Bajo la máscara: “James Whale. El padre de Frankenstein”, un encuentro con Juan Andrés Pedrero Santos. Creando mitos en el Hollywood de los años 30

Publicado el 20 julio 2011 por Esbilla

Presidido, o más bien enmarcado, por una imaginería que corta el aliento de esas a las que ya nos tiene (mal)acostumbrados Calamar Ediciones, regresa Juan Andrés Pedrero Santos enfrascado en el rescate de los mitos del Hollywood clásico más orillados. Un (otro) ejercicio encomiable, tras su biografía sobre Johnny Weismuller, en el cual mezcla memoria, admiración y claridad de ideas, sintetizadas en un texto que se lee solo en virtud de una equilibrada mixtura de historia y análisis, descripción y ligereza que mira por igual al hombre y al creador, situándolo en su tiempo e intentando, en lo posible, escrutar su psicología, advirtiendo como esta se infiltra de manera capital en su cine: desde las significaciones y subtextos hasta la mecánica y creatividad de la puesta en escena. Biografía y monografía simultaneándose y dando con ello lo más interesante y valioso del conjunto, al ser este el camino para encontrar la personalidad real de Whale, sus temores de farsante de clase, su homosexualidad intentando ser vivida con naturalidad…. no solo en su historia personal sino dentro de sus películas. Algo que Del Toro explica muy bien con la idea de “el miedo a ser mirado” que expone en el estupendo prólogo. Luego está su inquietud intelectual, su sentido moderno del cine (posmoderno por anticipado, casi) que brilla en The Old Dark House (El caserón de las sombras, 1932) o en La novia de Frankenstein (1935), claro. Film libre, insólito, inagotable, que recibe aquí un análisis pormenorizado a la altura.

Quizás haya alguna reiteración o algún subrayado sobre determinados conceptos en los cuales se martillea habiendo ya ha quedado claros o cierta precipitación en el tercio final de la obra, los años post- La novia de Frankenstein, donde las razones de la decadencia tan acelerada de Whale bien hubieran merecido mayor detallismo. En todo caso no molestan y son pegas muy menores para un trabajo compacto, estructurado en torno a sus cuatro películas principales adscritas a los límites de horror/fantastique. Esto no supone que se desdeñen el resto, alguna como Journey´s end se lleva una porción tan importante casi como las anteriores demostrando el peso fundamental, vital, que la obra teatral primero y luego la película que supuso su debut americano, tuvieron sobre la carrera del cineasta. El resto de trabajos tienen su parcela, más sintética pero no por eso menos interesante o menos válida. Se detalla como llegaba a esos filmes, como se movía en el sistema de estudios y como peleaba, con mayor o menor entusiasmo, por sacar algo más allá de conformarse con despachar el encargo mientras esperaba por material que verdaderamente conectara con su sensibilidad. Esta decisión de carpintería puede ser discutible pero evita que el volumen se alargue sin necesidad o que se quede fuera del mismo la enorme riqueza de esos cuatro títulos principales. Después de todo se privilegia honestamente lo que define a Whale, unos clásicos que lo son por algo. En definitiva un volumen muy elaborado, muy trabajado. Hay un discurso y este se expone con convencimiento y riqueza. Poco más se puede pedir.

Bienvenido, lo primero, y felicitaciones por la belleza de libro que traes.

Gracias Adrián, es todo un placer pasarme por este blog, ya de lectura obligada entre los que sigo.

Como siempre, al origen: ¿por qué decides rescatar a James Whale y cómo se fragua este volumen?

Ya lo he comentado varias veces en otros medios, pero me repito. Terror Cinema (Calamar, 2008), mi primer libro, era una deuda pendiente conmigo mismo, pese a lo trillado del tema. A partir de ahí siempre me mueve el buscar un proyecto en el que enredarme que aporte algo nuevo a la bibliografía existente en castellano. A partir de esa búsqueda, por supuesto unida a mi interés especial hacia la figura de Whale, surgió la idea. Se la propuse a Calamar Ediciones y aceptó; aunque es cierto que la editorial siempre lo vio como un proyecto algo arriesgado comercialmente.Veremos si tenían razón y acompañan o no las ventas. De momento puedo decir que el libro se ha colocado estupendamente en las librerías y está recibiendo muy buenas críticas, incluso en lugares menos habituales para este tipo de libros, como el diario ABC, que en su suplemento cultural de los sábados le dedicó dos páginas no hace mucho.

Voy a ser repetitivo con respecto a lo comentado con Carlos Díaz Maroto a cerca de Ray Harryhausen, el mago de la stop-motion, pero de nuevo la labor editorial de Calamar resulta ejemplar. El despliegue iconográfico convierte el libro en una pieza de colección.

Calamar es una editorial que entiende el libro como un objeto bello, no sólo como el soporte de un texto, y cree firmemente que un buen diseño y una maquetación sugerente es una baza importante para convertirlo en una compra atractiva. La pega es que eso encarece los costes, pero también parece que le aporta al libro un valor añadido que supera los inconvenientes con creces. Enlazando con esto me viene a la mente el tan traído y llevado tema de la  posible futura desaparición del libro en papel. Yo creo que eso nunca sucederá. Podrá suceder, en todo caso, cuando hablamos de novelas, donde lo habitual es leerla y olvidarse del objeto físico para siempre. En cambio, en los ensayos o libros ilustrados creo que es un soporte insustituible. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene hacer ediciones en tapa dura o rústica, en un papel u otro si no fuera porque eso diferencia el producto y supone un deleite buscado por el lector? Todo eso se pierde en un e-book, y no creo que los lectores, en el tipo de libros de los que hablo, quieran perder esa satisfacción. Todo el resultado gráfico hay que agradecérselo a Miguel San José Romano, diseñador y editor de Calamar, todo un artista, en serio.

Otro extra, que es más que eso, lo encontramos en la aparición de Guillermo del Toro como prologuista. Hay que preguntar cómo se da esta circunstancia.

A mi siempre me gusta tener un prologuista de relumbrón. Al lector seguramente no le aporta demasiado, pero a mí, como autor, me deja más ancho que alto (¿se dice así…?), y no deja de ser una especie de souvenir personal para toda la vida. En el caso de Guillermo, éste llegó afortunadamente de rebote; yo no aspiraba a tanto. Dado que Luís M. Rosales, el director de la revista Scifiworld Magazine (y amigo), en la que colaboro, tiene contactos con muchísima gente relacionada con el mundo del cine, le pregunté si podía ponerme en contacto con alguien que también me hacía ilusión, pero de muchísimo menos categoría que la que todos concedemos a del Toro (la que merece). Luís me dijo que puestos a buscar un buen prologuista se lo podíamos pedir a Guillermo. Por supuesto a mí se me pusieron los ojos como platos y le dije que por mí encantado, si él lo veía factible. Luís contactó con Guillermo y éste accedió encantado. No olvidéis que entre sus proyectos está  el realizar una nueva adaptación de la novela de Shelley, que esperemos llegue pronto. El prólogo que ha escrito, aparte de la inspiración que haya podido tener gracias a la lectura previa del libro (Guillermo pidió leer el libro al completo antes de ponerse con el prólogo), demuestra el gran conocimiento y admiración que tiene de la figura de Whale y del personaje de la criatura de Frankenstein y de todo el significado que la rodea. Yo nunca seré capaz de demostrarle lo suficiente el honor que supone para mí que mí nombre acompañe al suyo para siempre en las bibliografías. No quepo en mí de orgullo.

Es muy cierto lo que dices,  Del Toro no se cubre con una faena de alivio, sino que entrega ese pequeño análisis de Whale realmente perspicaz, incluida una idea-fuerza brillante: “el miedo a ser mirado”.

 Efectivamente; yo quedé gratamente sorprendido cuando recibí el prólogo y, a diferencia de lo que esperaba, que era un texto amable pero de compromiso, pude leer un agudo y extenso análisis de la figura de Whale y de lo que éste había hecho con el personaje de la criatura, como una forma de representarse a sí mismo.

Su sexualidad, vivida con cierta naturalidad, y en mucho mayor grado su origen de clase que él siempre pretendió borrar, determinaron una psicología particular que se traduce, sublimada, en ese sentido del (cine de) horror tan único y tan moderno en sus mejores expresiones.

Curiosamente Whale parecía sentirse diferente, en el sentido de “anormal”, más por su origen proletario que por su homosexualidad. Desde siempre trató de maquillar la clase social de la que procedía intentado esconder su origen mediante su dicción aristocrática y sus maneras elegantes y amaneradas. En realidad yo creo que era una víctima de la clasista sociedad británica de la época, por un lado, y, por otro, de la inquietud que le producía no sentirse parte de la clase social en la que nació, pretendiendo a toda costa ganar el estatus social al que realmente aspiraba y al que creía pertenecer espiritualmente. En relación con esto, es fácil ver cierto sentimiento de revancha que materializó en su trato con Karloff, quien procedía de una familia de diplomáticos y en cambio representaba en la pantalla, casi siempre, lo más bajo de la sociedad. Whale se refería a él despectivamente como “el camionero” (en alusión a una de sus ocupaciones antes de poder vivir del cine), cuando en realidad era el propio Whale quien tenía una procedencia “plebeya”. En cambio, su homosexualidad parece que no era  algo que le preocupara demasiado y no escondía esa parte tan importante de su personalidad. Ese “sentirse diferente” se tradujo en la peculiar representación que realizó del personaje de la criatura de Frankenstein, sobre todo, pero también en la figura del hombre invisible. A ambos los utilizó como una metáfora de sí mismo y de su posición ante el mundo. La modernidad de la que hablas está más presente en el desinhibido modo en que enriquecía con todo tipo de matices la crítica o reivindicación que claramente pretendía, muy especialmente en La novia de Frankenstein.

Con los actores durante el rodaje de "Journey's end" (1930)

En el comienzo del libro dedicado a su etapa de formación resulta de gran interés, aparte de lo arriba comentado, su época teatral. Esta terminará por ser la entrada a Hollywood gracias al gran éxito del drama bélico, muy personal, Journey’s end (1930).

Aparte de sus inicios en la pintura, las aspiraciones artísticas de Whale siempre tuvieron al teatro como objetivo principal. Dirigir la obra Journey´s End en Inglaterra le llevó a barajar la posibilidad de volver a hacerlo en Broadway, y así viajó a los Estados Unidos. Teniendo en cuenta el éxito que le acompañó y el momento que estaba viviendo el mundo del cine, en pleno paso del mudo al sonoro, Whale se puso en la línea de tiro para poder ser elegido como uno de aquellos profesionales del teatro que fueron contratados para trabajar en el cine como director de diálogos, supliendo así la inexperiencia de los auténticos directores de cine a la hora de dirigir a actores que hablaban. Una vez dentro de la industria del cine, le llegó la oportunidad de dirigir, y qué mejor que la adaptación de una obra teatral que conocía tan bien y que tenía testado el éxito frente al público como Journey´s End.

Cuando hace cine la herencia teatral quizás se nota en el tratamiento de los actores pero en absoluto en su estilo formal, más bien ágil y moderno.

A Whale le vino muy bien su experiencia teatral, donde los actores lo son casi todo, para que sus intérpretes en el cine dieran lo mejor de sí mismos. Efectivamente ese background que traía del teatro de ningún modo fue un lastre. Whale supo ver las posibilidades que daba el cine, tan diferentes del teatro, y experimentó con esos nuevos recursos sin anquilosarse en lo que ya sabía hacer encima de un escenario. 

En el análisis de la puesta en escena que haces, esa manera que tenía el mejor Whale de reconstruir el encuadre directamente con los movimientos de los actores, una tensión, un diálogo entre el espacio y las figuras, encuentro muchas anticipaciones de lo que propondrá Terence Fisher.

Sí, como parte de su estilo Whale movía la cámara a través de la escena acompañando a los personajes, que le servían como una especie de eje del encuadre. Eso da una sensación de dinamismo a los planos aun cuando se tratara de secuencias que ocurrieran en una habitación y que posiblemente cualquier otro hubiera despachado con un plano americano u otro más general. Sobre la analogía que encuentras con Fisher, quizás este último, dada su más larga filmografía, tuvo muchas más posibilidades de depurar y practicar su estilo.

Señalas con insistencia lo natural de los interludios cómicos dentro de la producción horrorífica de la época, pero a la vez delimitas la diferencia con respecto al tono constantemente irónico que impone Whale a sus películas dentro del género.

Salvo muy contadas excepciones, una de las características del cine de terror de la Universal de los treinta y los cuarenta era la casi obligatoria inclusión de un personaje o un pasaje de cierto humor. Yo creo que se trataba más de una concesión al público, con la que darle un abanico más amplio de registros y contentar al mayor número posible de espectadores. De algún modo ese toque humorístico anticipa lo que sería el detritus en que se convirtió el género gracias a las películas de Abbott y Costello. En cambio,  Whale aporta también ese tono en su cine de terror, sobre todo en The Old Dark House, El hombre invisible y La novia de Frankenstein, pero de una manera más personal, provocadora e incluso satírica. En El doctor Frankenstein, quizás por ser la primera, esa introducción del humor está más dentro de los cánones habituales de toda la producción terrorífica de la Universal; pero luego se desmelena.

Esa mezcla genérica y esa violentación humorística de las expectativas del público está muy bien representada en The Old Dark House  un film que me gusta mucho. Vista ahora no se sabe si es tremendamente arcaica o absolutamente moderna. Un film de rara autoconsciencia y sentido del deliro, en cualquier caso.

Si seguimos centrados en el cine de terror de Whale, The Old Dark House es la más extraña de todas, pareciendo no saber muy bien hacia donde va, e introduciendo pasajes y personajes absolutamente delirantes. Cosa que, creo yo, la hacen fascinante en muchos momentos. Es como una especie de sucesión de pasajes pensados por separado, sin que exista demasiada progresión dramática en el argumento, pero también muy en la línea de las típicas películas de casas encantadas desde The Cat and the Canary. Muy teatral también.

¿Se puede decir que el primer Frankenstein lo hizo para el estudio y el segundo lo hizo para él?

El primer Frankenstein le llegó de rebote, entre una serie de proyectos entre los que se le dio a elegir. Piensa que el guión, que adapta la obra teatral de Peggy Webling, ya estaba escrito en su mayor parte y tenía la tiranía de seguir unas pautas que marcaban al personaje y a la obra de teatro previa; pues poco tiene que ver la película con la novela de Mary. W. Shelley. En cambio, La novia de Frankenstein es un proyecto totalmente personal, donde se le dio libertad creativa absoluta; cosa que salta a la vista, y donde la personalidad de Whale está presente en cada fotograma y en cada línea del guión.

¿Por qué le eligieron finalmente para El doctor Frankenstein? No tenía ningún antecedente fantastique.

Bueno, en 1931 era complicado tener antecedentes en el fantástico, pues el cine aun estaba en pleno período de desarrollo. En realidad dirigir El doctor Frankenstein no fue más que una casualidad, pues fue la elección que hizo entre un grupo de proyectos sobre el que le dieron a escoger; ya te lo comentaba antes. No cabe duda que acertó de pleno.

Un ítem curiosidades: aportas tú granito de arena al “misterio Lugosi/Frankenstein”

Bueno, no hago más que hacerme eco de lo que se cuenta que parece sucedió en realidad. Parece muy creíble que esa historia que contaba Lugosi sobre el rechazo del papel del monstruo (eso de que sus fans no le verían la cara tras tanto maquillaje,…) suena más a excusa inventada por él mismo o por el estudio para no desprestigiar su condición de estrella. Es más verosímil pensar que en realidad Whale lo rechazó por no creer que fuera adecuado a la concepción que él tenía del personaje; tras lo que escogió a Karloff.

A La novia de Frankenstein podríamos dedicarle un monográfico. ¿Qué es lo que tiene este milagro? ¿Está “todo Whale” contenido en él?

La magia de La novia de Frankenstein está en lo rara avis que es aun hoy día, cuando han pasado décadas de películas tras ella. Pese a ello, es una película sin ascendientes ni descendientes, única. Y sí, creo que deben existir muy pocas películas en las que la personalidad de su director esté tan presente (en la superficie y en el fondo) como en este caso.

Ernest Thesiger y Elsa Lanchester roban la película. Sus personajes son geniales desde el diseño hasta la interpretación. Thesiger era un actor recurrente en su filmografía y ya lo conocía del teatro en Inglaterra.

Sí, además con Thesiger tenía en común que también era homosexual, y de alguna manera es como un alter ego de Whale en la película, a través de quien se expresa. Y tanto la interpretación como el actor están perfectos; son el alma de la cinta. Elsa (salvando el prólogo), al tener una aparición más episódica no tiene tanto peso. Con todo, en esa película nació otro icono del cine gracias a ella.

El hombre invisible (1933), en cambio, no me entusiasma. Cuando aparecen los efectos es brillante, complicadísimos de realizar como explicas y todavía resistentes,  pero el resto lo noto, paradójicamente, envejecido y poco ágil.

El hombre invisible es una película más convencional desde todos los puntos de vista, además de la más equilibrada de todas. Aún así, esa rectitud es cierto que la hace la menos sugestiva, pese a ser muy entretenida y mostrar a Whale también tras ella. Yo no la noto envejecida como dices, quizás no es esa la palabra. Creo que la palabra que mejor la define es, como ya he dicho, convencional.

Una de las intenciones del estudio es la de reinvidicar a Whale como autor total, no solo por sus aportes al fantástico. ¿Existe una correlación de estilo entre ambas vertientes, contamina el hecho de ser ajeno al horror su personal visión del mismo?

Lo que en realidad quería Universal, tanto con Whale como con Karloff, era explotar comercialmente a esas dos personalidades que había descubierto para el cine fantástico, rentabilizando en la medida de lo posible el tremendo éxito conseguido por El doctor Frankenstein. Yo no creo que podamos decir que era “ajeno” al horror cuando en realidad el género como tal se estaba creando en aquel momento. Y sí, existía cierta continuidad del estilo adquirido en el cine de terror en el resto de proyectos, pero dado que estos eran en su mayoría encargos, por los que Whale no parecía sentir mucha pasión, la materialización de ese estilo en algunos casos no es más que anecdótico.

El cualquier caso el cuarteto de películas de horror ocupa la mayor parte del libro dejando el resto de su filmografía  para un tratamiento más sintético. ¿Tuviste dudas con respecto a que esta estructura pudiera resultara desequilibrada?

Sí tuve dudas,… a más de uno le pregunté sobre el particular; pero es que esa era la estructura que me pedía el cuerpo. Piensa que sin esas cuatro películas Whale no hubiera sido quien fue, y con toda seguridad hoy no se acordaría de él nadie. Whale, básicamente, es esas cuatro películas de terror.

¿Entre todas las películas que rodó fuera del terror cuáles recomiendas  con mayor fervor?

 Yo pienso que debieran recuperarse en dvd Journey´s End y The Road Back principalmente, pues –a pesar del fiasco que provocó la censura en la segunda de ellas– son muy buenas representantes de su otro género preferido: el bélico

Al principio del volumen ya anuncias la extraordinaria dificultad para visionar su filmografía. Pese a que alguna se te ha quedado sin ver restañas esta carencia con un enorme esfuerzo documental, caso de The road back (1937), un proyecto extraordinariamente frustrante para el autor.

En ese caso particular te equivocas; sí he podido ver The Road Back. Si vuelves a repasar el texto, aunque destaco la dificultad de ver esta película y lo lamentable del hecho, hablo en general, no en mi caso particular; pues observarás en párrafos posteriores que describo y llamo la atención sobre tres escenas muy concretas, al igual que hago referencia a la desvirtuación de la esencia de la novela y al desequilibrio entre los distintos tonos conseguidos. Obvio es que para hablar así he necesitado ver la película (cuando quieras te hago una copia). No obstante, no eres el único que ha entendido esto así, quizás por que no me he expresado en ese pasaje con claridad. Pero es que yo parto de la base de no hablar de oídas; si tengo que hablar sobre algo que no he visto destaco claramente la fuente, no hago mías palabras de otro.

Entre lo mucho que desconocía sobre Whale está el hecho de que accede a la industria como director de diálogos muy a principios del sonoro, participando incluso en aquel delirio de Howard Hughes que fue Hell´s Angels (1930).

Como ya hablábamos antes, cuando el cine comienza a ser sonoro, los antiguos directores de cine se encontraron con un nuevo problema en el que no tenían ninguna experiencia: eso tan vital hoy en día (pese al doblaje) que es la interpretación del actor a través de sus propias palabras. Hollywood recurrió entonces a profesionales del teatro, cuyo trabajo estaba muy basado en trabajar con la voz. Por ello contrató a directores teatrales para que asesoraran al director real e incluso para que dirigieran directamente las escenas con diálogo, al menos en lo que concernía al diálogo en sí mismo, al trabajo con los actores, no a la puesta en escena que lo acompañara. Uno de ellos fue James Whale, que había viajado a Estados Unidos para representar su gran éxito en Londres: Journey´s End. El éxito acompañó también en el estreno en Broadway, y seguramente fue eso lo que provocó que la Paramount se fijara en él para contratarlo como director de diálogos. Con Paramount trabajo en The Love Doctor, antes de que Howard Hughes le contratara para ayudarle a rehacer Los ángeles del infierno. Hughes ya había dado por terminada su monumental (por cara y laboriosa, no por otra cosa) película muda, justo cuando el sonoro empezaba a causar sensación. Hughes tuvo claro que era un suicidio comercial estrenar una película muda de esas características en ese momento, y decidió rehacerla sonora, sustituyendo todas las escenas que debían llevar diálogo. Esa fue la función de Whale, en este caso sin mucho éxito, pues la película, exceptuando sus escenas bélicas, es muy mala.

Su decadencia, casi una caída en desgracia dentro del negocio, fue vertiginosa por culpa de una serie de circunstancias mezcladas. Además cayó desde una posición de privilegio. En el libro das idea de que tras La novia… era un director-estrella y que quizás no supo controlarlo.

Por lo que he podido leer e intuir durante la redacción del libro, yo creo que la base de su caída en desgracia estuvo en su carácter independiente y protestón, y en su personalidad abiertamente homosexual; aunque hay opiniones para todos los gustos. Hay incluso actrices que trabajaron con él que parecen decir que en ningún momento sospecharon que fuera homosexual.

 No me resulta nada extraño que lo mejor de la carrera de Whale tuviera lugar durante la época del pre-code.

 Es obvio que si las mayores virtudes del mejor cine de Whale (el de terror) se encuentran en el terreno de lo irónico, de la crítica a la iglesia, de las alusiones homosexuales y de su claro afán provocador, no es difícil pensar que lo hubiera tenido muy difícil cuando el Código Hays estuviera de plena actualidad, a partir de 1936. Desde ese punto de vista tuvo bastante suerte.

 ¿Nunca volvió a disfrutar, se convirtió en un profesional y punto?

 A diferencia de otros directores clásicos –que aunque fueran artistas vistos décadas después, no se consideraban para nada eso ellos mismos, sino simples técnicos al servicio del estudio–, Whale tenía muy claro que era un artista. Así, cuando le ponían problemas para expresarse de forma personal y le relegaban a proyectos de segunda fila y de escaso interés, Whale se sentía desaprovechado y humillado. Pero tenía que comer…

Todo lo centrado en su retiro y muerte es extraño, melancólico.

 Whale parecía un hombre muy vital, siendo para él el arte una parte muy importante de su vida. La enfermedad que sufrió ya no le dejaba disfrutar de esos placeres, ni de ningún otro; y eso le llevó a desesperarse y a tomar la terrible decisión de quitarse la vida. Si a eso le unes el secretismo que hubo en un primer momento sobre las circunstancias de su muerte y los rumores escabrosos que trajo consigo, el cóctel ya está montado.

Qué te parece el Dioses y monstruos de Bill Condon y el James Whale de Ian McKellen, por cierto.

 Me parece una película (como la novela en que se basa) muy conseguida y muy ilustrativa de lo que fue James Whale en su vida personal; ¡si hasta Brendan Fraser está bien! Transmite muy bien la angustia del fin de la juventud, de la desazón  que crea el recuerdo de unos tiempos pasados que nunca volverán, y de cómo Whale veía su fin muy cercano.

Cerremos con un poco más de alegría. El libro es excelente, redescubres a un director completo y das idea del Hollywood fascinante de los 30. ¿Has quedado satisfecho o queda algo que piensas podrías haber hecho mejor?

 En términos generales estoy satisfecho. El libro está teniendo muy buena acogida crítica; veremos que pasa con las ventas. No obstante, soy muy crítico conmigo mismo (al menos en lo que respecta al ejercicio de escribir) y siempre se piensa que uno lo pudo hacer mejor; y en esas estamos, intentando mejorar. Creo que fue Antonio José Navarro quien dijo que el que te publiquen es todo un privilegio, por eso uno debe esforzarse al máximo a la hora de escribir, y seguir siempre aprendiendo y aprendiendo, de los demás y de uno mismo; para no defraudar al lector.

Mil gracias y la despedida es tuya.

Sólo decirte que el tuyo es un blog de los más agudos e interesantes que conozco en relación con el mundo del cine; por eso las gracias te las doy  yo a ti. En cuanto al libro, espero que los lectores lo compren, lo lean y lo disfruten, y que piensen que cuando escribo siempre les llevo en mis pensamientos.