La competitividad, la productividad, la eficacia laboral y el rendimiento. Los términos anteriores suelen ser los utilizados en cualquier ámbito de un mundo con sectores industrializados. Estados Unidos ha sido exportador de grandes culturas y subculturas hacia nuestro país, muchas de ellas vinculadas al mundo del ocio. Los grandes espectáculos, las pantallas gigantes, el concepto de “bigger is better” – más grande es mejor – son algunos de los ejemplos más claros.
Entrar en un local y ver en la pared fotografías colgadas con la cara de alguno de los trabajadores es algo realmente molesto. Más si cabe cuando esto se encuentra en una cadena alimentaria o aquello que pretenden llamar Restaurante. No por la dudosa belleza del género que allí se concentra. De hecho debería hacerse un estudio del porqué los primeros consumidores de sus productos son los propios trabajadores. Curiosidades a parte, no entiendo esa manía por ensalzar la labor de un trabajador por encima de otro.
Lo que parece un concepto claro y coherente se torna algo malévolo, recurrente y cruel en otros sectores. Puesto que cada año entorno a las fechas de las festividad navideña muchos son los medios que empiezan a lanzar una cantidad de listas ingentes de títulos que a su parecer y criterio – tan válido como cualquier otro – son los mejores títulos del año. Sí, hablo de los G.O.T.Y. (Game Of The Year), ese sucedáneo de cuelgue fotográfico en cualquier pared de empresa americana.
Quizá no tenga mucho sentido hablar de esa manía, moda, costumbre o hábito en estas fechas, siendo realistas y mirando la realidad está claro que de sentido tiene poco. De hecho, existe una norma no escrita la cual valora sólo los títulos sacados en último trimestre del año. Olvídense entonces de ganar un GOTY (si ese es el dudoso objetivo de un juego) si es lanzado por estas fechas. Por ello esta crítica carece del sentido adecuado, pero los hábitos o mejor dicho los malos hábitos se pueden romper.
Queda mucho camino por recorrer, sin duda. La falta de un evento real, globalizado y de prestigio que otorgue un premio al estilo de los Gaudí, Goya o los Oscars del mundo cinematográfico provoca que al día siguiente de ser adjudicada la etiqueta de “GOTY” a un juego éste caiga en el olvido,se guarda en una memoria residual y acto seguido se continúa a la caza del siguiente “Game Of The Year”. Un error, al igual que lo son muchas cosas de un sector joven, prematuro y descontrolado. Donde el rasero de medir son dos muy diferenciados cómo las “ventas” para los empresario y los “gráficos” para los “usuarios”.
La sociedad del consumo hace que los propios consumidores no degusten aquello que tiene en la boca. El crecimiento exponencial que ha sufrido la industria provoca esa necesidad absurda de jugar todo o casi todo aquello que cae en nuestras manos. ¿Y si no jugamos al GOTY del año? Realmente no sucede nada, el título seguirá en las estanterías el día siguiente y quizás a mejor precio. Pero no se apuren, existen tantos “Juegos del Año” como dedos que escriben sobre videojuegos.
¿Se imaginan ustedes en su trabajo “real” (quien lo tenga) negándose a realizar una tarea porque ésta no es de su “género” idóneo? Los GOTY son surrealistas, una invención americana que no lleva a ningún lugar que no tienen un criterio definido y faltos de categorización especializada. Primero debería crearse un instrumento de evaluación sobre la calidad de un videojuego y que éste estuviera fundamentado por un marco referencial claro. Los Oscars no nacen de la nada, existe un criterio (a veces dudoso) detrás, pero sin duda ganaríamos todos si en un futuro al comprar un videojuego pudieramos ver tanto los “Premios Ganados” como las “Nominaciones a dichos premios” ¿No creen?