Back to the 80's/III

Publicado el 18 julio 2011 por Diezmartinez

Considerada por Film Comment como una de las mejores películas de 1981 -sólo abajo en número de menciones de sus cinecríticos que Reds (Beatty, 1981)-, Cuerpos Ardientes (Body Heat, EU, 1981), opera prima -y hasta el momento, suprema- del guionista y ocasional cineasta Lawrence Kasdan, es un sólido film-noir neoclásico, acaso el mejor de esa década realizado en Hollywood.La diferencia con el otro noir extraordinario de los 80, la también notable opera prima Simplemente Sangre (Hermanos Coen, 1984), radica en la seriedad con la que trata a su trama y a sus personajes Kasdan. Mientras que desde su mismo debut, los Coen nos guiñaban el ojo, jugando con sus fórmulas y destilando su negro humor misantrópico, Kasdan nos entrega un filme que, exceptuando las escenas de sexualidad explícita, pudo haber sido realizado en los años 50. Kasdan no dirige un pastiche postmoderno -algo que los Coen llevarían al virtuosismo en De Paseo a la Muerte (1990)-, sino una exploración clasicista del género, de la misma forma que lo haría, dos décadas después, Todd Haynes con Lejos del Cielo (2002) y el woman's film.Kasdan, es obvio, conoce los clásicos (Pacto de Sangre/Wilder/1944; El Cartero Siempre Llama Dos Veces/Garnett/1946) y ha leído a los autores necesarios (Cain, Chandler, McCoy, et al) y eso se nota en el guión que escribió para Cuerpos Ardientes. Sin embargo, insisto, en ningún momento se cuela el guiño referencial, el comentario postmoderno. Kasdan nos recuerda a los clásicos porque ese terreno es el que está explorando en este filme de cruel epílogo lacónico e inmoral. Ned Racine (William Hurt) es un abogado de tercera que sobrevive manejando casos pequeños y sencillos en algún caluroso condado de Florida. Cierta noche ve caminar por el malecón de Miranda Beach a una despampanante rubia con una falda blanca, abierta, que deja ver sus muslos de concurso al caminar. La mujer se llama Matty Walker (impresionante Kathleen Turner en su debut), tiene una voz abrumadoramente sensual y está casada con un tipo podrido en billetes (Richard Crenna) que casi nunca está en su enorme casa. No termina uno de escuchar los diálogos abiertamente sexuales entre los ("No me digas: tienes la herramienta precisa para mí", "No deberías llevar ese cuerpo") cuando los vemos, desnudos, sudorosos, revolcándose en el piso, en la cama, en el balcón, del hogar del ausente señor Walker. Y, por supuesto, antes que usted pueda deletrear Barbara Stanwyck, Ned y Matty han decidido despacharse al marido estorboso.Ned es el perfecto anti-héroe del noir: está dispuesto a (casi) todo y se cree más inteligente de lo que realmente es. A pesar de los innumerables signos que le señalan su futura perdición ("No deberías haberme buscado", le dice ella al principio; su amigo policía -J. A. Preston- le advierte que esa mujer puede ser su desgracia; "No lo haga, abogado", le aconseja un juicioso delincuente -jovencisimo Mickey Rourke- cuando lo ve planear el crimen; "Soy mala", le recuerda Matty cuando ya han cometido el asesinato), Ned cree que puede manejar todo, que ha pensado en todo, que nada fallará porque lo ha planeado bien. Pero, claro, Dios (¿o era el Diablo?) se ríe a carcajadas cuando el protagonista de un film-noir dice tener todo planchado.He usado el término neoclásico para referime a Cuerpos Ardientes. Creo que esa es la etiqueta que mejor define, por ejemplo, la espléndida partitura sensualista muy ad-hoc del oscareado John Barry, el preciso montaje de Carol Littleton -¡esos cortes para mostrar la reacción de los personajes!- y, más aún, el trabajo de cámara del competente Richard H. Kline, que encuadra en contrapicados wellesianos a los amantes adúlteros subiendo las escaleras de la casa de los Walker, que presume la ejecución perfecta de una toma extendida en interiores de casi 3 minutos para mostrar el momento en el que Ned descubre que la trampa está puesta para que él caiga en ella, que usa un elegante movimiento de grúa para marcar la decisión de Ned y Matty de asesinar al marido de ella... Por su música, por su montaje, por su cámara, Cuerpos Ardientes podría haber sido realizada en los años 40 ó 50 y no habría desmerecido al compararla con los clásicos de esa época. Al lado de ellos merece un sitio. Abajo, si usted quiere, pero no muy lejos.