Algunos de los colores de Bajamar, en septiembre.
Cuando los veraneantes han abandonado el pueblo y regresan a su rutina diaria; cuando la placita recupera su aspecto normal, sin escenarios o quioscos de planchas metálicas y ruidosas; cuando tomar un café es posible sin oír un solo grito a tu alrededor; cuando darte un baño no te obliga a escanear con la vista el mapa de la piscina para saber si hay algún hueco libre… entonces, solo entonces, es cuando Bajamar recupera su aspecto original, su encanto, su tan agradable ambiente que algunos incluso tachan de aburrido.
Pero a mí me gusta. Es septiembre, en Bajamar, y es como si de pronto desenchufaran los bafles de ese altavoz estridente que lo inunda todo durante el verano. Cesa el bullicio y llega la calma.
Bajamar, en septiembre, es de color rosa, azul, naranja y violeta; es un remolino de trazos sin ton ni son que se ven en el cielo cuando cae la tarde; es un mar tranquilo que anima a sumergirse en sus aguas, cálidas de todo el sol del verano, pero sin el estrés de tanto bañista.
En septiembre, Bajamar es una mesa que no tienes que reservar; una cerveza sin planificar; un tiramisú a la hora que quieras; es olorcito a cardamomo y vainilla; es un suave sabor a sal…
Bajamar, en septiembre, sienta bien y debería prescribirse por ley.