Es cierto que con Spotify no se hace tan necesario guardarse la música en algun lado, salvo para ir escuchando en el celular (se soluciona con la suscripción que tengo entendido son unos treintaipico de pesos por mes y te permite guardar playlists para escuchar offline), y no me olvido del Grooveshark, pero su interfaz es muuuy inferior y además leí en la Billboard que tuvo problemas con los copyright... Poca vida le queda, probablemente.
Las páginas y blogs de descargas siguen, en su mayoría con material de culto no necesariamente nuevo y discografías clásicas, aunque también están los que postean lanzamientos recientes. No parece haber tantos, es cierto, y no hablo de sistemas como el Torrent porque la verdad nunca estuve muy al tanto.
Pero vayamos a la cuestión ética. ¿¿Lo qué?? Está bien, no soy tan inocente como para suponer que te quita el sueño bajarte un disco porque le estás sacando el pan de la boca a Capif, Sony Music y etc (en todo caso quedará en la conciencia del que los sube), pero convengamos que por mas vueltas que uno le quiera dar al asunto, cada canción que nos bajamos es una pequeña parte del gran problema de la industria musical de los últimos diez años o más, y esa industria incluye a los músicos, por supuesto.
Volvamos entonces (una vez más) a los años del vinilo, cuando la reproducción también existía con el intercambio entre amigos y los cassettes vírgenes. Esa costumbre artesanal no resultaba para la industria un problema como es hoy la masividad de internet, pero conviene recordar los clasificados de la Pelo, la Rock Superstar y la Expreso Imaginario, donde algunos pibes ofrecían grabar cassettes (a cambio de unos mangos), describiendo detalles del catálogo disponible en su casa. Aún así era una reproducción a baja escala, pero veamos que había mas de un motivo para querer grabarse un disco en lugar de comprarlo, y tiene que ver con los vaivenes de las políticas económicas del querido terruño donde te toque vivir.
No me voy a poner a describir la evolución de la economía argentina de los últimos treinta años, o por lo menos no sin los ayudamemoria correspondientes, pero tampoco hace falta. Como en muchos países del Tercer Mundo, las variaciones del tipo de cambio frente al Dólar (entre otros factores) definen cuestiones como la importación, fundamental para aquellos que desean comprar discos grabados en otros países. Cualquiera recordará fácilmente la benevolencia del 'uno a uno', y los Tower Records (QEPD) de Santa Fe o Cabildo y Juramento (o en la galería del Village de Recoleta) repletos de discos importados al mismo precio que los nacionales.
Pero no siempre fué igual, y ahora mismo un cd importado sale por lo menos el doble, siempre y cuando lo consigas. Y desde ya no me voy a poner a cuestionar las políticas económicas actuales, que se resuelven contemplando intereses mucho mas importantes que el último de Gov't Mule. Digo que eventualmente estamos lo suficientemente globalizados como para conocer tantas novedades como se editan en el mundo, y no así para comprarlas. Salvo claro que formes parte de ese sector priviliegiado de la sociedad, cuyo problema no es el dinero.
¿Y las compañías discografícas o subsidiarias locales?... Como siempre, editan aquello que saben que tendrá un volumen de ventas importante. Por eso volvemos a que nada cambió mucho con respecto a la época de los vinilos y cassettes. Está visto que si una disquera pequeña como Icarus no adquiere los derechos del nuevo en vivo de Yes (como sí lo hizo con el último de estudio) no habrá otra forma de tenerlo que hacércelo traer. El año pasado salieron afuera un box de 5 cds tanto como un doble cd compilado de The Kinks, pero como la oficina local de la discográfica dueña de los derechos considera que en Argentina a nadie le gustan los Kinks, no los saca.
Y aún cuando editan los discos, a veces parece que la intención es arrancarle la cabeza no ya al coleccionista de Box Sets lujosos, sino a cualquiera. ¿O por qué tengo que pagar $250 el de AC-DC?... ¿La caja tridimensional? Mmmmm... O el de Pink Floyd a $350 la edición de lujo que tampoco es tan de lujo que digamos (y no hay alternativa). En otros casos la calidad es inferior o directamente alteran el producto (otra vez como hace 30 años). Alguien tuvo la brillante idea de resumir Hits '50! de The Who a un solo disco, dejándolo igual a otros compilados anteriores, sin la mayoría del material que lo hace interesante en su versión original de cd doble.
Una vez mas llegamos hasta aquí con el tema de las descargas sin una conclusión única e irrefutable, aunque se pueden ensayar algunas conclusiones parciales:
- Quienes consideramos a la música una forma de arte siempre tendremos un buen motivo para odiar las especulaciones de las compañías discográficas, y eso las convierte en la mejor excusa cuando se nos plantea un dilema ético con respecto a las descargas.
- Así como es imposible analizar la historia del Rock por fuera del sistema capitalista, tampoco se puede hablar del problema de las descargas ilegales sin contemplar las diferentes realidades económicas y sociales alrededor del mundo. Seguramente las bajadas que tenga el disco de Pink Floyd en Argentina no sean tan preocupantes como las de EEUU o Europa, donde por ahí restan unos cuantos millones que se podrían haber vendido. En ese sentido los mas perjudicados por el download son los artistas locales, que pierden en proporción prácticamente todas las ventas, o la mayoría.
- Estas conclusiones -en realidad todo el texto anterior, y cualquier discusión sobre el tema- solo tienen sentido para quienes alguna vez han comprado discos, lo sigan haciendo o no.