Wright no es un director demasiado prolífico, se nota que le gusta madurar sus proyectos para obtener el mejor resultado posible. Después de completar la trilogía cornetto en 2013 con The Worl’s End, todo el tiempo que dedicó a la que iba a ser su próxima película, Ant-Man (2015), fue tiempo perdido. Pues entre dimes y diretes con la productora que acabaron en una ruptura laboral y posterior abandono del proyecto por parte de Wright.
El guión de Wright fue reescrito y la película acabó dirigida por Peyton Reed (Separados). Edgar empleó tiempo y dedicación a un proyecto que lo único que consiguió es que el promedio habitual de tres años entre sus trabajos, se alargase un poco más de la cuenta.
Un joven y talentoso conductor especializado en fugas, depende del ritmo de su banda sonora personal para ser el mejor en lo suyo. Cuando conoce a la chica de sus sueños, éste ve una oportunidad de abandonar su vida criminal y realizar una huida limpia. Pero después de ser forzado a trabajar para un jefe de una banda criminal, deberá dar la cara cuando un golpe malogrado amenaza su vida, su amor y su libertad.
Con los típicos avances promocionales, Wright consiguió ponernos un caramelo en la boca del que no sabía que sabor sería. Tenía toda mi confianza, pero como no sabía muy bien lo que me iba a encontrar realmente, moderé un poco mis expectativas desde el primer momento.
El arranque de la película es soberbio. La trepidante persecución sobre cuatro ruedas con la que da comienzo la película a todo ritmo del ipod de Baby, puede hacer que el espectador eleve en ese momento en exceso sus expectativas. Aconsejo no caer en dicho error y simplemente dejar que la historia de robos neoclásica que nos presenta Wright y que evoca al cine de los 70, como por ejemplo Driver (1978) nos atrape poco a poco, sin pausa pero sin prisas. Pues creo que es como el bueno de Wright lo ha planeado desde el principio.
Justo cuando la película se vuelve un poco más seria, cosa poco habitual en cualquiera de las películas del británico, es cuando el guión de Wright consigue que el espectador empatice mucho mejor con sus protagonistas principales, malos y buenos.
Por lo tanto, el altibajo que supone la introducción del personaje de Debora y que no deja entrever si estamos ante una película de atracos o una comedia romántica, personalmente me ha desconcertado bastante. En ese momento que Baby y Debora se conocen, no sabía bien por donde irían los tiros. Redundancias aparte, el personaje de Debora es el que consigue que la película y el personaje de Baby gane empaque y consistencia en todos y cada uno de los números visuales que propone su director.
¿Qué nos ofrece el bueno de Wright? Pues una película algo más seria respecto a sus anteriores trabajos, pero no por ello menos elogiable. El equipo tecnico rezuma experiencia en el campo de la acción. Las escenas de persecuciones a pie y sobre ruedas, están perfectamente coreografiadas y excelentemente ejecutadas en la pantalla. A pesar de los frenéticos movimientos de cámara, nunca perdemos el punto de vista de los personajes ni de las propias secuencias de acción, que acaban arropadas por un montaje muy familiar para cualquier seguidor de Wright. Los rápidos cambios de planos y planos detalle que desembocan en un ejercicio ampliamente dinámico, forman parte de su emblema como cineasta y nos deja ver su inconfundible estilo, aunque con menos humor, altamente reconocible.
Las canciones insertadas siempre de manera diegética a lo largo de la historia, le da un sobre punto realista a la película. Todo un acierto teniendo en cuenta la necesidad de Baby, su protagonista, de escuchar música a todas horas. En este ámbito, voy a destacar la persecución al ritmo de Hocus Pocus de Focus, perfectamente sincronizada la acción con los golpes sonoros de la canción. Y el Brighton Rock de Queen que aporta un punto de adrenalina extra en la escena que ha sido insertada.
Entre el reparto, contamos con el veterano Kevin Spacey (Seven) que se presenta como artífice de todos los atracos y mente brillante que planifica los atracos con simpáticas rimas. Ansel Elgort (Divergente) es Baby, un brillante piloto que ejecuta, siempre con ingenio asombroso, piruetas increíbles con cualquier cosa que lleve cuatro ruedas. Aunque para ello necesita canciones adecuadas que le sirven de tiempos de referencia.
Al principio no he sentido demasiada empatía con el personaje de Baby. Pero cuando éste inicia su propia aventura junto a Debora, interpretada muy solventemente por Lily James (Ira de titanes), y ambos se transforman en una versión bondadosa de Bonnie y Clyde. Contrariamente a lo que pueda parecer por su parte romántica, toda la parte de los atracos, gana mucho más interés para el espectador. Al menos en mi caso, ha sido así.
En definitiva, Baby Driver, no es para nada lo que me esperaba, pero considero que sigue teniendo todos los tics artísticos tan característicos y personales a los que nos ha acostumbrado el ingenio de Wright.
Quizás, esta vez no tengamos personajes tan carismáticos como en la trilogía cornetto, pero no por ello, son éstos menos buenos en sus roles. En cuanto a la realización y dirección, es de sobresaliente. Es cierto que la historia no ofrece nada especialmente novedoso en su desarrollo dentro del cine de atracos, pero sí que lo hace en sus formas y ejecución.
Como punto flojo, pues la banda sonora no ha sido lo que más me ha gustado, pero el público con mayor diversidad y conocimiento musical, seguro que la apreciará mucho más que un servidor. Baby Driver es una película rabiosamente entretenida para ver sin una idea preconcebida sobre ella, de lo contrario, puede llegar a decepcionar.