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Bailar las miradas, enredadas entre espejos y al son de la luz de las ventanas. Bailar un vals tu mirada y la mía, sonriendo y girando. Hacemos reflejos en el agua y nos siguen los destellos de la últimas luces del día. Atardece, pero nunca en tus ojos.
Bailar las sonrisas, girando entre propagandas de dentistas y niños comiendo pizza Tarradellas. Bailar un pasodoble mi sonrisa y la tuya, avanzando entre grises oficinas, tristes paradas. Se colorean escaparates donde dioses chinos juegan a la taba con sagrados corazones llenos de bombillas. Si nos preguntan, siempre podemos decir que nos han dibujado la sonrisa asi.
Bailar las caricias, levemente agarradas a la piel del otro, casi volando a ras de deseo. Un círculo en tu piel, un zigzageo. Bailar un tango tu caricia y la mía, mientras el mundo tiende a ser una cosa lejana donde ya no estamos. Tu piel se extiende, mi caricia te camina; mi piel se encoge, tu caricia la esconde. Bailar de memoria, como si los recuerdos se agruparan para vernos.
Bailar, tu y yo. Siendo dos que a la luz de las lámparas en la mesa seamos uno. Bailar cada día sin que sepan que lo hacemos. Bailar al caminar, al hablar, al respirar, al sentir bailar. Girar girando el mundo. Cerrar el salón de baile y esconder la llave. Bailar. Tú. Yo.
Mañana hará exactamente un año que publiqué esta entrada. Será que tengo ganas de que me apetezca bailar. El texto también está incluido en “Érase Tres Veces”, por si te apetece adquirirlo. Buen día