En la película Roma de Fellini hay una escena inolvidable: descubren una antigua gruta donde hay unos espléndidos frescos que, al quedar expuestos a las linternas de los científicos y a los focos de los fotógrafos, se descoloran y desvanecen.
Para mí, tratar de explicar lo que ocurre en el proceso de inspiración se parece mucho a tratar de explicar lo que ocurre en un sueño. En ambos casos debemos recurrir a las palabras para transmitir una experiencia cuya vitalidad se deriva del hecho de que no se somete a definiciones. Y también en ambos casos podemos hacer un análisis racional de las circunstancias. Por ejemplo, podemos hablar de los temas o de los personajes que ejercen influencia en el soñador, o de las necesidades que le empujan a “invocar” en sueños precisamente esas influencias. Pero siempre tendremos la sensación de que lo fundamental, el secreto del sueño, la chispa que produce el contacto especial y único entre él y nosotros, sigue siendo un enigma insondable.
Recuerdo haber tenido esta sensación cada vez que me encontraba bajo la irradiación de una fuerza literaria intensa y estimulante; por ejemplo, cuando leía La metamorfosis de Kafka, o Inventario de Yakov Shabtai, o José y sus hermanos de Thomas Mann. Sé muy bien que entonces una parte de mi ser, tal vez las más íntima, estaba dominada por un sueño, con sus nomas internas y con el diálogo directo que él establecía con los recovecos más profundos y ocultos del alma, casi sin intervención de la conciencia.
Así pues, cuando aquí hablo de tal o cual autor, y de su influencia en mi vida o en mi obra, sé que es algo que me explico hoy en estado de vigilia, bajo la luz de los focos, durante el natural proceso de filtración de la memoria.
David Grossman
Escribir en la oscuridad
“Libros que me han hablado”
Editorial: Debolsillo
Traductor: Roser Lluch i Oms
Foto: David Grossman