendarias placas y, recordando a quien corresponda en su obligación, para que este valioso patrimonio pueda ser traspasado a generaciones venideras. Me corresponde ahora señalar ciertas características transcendentales de la historia de estas tradicionales e indefensas cerámicas.
Estos pequeños azulejos que en la actualidad pasan desapercibidos e ignorados, constituyen, sin embargo, una pequeña parte del tejido histórico del núcleo urbano de Toledo, todos ellos concernientes a un vulnerable patrimonio que está en continua amenaza de desaparición, por ser singularmente frágiles.
El deplorable estado actual es debido al proceso evolutivo que durante varias etapas se viene produciendo en el centro histórico de esta capital. Hoy todavía hallamos algunos en buen estado de conservación, varios han desaparecido y otros se encuentran en una fase desoladora por su estado irreversible de desgaste.
Para conocer el origen de estos azulejos cerámicos rotulados con los nombres de las primitivas vías, parroquias y algunos conventos de esta inmemorial ciudad, tenemos que remontarnos a 1811, año en el cual Toledo se encontraba bajo el mando de las tropas napoleónicas. El gobierno provisional, trató de solucionar en está época los problemas básicos de una urbe que, aún estando ocupada, vivía en relativa paz (en cuanto a la actividad militar y bélica se refiere). Con la finalidad de establecer una estructura vial acorde con las necesidades urbanísticas, se aprueba en este Consistorio la fabricación de azulejos en cerámica con su correspondiente nombre de calle, plaza, bajada, callejón, etc.
Los pocos que aun existen se encuentran recibidos en los muros de las viejas casas, al principio de las antiguas calles, o en las fachadas de algunas parroquias indicando su nombre. Sin perder su funcionalidad algunos de estos rótulos subsisten junto a otros más modernos de igual designación. Su geometría es de forma cuadrada y miden veinte centímetros de lado aproximadamente, no son muy gruesos y en su parte visible poseen un baño de vidrio poroso de color blanco. Se destaca ante todo su caprichosa y característica escritura con letras de color añil dibujadas con pincel o pluma de ave, dando lugar a unos ejemplares únicos de una especial belleza.
El nombre rotulado en los azulejos debía corresponder con el nombre antiguo, salvo cuando la documentación no era suficiente para aclarar esta cuestión, en tal caso, se bautizaban con un nuevo nombre, siempre relacionado con la actividad industrial de la zona, un hecho acaecido, el nombre de algún vecino, etc. Al mismo tiempo también fue aprobada la colocación de un número sobre la puerta de cada casa, asimismo las viviendas con otra puerta contigua debían figurar a modo de entrada accesoria.
Esta obra no estuvo exenta de dificultad en su tasación inicial, su bajo precio, provocaría después una revisión de su costo al alza. Este motivo pudo ocasionar que estas primeras y originarias placas fueran fabricadas sin mucha meticulosidad y para un uso temporal, lo cual se refleja en la calidad de los materiales escogidos y en su áspera terminación.
La última renovación de los azulejos que hoy observamos fue llevada a cabo a mediados del siglo pasado por el artesano Vicente Quismondo (discípulo del gran ceramista Sebastián Aguado). En la actualidad existen también otros azulejos cerámicos más recientes, los cuales tal vez puedan ser abordados en otro tiempo.



















































Autor: Felix Muñoz Arroyo.Fuente: http://retazosdetoledo.com/azulejos-y-placas-de-calles/