You can read this text translated into english at: Bagdad Cafe
Hay directores que de repente se les llena la mente de lucidez y nos regalan un trabajo repleto de genialidad y tal cual han entrado de repente en nuestras vidas, poco a poco van saliendo y se dejan llevar sin mostrarnos en el futuro indicios de aquella agudeza pasada. Este podría ser uno de estos ejemplos, Percy Adlon, no parece que haya sido capaz de demostrar que lo que hizo con “Bagdad Café” (1987) fue solo fruto de un día, porque a posteriori se ha dedicado a hacer telefilmes que no nos han llegado y que ni muchos han gozado de la trascendencia de la película que a continuación pasamos a analizar.
Las dos principales excepcionalidades que presenta la película son en primera instancia el lugar elegido para el desarrollo de la historia, Bagdad. Un café cercano a la autopista principal con gasolinera para repostar pero que no goza de las simpatías de muchos de los que transitan por allí y por tanto no está demasiado concurrido, una especie de isla en medio del desierto del Mohave. Por otro lado en tan peculiar sitio no podríamos encontrar más que peculiares personajes, cada uno esclavo de sus vidas, inmersos en la aplastante cotidianeidad del día a día, donde casi todos subsisten con lo mínimo.
Cuando me refiero a lo mínimo, lo hago en todos los aspectos, siento lo mínimo unos por los otros, la preocupación entre ellos es mínima, el esfuerzo por comprender al que tienes al lado es realmente ínfimo, se dedican a coexistir unos con otros. Nadie se plantea nada extraordinario, esto supondría un esfuerzo aunque fuera mínimo y no están dispuestos a ello. El detonante que rompe con todo este mundo de nimiedad es Jasmin (Marianne Sägebrecht), una rolliza bávara que aparece de la nada rebosante de buenas intenciones, provista de una capacidad de psicoanalizar a todos los personajes que le rodean y sacar de todos ellos lo que mejor tienen. Algo de lo que ni siquiera ellos mismos estaban seguros de poseer.
Jasmin y Brenda (CCH Pounder) parten de una situación muy similar, ambas acaban de terminar su relación de pareja y han decidido afrontar solas el resto de sus días. Es Jasmin la que guiará a una desquiciada Brenda por el camino de la felicidad, como si se tratara de un hada madrina, agitará su varita en los momentos oportunos para que se produzca la magia (de forma literal). Se da cuenta que no puede conseguir nada de ella yendo de frente por tanto atacará por los flancos, hará que el entorno que rodea a la responsable del Bagdad Café se vaya ablandando para que esta acabe sucumbiendo a los requerimientos de la teutona.
Nuestra heroína particular está empeñada en demostrar que cualquiera puede ser feliz en cualquier sitio, por muy ruin que este parezca, parece querernos decir que el ser humano es bueno y que a veces tiene que buscar en su propio interior par darse cuenta de ello. Cuando la pereza y la desidia se hayan apoderado de nuestras vidas no hay que entregarse y renunciar hay que seguir luchando, cualquier día de estos puede aparecer una Jasmin en la vida de cualquiera y lo que nos parecía anodino se convierte en lo más fascinante que nos había ocurrido.
El animalario de personajes es digno de mención, no es necesaria una excesiva voluntad por parte del espectador para darse cuenta de esto, de entre todos me parece bastante curioso el de Rudi Cox (Jack Palance), un particular caballero hollywodiense. Este amplio muestrario de personajes llenos de peculiaridades muy variopintas hace que el largometraje se cubra de retazos de un humor bastante peculiar a la vez que efectivo, pero en justa medida. Lo que por supuesto ayuda a relajar la situación y al propio espectador que se descubre a si mismo de vez en cuando esbozando una sonrisa en el rostro.
Otro detalle que destacaría es el uso que el realizador hace de la cámara y como este evoluciona según avanza la narración, comenzando de una forma más oscilante cuando al inicio la situación es más tensa y quedándose mucho más fija cuando la situación se vuelve más armónica y distendida. Y por último para ir acabando mencionar la fantástica música que se ha elegido para este trabajo, una elección magnífica que transmite realmente la esencia del lugar y de las personas que lo habitan.
TRONCHA