Balada de pájaros cantores y serpientes es la precuela de la exitosa trilogía Los Juegos del Hambre, una distopía juvenil de Suzanne Collins que en su día me cautivó y cuyas versiones cinematográficas me encantaron. Cuando descubrí que iba a publicarse una nueva historia sobre esta temática me ilusioné mucho, pero reconozco que me desinflé cuando leí en su sinopsis que este libro no giraría en torno al personaje de Katniss Everdeen y su vida años después de su revolución contra el Capitolio, ya que me hubiese gustado mucho conocer qué tipo de sociedad se construyó y qué pasó con la joven y su familia. En lugar de esto, esta novela nos muestra a un Coriolanus Snow (el futuro presidente de Panem) adolescente, y esto, en principio, no me motivaba nada. Así que fui postergando la lectura de Balada de pájaros cantores y serpientes durante meses, hasta que me decidí a plantarme frente a este libro con unas expectativas bastante bajitas. Me equivocaba.
Y me equivocaba porque, con diferentes escenarios y actores, en este libro la esencia de Los Juegos del Hambre está ahí: grandes dosis de crueldad, miseria, seres humanos llevados al límite, supervivencia, sangre, traiciones… si a esto le añadimos que por fin comprenderemos ciertos elementos de la trilogía original y que el libro tiene varios picos de intensidad con un final agobiante, se convierte en una lectura obligatoria para los amantes del universo creado por Collins.
Para que te sitúes, todo comienza con un Coriolanus Snow de 16 años que a diario debe intentar conseguir comida para él, su prima y su familia (exactamente como Katniss) aunque viviendo en un apartamento del Capitolio. La guerra contra los distritos ha empobrecido la ciudad y hecho perder muchos privilegios a la, antaño, próspera y respetable familia Snow y ahora Coriolanus debe intentar aparentar y estudiar en la Academia para labrarse un prometedor futuro en un buen cargo de poder. Pero una de las pruebas que debe superar para conseguir una beca es hacer de mentor de Lucy Gray (la tributo del Distrito 12), quien participa en los décimos Juegos del Hambre, e intentar que la chica gane o, al menos, lograr que los juegos se vuelvan más populares entre los habitantes del Capitolio. Conforme conoce a la encantadora y astuta Lucy, Coriolanus se va enamorando de ella y esto, unido a su gran ambición, le llevan a hacer trampas para ganar la competición, que en esta época, por cierto, es bastante más rudimentaria a como la vimos en Los Juegos del Hambre. Como castigo, Snow es llevado a entrenarse como vigilante de la paz al Distrito 12, donde una serie de vivencias y circunstancias harán que forje su personalidad artera y egoísta, propia del dictador que vimos en la trilogía.
Como comentaba anteriormente, Balada de pájaros cantores y serpientes tiene los ingredientes que nos dejaron en estado de shock en los primeros libros, con unos críos que deben matarse entre ellos y, frecuentemente, sucumbir al hambre, la sed o las enfermedades en una arena que recuerda a las peleas entre gladiadores. Fuera de la arena, otros personajes como Snow, intentarán jugar a otras cosas, tampoco exentas de crueldad y sangre y no únicamente por la supervivencia. En esta precuela, podremos entender la relación amor-odio que en un futuro Coriolanus tendrá con Katniss, quien quizá le recuerde a su amor de juventud; el motivo por el que le gustan tanto las rosas (su abuela las cultivaba en el tejado de su apartamento) y el porqué el presidente no se permite tener nunca ninguna flaqueza. Además, veremos el germen de lo que serán los futuros juegos, que evolucionarán a partir de ideas vertidas en este libro hasta convertirse en un espectáculo tan multitudinario como macabro, así como asistiremos a los primeros coqueteos de científicos del Capitolio con la tecnología y mutaciones genéticas que vendrán después. Sin olvidar que descubriremos el origen de algunas canciones (como la del árbol del ahorcado) o costumbres del Distrito 12, algo no menos interesante.
Aunque no era lo que en un principio me esperaba, Balada de pájaros cantores y serpientes me ha parecido una lectura muy buena, con pasajes sorprendentes y un protagonista (Snow) magníficamente desarrollado, al que a ratos se le toma incluso simpatía, a pesar de que nos enseña una perspectiva muy diferente a la de los Distritos, y que muestra unos signos de humanidad que acaban siendo aplastados por su ambición y mezquindad. El final tiene un giro muy inesperado y te deja casi sin aliento, y mi impresión global es que, durante unas horas, ha sido un horrible placer volver a Panem. Y ojalá Suzanne Collins vuelva pronto a soltarnos por aquí.
Panem hoy, Panem mañana, Panem siempre.