Se anunciaba un partido gris en La Rosaleda. La afición, con la esperanza puesta en el triunfo, no descartaba otro varapalo de su equipo. El descenso acechaba y a la baja de Weligton se unía un factor, a priori, negativo: el desplazamiento de Jesús Gámez al eje de la zaga, con la correspondiente pérdida de profundidad por el lateral. Manolo Gaspar es solvente en defensa, pero parco en ataque.
Del Villarreal no sé qué daba más miedo, si el equipo titular o el banquillo plagado de talento. Fue un espejismo. Los amarillos solo tuvieron una oportunidad, malograda por Nilmar en la segunda mitad. Munúa se mantuvo inédito. Tampoco el Málaga cuajó un partido brillante, pero tener a Duda es un plus, sin duda. Cualquier balón parado es una acción de peligro. De sus botas nació el primer gol. Baha se reivindica.
Poco tardó el franco marroquí en hacer el segundo. El partido quedó sentenciado. La afición, contenta. El ariete, con los deberes hechos, pero con un resquemor: no celebró ninguno de los goles. Tampoco lo hará, en los futuros de esta temporada, como señaló en los medios al acabar el encuentro. No le perdona a la grada los pitos desde el inicio de temporada.
Al final, lo que cuenta. Tres puntos más y con el descenso a 7. Próxima parada, Mestalla.