'Balada triste de trompeta': Mazazo de símbolos, violencia y desesperanza

Publicado el 21 diciembre 2010 por Davicine
Las críticas de Carlos Cuesta: Balada triste de trompeta

Potente, simbólica, violenta, aterradora y muy personal. La última película de Álex de la Iglesia le mantiene fiel a su estilo en una creación de difícil definición en la que me es imposible establecer la proporción de cada uno de sus elementos; todos están adheridos unos a otros como el napalm se fija a la carne. Nuevo baile con el riesgo por parte del realizador, que ya tiene en su haber con este filme dos premios del Festival de Venecia por la dirección y el guión.
Balada Triste de Trompeta es una sádica incursión al amor, el deseo, la infancia perdida, los anhelos y la locura situada en dos de los capítulos más oscuros de la historia española: la Guerra Civil y la dictadura de Franco. Un niño perteneciente a una saga familiar de payasos tiene que padecer cómo su padre es reclutado  forzosamente por el ejército republicano, retenido por las autoridades falangistas y obligado como muchos otros a realizar trabajos forzados para levantar el Valle de los Caídos.
El padre del niño (el Payaso Tonto interpretado por Santiago Segura) perderá la razón hasta el punto de arengar a su hijo con el deseo de ser payaso triste mezclado con el de vengarse como única forma de ser feliz. El futuro le dará a ese chaval llamado Javier (Carlos Areces) la oportunidad de ser el payaso triste como segundón a las órdenes de un popular payaso de circo (Antonio de la Torre encarnará y descarnará a Sergio), muy violento, irascible y peligroso.
El destino volverá a portarse mezquinamente con Javier cuando ponga ante sus ojos una maravilla escultural, una trapecista de circo llamada Natalia (Carolina Bang), atrapada en una fogosa y malsana relación con Sergio basada en el sexo, la violencia y el miedo. Javier, como en el espectáculo, estará a la sombra del payaso gracioso. El deseo honesto de proteger a la mujer, inseparable del deseo carnal y la fragilidad psicológica de Javier darán lugar una mezcla explosiva con el carácter violento y posesivo de Sergio, forjando una relación de odio hasta las últimas consecuencias.
Despliegue total de medios para dar vida a una historia que sólo puede ser interpretada con las claves del cine de Álex de la Iglesia, quizá en forma de fábula, de sueño o pesadilla onírica. Pocos como él saben escoger qué símbolos colocar juntos para que salte el interruptor de nuestras mentes y tengamos la  sensación de que una idea fuerte y anclada en nosotros parece revivir con la imagen que despide la pantalla, por ello el inicio espectacular de los créditos (mezclando personajes queridos con personajes infames, payasos con dictadores) nos hace esperar una película salvaje y en efecto, nos da dos o tres tazas.
El arranque no puede ser mejor, a pesar del abuso de esa fórmula de empleo de evocadoras imágenes del pasado de España. Nos promete una historia imposible pero creíble en base a ciertas normas, donde la nostalgia, la desdicha y la promesa de un final terrible remueve nuestras entrañas en un ejercicio de auténtico cine que no esta al alcance muchos directores.
A partir de ahí parece adoptar la premisa de la venganza y toma, entre otras cosas, los símbolos franquistas para vengarse de ellos y desentierra algunos cadáveres que en mi opinión es mejor no desentarrar para según que cosas y según de qué manera. Pero ya es demasiado tarde para frenar el carro y la libertad creativa degenera en una orgía de violencia y mutilación y automutilación (mental y física) que genera miedo, terror y repugnancia al tiempo que una fastuosa Carolina Bang nos ofrece de continuo la sensualidad de su busto levantado, lo que mezclado con el asco, da lugar a una sensación incómoda y nueva.
Innegable éxito de actuación para Antonio de la Torre y complicado hacerlo mejor para Carlos Areces que salta del surrealismo de la tropa de Joaquín Reyes o otro mucho más extremo y difícil, el de Álex de la Iglesia (que en muchos casos bebe de las mismas fuentes). Mientras, Carolina Bang nos ofrece caras de horror que ya vivimos en el colosal anuncio contra la droga Bad Night (también de Álex de la Iglesia); inflama el deseo en los personajes y en los espectadores. El tiempo dirá si es más que una musa. Sobre Santiago Segura, qué decir además de su bestial escena de un payaso liándose a machetazos en pleno lance de la Guerra Civil: pues que el resto mal, que no está a la altura de los diálogos que se le ofrecen. El resto de los secundarios se mueven en una consecución de diálogos de calidad donde el humor negro es la salsa en la todos mojan.
En relativo estado de shock, permanecía sentado en la butaca mientras dos jóvenes salían de la sala. Dos señores, señor y señora, de unos sesenta o setenta años, resumían: "original es". El acomodador resolvía el entuerto: "A mí, ésta, me ha gustado. Es Álex de la Iglesia, o le odias, o le amas". Yo no sé lo que pretendía. Directamente creo que está loco.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.