Bajo el influjo del cometa

Publicado el 30 abril 2010 por Esteban

Bajo el influjo del cometa
Jon Bilbao
Editorial Salto de Página, 2010

El temor a nosotros mismos
por Esteban Gutiérrez Gómez
El anterior libro de relatos de Jon Bilbao, Como una historia de terror, publicado por Salto de Página a finales de 2008 supuso un seísmo en el panorama narrativo español en lo que a literatura breve se refiere. Una nueva voz narrativa aparecía, perfectamente diferenciada del resto de voces en el cuento. Una voz heredera de la mejor tradición norteamericana. Influencias de Cheveer, de Maxwell, de Melville; historias atemporales, universales, que podrían ocurrir en cualquier lugar del denominado primer mundo; artesanía de la palabra, ahondamiento en la psique de los personajes y, como resultado final, una tremenda conmoción en la mente del lector que descubre el lado oscuro de su persona.
Un libro, en resumen, imprescindible.
Con ese antecedente, esperábamos ávidos de lectura su siguiente propuesta narrativa.
Bajo el influjo del cometa es uno de esos libros tan largamente deseados que cuando llegan a las manos del lector expectante, suelen defraudar. Pero este no ha sido el caso.
Mantiene Jon Bilbao el gusto por el trabajo bien hecho, ahonda en la psicología de sus personajes mostrándonos los resortes invisibles que nos mueven y que intentamos ocultar, vuelve a sembrar la incertidumbre en nuestras mentes, el terror ocasionado por pequeños cambios que alteran nuestra normalidad.
Estos ocho relatos no son una continuación de aquellos relatos de Como una historia de terror, sino que son parte de ellos, porque podían haber sido incluidos sin ningún tipo de dudas en aquel primer libro.
Dice Jon Bilbao que le preocupa poco que haya o no haya una unidad temática en sus propuestas breves, que no busca esa unidad. Sin embargo, su voz narrativa y la pulsión interna que consigue en sus lectores por la atmósfera de sus relatos o por la inquietud sembrada, son argumentos más que suficientes para unirlos. Al igual que en el anterior libro de cuentos, las descripciones y los paisajes “universales” tienen también un peso específico.
En Bajo el influjo del cometa avanza el autor en la experimentación de su escritura. Me llaman la atención los quiebros finales en algunos de sus relatos. En la primera narración del libro, Los espías, propone un final nada acorde con el tono narrativo del resto de la narración, lo que en principio me sorprende. Eso mismo ocurre con Ha desaparecido un niño, en el que me llega a desconcertar un final disparado al futuro en todas direcciones tras un relato sereno y pausado. Para un autor que ha logrado que ni su voz ni la del narrador aparezca en sus relatos, el giro final propuesto supone que ambos se asomen al lector.
No quiero en esta reseña destripar ninguno de los cuentos, me limitaré a señalar aspectos de los mismos que destacan. Uno de ellos, quizás el principal, es la utilización de metáforas. Aparecen continuamente, como elementos de una simbología en general referida a “el cambio”, por lo que alcanzo a pensar que tras la lectura lineal de las historias se esconden muchas lecturas secretas, abisales. A menudo esas metáforas van unidas a animales. Este tomo narrativo no es un animalario al uso, pero podría serlo, porque en todos los relatos pululan un sin fin de ellos (ballenas, zorros, perros, gallinas...).
Sigue Jon Bilbao pendiente de la psicología del ser humano, de ese lado oscuro, apenas alimentado que guardamos los humanos y que nos suele ser mostrado en estados de excitación como el de un posible cambio en nuestra cotidianidad.
Sigue también sembrado entonces la inquietud, porque ese lado oscuro que nos muestra pertenece a todos los lectores, y lo sabemos, pero quisiéramos no saberlo. Seremos entonces, quizá, más animales que los animales. El querer saber más allá de la intimidad (cotillear, en castellano), el probar fortuna lejos de la ciudad en la que se ha producido la herida aún sabiendo que la herida viaja con nosotros y allí también sangrará, el querer volver allí donde se ha sido feliz aún sabiendo que eso jamás se debe hacer porque la desilusión está asegurada, lo que se esconde tras una sonrisa amable o tras una actitud sumisa, lo que somos capaces de hacer en situaciones límite o, simplemente, escondidos de los ojos de los demás.
Sigue Jon Bilbao buscando la palabra precisa que evite la descripción superflua, sigue limando el lenguaje en busca de la perfección. Por eso me han llamado la atención algunas construcciones extrañas, en todo caso, opciones elegidas por el autor en su progreso de escritura.
Uno de los relatos del libro, Soy dueño de este perro, tiene para mí la máxima categoría que puede alcanzar un cuento. Es, en una palabra, soberbio. Y lo es por muchas razones: por su trama, que atrapa al lector desde el inicio; por su intemporalidad y su ubicación en cualquier lugar del mundo occidental; por el acojonamiento que siembra en el lector; por el final, el magnífico final; por la técnica cinematográfica que sabe desarrollar a la perfección el autor en la creación del texto; por el sabor de boca a herrumbre que deja aún sir lograr ver ni una gota de sangre. Es un cuento magistral, como pocos, que por sí sólo coloca a Jon Bilbao en la cabeza de los cuentistas españoles.
Ahora sólo queda esperar un tiempo, volver a desear, y conformarse en las horas vacías de buena literatura con releer cualquiera de sus dos libros de relatos.

SINOPSIS:
En este libro, lo inquietante y lo amenazador surgen de lo cotidiano.
Así, una ballena varada en la playa puede estropear el tranquilo día de verano del que pensaba disfrutar una familia. Curiosear a esos vecinos que leen la Biblia puede alterar la paz de una pareja de agnósticos. El paso de un cometa sacude inexplicablemente la existencia de los habitantes de un pequeño pueblo costero. Incluso retirarse unos días a la montaña puede complicarse si se entablan relaciones con un zorro.
Puestos a prueba por tales situaciones, los personajes de estos relatos se ven forzados a conocerse mejor. Lo que descubren les sorprende, y en algunos casos les asusta. Cuando se encuentran con esa faceta oscura y hasta entonces desconocida de sí mismos, las cosas no tienen por qué empeorar. No siempre.