1937: los monos de un circo aúllan salvajes dentro de su jaula mientras, en el exterior, los hombres se matan en otro circo: la guerra civil española, que sigue su curso. El payaso tonto del circo, reclutado a la fuerza por los milicianos, termina perpetrando, sin abandonar su disfraz, una carnicería a machetazos entre las filas del bando Nacional. Así da comienzo una historia de venganza en la que Javier y Sergio, dos terroríficos y desfigurados payasos, se enfrentarán a muerte por el ambiguo amor de una bailarina durante la era del franquismo.
Ha vuelto el Alex de la Iglesia que todos echábamos de menos. Ese Alex que sorprendió con Acción Mutante (1993) y nos encantó con El Dia de la Bestia (1995). El mismo director que creó esa pequeña joya del humor negro que es La Comunidad (2000) y que intentó repetir formula años después con Crimen Ferpecto (2004). Atrás queda la olvidable Los Crímenes de Oxford (2008), a la que considero el mayor borrón en la carrera de este director.
Del trío protagonista hay que destacar a Carlos Areces y Antonio de la Torre. El primero es capaz de pasar de unos registros cómicos a los que ya nos tenía acostumbrados a cotas mucho más bizarras y desgarradoras, y el segundo vuelve a demostrar que es uno de los grandes actores de este país, no tan reconocido como otros que acaparan portadas. Carolina Bang cumple, sin más, al igual que el resto de secundarios (Santiago Segura, Fernando Guillén Cuervo, Enrique Villén, Sancho Gracia o Juan Luis Galiardo).
Además, la película está muy bien rodada, a pesar del exceso del que peca y de la complicada mezcla de comedia, humor negro, violencia, tragedia, con pasajes sumergidos por completo en lo absurdo, lo bizarro y lo grotesco. Como retrospectiva de la España de la posguerra es genial, dejando de lado todo ese almíbar y la corrección bastante alejada de la realidad de "Cuéntame". Desde el principio se ofrece una radiografía de España, con mención especial a los tremendos títulos de crédito inciales, tan rotundos y tan abrumadores que te clavan a la butaca y te sirven de aperitivo y bautismo de fuego para lo que viene después. Y el final en el Valle de los Caídos es brutal y muy similar en su fórmula y planteamiento al desenlace de El Día de la Bestia.
Evidentemente, no es una película perfecta, no es un brillante ejercicio de cinematografía academicista y es políticamente incorrecta (expresión que encaja mejor que nunca). También tiene algún defecto a la hora de resolver un par de planteamientos y pasa de puntillas por aspectos que merecerían una explicación de mayor enjundia. A cambio, es una película bruta y sin complejos, rodada con el corazón y con las entrañas, que provoca sensaciones en el espectador cosa que, al fin y al cabo, es lo que el cine debería hacer siempre: generar reacciones de todo tipo. Una fuerza inusitada está presente en todos y cada uno de los fotogramas y eso, en conjunto, es arrebatador. Suelen decir que "el que no arriesga no gana". Pues bien, la última película de Alex de la Iglesia hasta la fecha es una osadía y un atrevimiento monumental...