Y uno de esos espectáculos es el que nos ofrecen los estorninos, que al ponerse el sol aparecen por todas las direcciones, concentrándose en grupos de muchos miles de ejemplares hasta que finalmente se posan en los árboles a pasar la noche.
Desde que llegan los primeros, normalmente en pequeñas bandadas, poco a poco se van uniendo más y más aves, formando concentraciones inmensas que vuelan sobre nuestras cabezas hasta cubrir el completamente el cielo. Da incluso la impresión de que disfrutan mientras se mueven de un lado a otro sin rumbo.
Pero de repente y sin motivo aparente, el bando que se encontraba disperso se empieza a concentrar en grupos densos y comienzan a bailar en el aire haciendo figuras asombrosas y espectaculares, que se forman y desaparecen con rapidez.
Estas formaciones no son un espectáculo gratuito. Si nos fijamos bien, un punto de mayor tamaño se mueve hacia ellas haciendo que cambien de sentido a cada segundo, abriéndose y cerrándose a su paso. Esa figura que ha aparecido de repente es un halcón peregrino que intenta buscarse la cena entre alguno de los bailarines.
La estrategia de los estorninos, repetida por otras muchos aves gregarias e incluso peces e insectos, es la de evitar que el depredador pueda fijar su atención en un solo pájaro y aislarlo del grupo, lo que lo convertiría en una presa fácil. A cada movimiento del halcón, los estorninos se agrupan y se separan. Con cada pasada, el grupo se abre y se cierra para impedir que consiga su objetivo. Pero tras varios intentos el halcón conseguirá su objetivo, y uno de los pájaros, el más débil, el menos coordinado con el resto o el más nervioso, se separará del grupo y caerá en sus garras.
Este año, los estorninos han abandonado el dormidero de que tenían en la zona del hospital y se han mudado al centro de Oviedo, al parque de San Francisco. Todas las tardes, aparecen tras la silueta de la catedral para dormir en los árboles de este parque urbano.
Y todas las tardes son muchos los que se acercan a verlos. Personas de todas las edades, desde niños a a ancianos se quedan boquiabiertos viendo a estos pájaros volar sobre sus cabezas. Y tengo que admitir que me han sorprendido muchos de sus comentarios, ya que la gran mayoría de la gente no protestaba por el ruido o por la elevada probabilidad de acabar cubierto de sus excrementos, sino que comentaba el espectáculo y alguno decía que solo faltaba la música de Strauss para que fuera perfecto, asumiendo esas molestias como un mal menor que valía la pena pagar.
Una vez pasado el peligro, cuando ya se han encendido las farolas, los estorninos se posan en los árboles y mientras va cayendo la noche se les escucha cada vez más fuerte, como si estuvieran contándose todo lo ocurrido durante el día. La mayoría han llegado a salvo después del ataque del halcón y hay que celebrarlo.
Esta mañana, antes de amanecer, quedé con mi amigo Luis para intentar fotografiarlos cuando se marcharan, como todas las mañanas, y se dispersaran por los alrededores para alimentarse. En un árbol cerca de la ventana de su casa, un grupo de unos 200 estorninos se acababan de despertar. Fueron subiendo por las ramas hasta llegar a la copa del árbol y de repente, sin aviso, salieron volando para reunirse con el resto de los grupos que dormían en otros árboles cercanos.
Por la mañana no se andan con rodeos, y después de un par de minutos, el grupo abandonó el parque formando una línea de casi un kilómetro de longitud hasta perderse de vista. Como veis en la foto, a las 8:30h cuando la claridad ya dejaba ver los edificios de la ciudad, el espectáculo llegó a su fin.
Hasta que vuelva a caer la noche.
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