¿Bailando en casa del trompo?

Publicado el 29 octubre 2018 por Santamambisa1

Por Elsa Claro Madruga

Esta semana el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrila denunció la nueva maniobra del gobierno de los Estados Unidos hacia Cuba, dirigida a justificar el bloqueo que castiga a la población cubana por casi medio siglo y expresada en un conjunto de ocho enmiendas a la resolución de condena que se llevará a votación próximamente en la ONU. Tales enmiendas abarcan aspectos relacionados, básicamente, con los objetivos de desarrollo de la Agenda de Naciones Unidas 2030 y elementos de derechos humanos.

De acuerdo con datos aportados por el Centro para la Política y las Mujeres Americanas (CAWP, Universidad de Nueva Jersey), la cifra de ellas en las instituciones estadounidenses administrativas, jurídicas o estaduales es baja. Lo ilustra la existencia de solo 23 diputadas en el Senado (el 23 % de las 100 bancas) y 84 en la Cámara de Representantes (el 19 % de 435 puestos).

En Cuba, la Asamblea Nacional del Poder Popular con 605 escaños, cuenta con 322 mujeres. O sea: el 53,2 %, proporción que le convierte en el segundo cuerpo legislativo del planeta con mayor participación femenina.

El gabinete Trump tiene 24 hombres y 6 mujeres, ahora 5 con la baja de la renunciante Nikky Haley, a menos que sea sustituida con otra del “sexo débil”. El Consejo de Estado de la Mayor de las Antillas abarca a 23 hombres y 8 mujeres. De incluir los cargos de menor rango, pero titulares de provincias, instituciones y jefaturas diversas, la diferencia sería abrumadora en favor de Cuba.

Dicho sin modestia, pues hay hechos que así lo ameritan, el citado es uno de esos renglones donde la nación antillana, proporcional o directamente, supera al coloso del norte, donde todavía se les otorga un salario inferior por igual trabajo y calificación a sus trabajadoras, en tanto las cubanas (el 70 % de los profesionales y técnicos en activo), disfrutan de igualdad salarial, con 100 % de remuneración durante más de un año por gestación o postparto, dando por descontado los sistemáticos cuidados ginecológicos y obstétricos gratuitos.

Si de igualdad de género y empoderamiento se trata, pese a lo absurdo del caso, un país pequeño y asediado posee, a ojos vista, cotas superiores logradas en favor de su gente. ¿Cuáles son los fundamentos de quienes se ponen en trance de exigir paridades que ellos no practican pero sí son observados por el acusado? ¿Ignorancia real o mendacidad goebeliana? ¿Intentos de confundir o arroparse por defecto?

El Objetivo 16 de Desarrollo Sostenible, “destinado a promover sociedades pacíficas e inclusivas (…) proporcionar acceso a la justicia para todos y construir instituciones eficaces, ¿tiene cumplimiento en EE.UU.? ¿Por dónde empezamos? ¿La población carcelaria mayoritariamente conformada por afronorteamericanos?

Es posible, si se prefiere, señalar a presos como Leonard Peltier, miembro del Movimiento Indio Americano, sometido a un fraudulento juicio y condenado a dos cadenas perpetuas. Lleva 43 años en prisión, confinado tras incidentes en una reserva de Pine Ridge, Dakota del Sur, tras juicio amañado. Procesos irregulares como el suyo hay muchos y sobran los que no llegan a las cortes pues se “dilucidan” en la calle con excesos policiales o el gatillo fácil en el país con el triste récord de tener más armas de fuego y delitos provocados por su uso en todo el planeta.

Quienes ignoran, desprecian o maltratan a sus minorías, simplemente carecen de autoridad para exigir derechos similares. Colocarse en plano de promotores de libertades civiles, políticas y económicas sin preocuparse por cumplirlas con los suyos, no solo es imprudente, también resulta cínico, sobre todo si se le pide a quienes se preocupan de encontrar fórmulas para mejorar lo conseguido.

Desde el punto de vista económico, el éxito atribuido por Donald Trump a su administración, pese a corresponderle a su antecesor mucho del crédito por haberla recuperado de la crisis del 2008, tiene, en sus entresijos, aspectos como la gigantesca rebaja de impuestos hecha por el mandatario. Según él, en beneficio de clases medias y bajas, pero cálculos del Tax Policy Center, en Washington, plantean que el volumen de recortes para esos sectores es igual al de las rentas más altas. Es decir: la mayoría la ponen en condición de paridad con el 1 % de los híper-ricos.

Esa es materia con efectos sociales negativos pues se eliminaron los créditos a familias con niños u otras ayudas a sectores postergados y a tales efectos se asocian, además, las modificaciones sobre el seguro médico (mutila parte del trajinado Obamacare), pues en el país más acaudalado de todos no existe, como sí practica Cuba, gratuidad en los servicios médicos. Sin embargo, 30 millones de estadounidenses ni siquiera cuentan con asistencia sanitaria mínima en este momento.

Las comparaciones nunca son exactas y pueden pecar de muchos achaques, pero si existe reconocimiento internacional habrá motivos. “No puedo más que agradecerle a Cuba por el sistema de salud modelo que tiene, que lo hace situarse entre los mejores del mundo”, expuso el director general de la Organización Mundial de la Salud, Doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, durante la apertura de la III Convención Internacional Cuba-Salud 2018. La participación de 50 000 doctores cubanos en 66 países de todos los continentes y la formación de miles en la Escuela Latinoamericana de Medicina son —es de lamentar— indicadores de los cuales no puede preciarse un país enorme y poderoso como EE. UU.

Tampoco acudir al supuesto de que en Cuba se pasan por alto a los sindicatos en el debate sobre convenios laborales. Es increíble que esto sea formulado por un país donde el tejido gremial fue cercenado hace mucho, resulta casi inexistente, pues muchos empleos no se otorgan si el aspirante pertenece a una de esas asociaciones.

Resultan demasiado obvios los intentos de introducir en la resolución, sujeta a escrutinio en la ONU, sobre el bloqueo a Cuba, el propósito de falsear el perverso alcance de mantener ese amasijo de leyes ideado para frenar las posibilidades de nuestro desarrollo. Es imposible que allí enfrente ignoren verdades aceptadas por todos los demás, les guste o no. Ni que pasen por alto acciones como el amplísimo debate actual enfilado a disponer de una Constitución perfeccionada, en línea con estos tiempos, nuestras realidades y transformaciones, en procura de pulir lo existente. Eso equivale a optimizar los fundamentos del Estado, dándole participación activa y respetuosa a quienes deberán recibir de ella derechos y deberes. Sería muy interesante practicar experiencia parecida dentro de Estados Unidos, ¿o no?

Pero no será agobiando el desempeño cubano con persecuciones financieras y hostilidad política, inventos sónicos, incumplimiento de acuerdos, zancadillas repugnantes y marrulleras o simulaciones que los desnudan a ellos, no a los atacados, que logren convencer de lo arteramente insostenible.

Como expresara recientemente el canciller cubano, “las enmiendas de los Estados Unidos, si no fueran un hecho políticamente grave, provocarían risa”. Compruébelo aquí: