En el momento de su estreno esta película auguró una buena nueva. El cine británico salía de su letargo, cosa que ahora podemos ver tras films como Full Monty, Transpointing o la oscarizada película de india. Muchos recordarán el tiempo en que el cine británico, a pesar de la supuesta marginación por su condición geográfica, le entraron ganas de ponerse al día, liquidando de repente las viejas glorias de los Estudios Ealing. Era cuando en Francia estaba apareciendo aquel fenómeno que se llamó “nouvelle-vague” y que implantó en Europa un cine faldicorto e imaginativo del que vivieron más de cuatro generaciones. Surgieron nombres importantes de Lindsay Anderson y Tony Richardson, que fueron los más convincentes. Y se unieron algunos talentos literarios como Allan Sillitoe, Harold Pinter… Y en la historia del cine contemporáneo entraron los británicos por derecho propio.Pero resulta que también entre los británicos son nuevas todas las olas que decía René Clair cuando le hablaban de la francesa. Y se fue –desapareció- aquel movimiento “free”. Y de repente no hubo más que arena y cenizas, sin que fuera de las islas contará con el cine británico. Has que de repente, algún británico melancólico se acordó que existe la inteligencia y la fantasía. Y así se llegó una nueva juventud a la cinematografía de las islas británicas. Ya nos empiezan a ser familiares nombres de directores como Neil Jordan, Stephen Frears o Mike Figgis, a los que se sumó con esta película Mike Newell, realizador de este documento-imaginado que se llama Bailar con un extraño. Estamos ante un texto de Shelag Delanay, lo que nos sirve de pauta para reconocer que hay un lazo de unión entre este cine y el de los Angry men. Mike Newell partió con una historia verdadera: la historia de la mujer que fue ejecutada en los años cincuenta tras una tragedia amorosa que, lógicamente, debía terminar en sangre. Fue la última pena de muerte que se aplicó en Gran Bretaña. Y el nombre de Ruth Ellis pasó a la historia social como protagonista pasiva y contraria de este hecho lamentable: la última aplicación de la pena capital.