"Los que no bailan `purifican sus penas oyendo tangos tristes y los que bailan buscan que el abrazo las redima".
Me hizo acordar a mi.
La caña me calentaba. Me acerque a la pequeña puerta casi tapada por el árbol. Intencionadamente la llovizna mojaba allí mas que en otros lados. El cartel de la puerta solo decía "Salida Mágica". Me quede ahí, como quien se acerca a casa de amigos o amores extintos y se queda parado sin golpear y sin irse. Entonces sucedieron dos cosas que quebraron aquella bucólica milonga de diseño: Apenas comenzaron a sonar los primeros compases de "Mi reflexion" hubo un revuelo en la mesa de despedida de la milongueridad, Toto Canguela se libero del abrazo de sus amigos y su pareja y a las patadas tiro la mesa, el cartel y las bebidas. Poseído como estaba cabeceó a la primer mujer a la que vio y se fue para la pista donde se puso a bailar con profusión de ganchos y entusiasmo. Un momento más tarde un nutrido grupo de personas entre las que se encontraba el Pibe Pergamino vino casi corriendo de la pista blanca. Oí murmullos, comentarios, voces : "Están cerrando el festival, los inspectores están cerrando el festival" "El señor Divino y su guardia de samurais inmortales lucharan para que sigamos bailando" o "han caído, las tres primeras pistas han caído" comentarios últimos dichos por algunos fanáticos de "Juego de Tronos".
Me acerqué a Pergamino. "Es verdad lo que dicen pero tenemos tiempo de llegar hasta la ultima pista a buscar a Helena" me dijo. Le mostré el mensaje no mandado y el poema de Lord Byron con el que la muchacha se despedia. "Oh,Oh," dijo. y "Bueno, igual seguimos hasta que nos echen" Reunimos a los componentes del grupo y decidimos apurar las pistas, antes que la avalancha de la prohibicion nos privara de llegar hasta el final. Las muchachas y Pelandrun buscaban a Laura y El Indio hasta que les dije que los había visto irse por la puerta. En condescendiente connivencia no dijeron de buscarlos. Por algún fallo técnico los aspersores comenzaron a llover mas fuerte bajo el cielo pintado y sobre las mesas de chapa, haciendo mucho ruido y sintonizando con mi estado emocional. Los intrépidos trepadores y algunos pantalones chamuscados por el empeño de Vieytes y Luconi habían desaparecido. El musicalizador se refugiaba con más bolsas, protegiendo el ordenador y gastando las ultimas tandas para las pocas parejas que seguían bailando con su compás intacto y que no se desbandaban como la mayoría. El pulpero guardaba la bebida y los sanguches. Algunos de la fallida despedida milonguera, "cambiaban de rumbo enderezando hacia el hogar" y otros se guarecían debajo del portón de la iglesia intentando proteger a la pareja de Canguela que lloraba a los gritos mientras el arrepentido despedido seguía bailando eufórico. Pasamos por la puerta de salida en donde el reloj gigante seguía sin marcarla hora real, las cinco de la mañana según mi traidor móvil. Dejamos atrás a Tres samurais que armados con katanas de gomaespuma iban convocados a confrontar y contener las fuerzas del orden en las primeras pistas y seguimos adelante para acumular más recuerdos que alguna vez rescataran del olvido a este festival que era un refugio y un estado de animo.
Y que se estaba muriendo.