"¿Por qué quieres ser payaso?.
Porque si no fuese payaso, sería un asesino".
Si tuviese que elegir una única palabra para definir el último trabajo de Alex de la Iglesia sería la de "apabullante".
Apabullante e impactante vorágine vertiginosa que te zarandea y te descompone, te golpea y te noquea, Y que se mueve en territorios que van de lo asombroso a lo espectacular.
Así es "Balada triste de trompeta".
Este explosivo ejercicio cinematográfico, de autor consagrado, al alcance de muy pocos, este ejemplo de poderosa antinostalgia grandguiñolesca y visual, que destila refinado gusto por la cultura pop (siempre presente en el cine de Alex de la Iglesia), por las referencias a cientos de cosas con las que crecimos, por el comic más visceral, viene a ser lo mismo que subirse a la, alocada y carente de frenos, montaña rusa de nuestra historia, de nuestra infancia como personas individuales y como nación. Subirse a lo más alto de la misma para que, luego, una vez acabado el viaje, quedemos maravillados ante un inconmensurable espectáculo circense en el que, irremediablemente, acabaremos enamorados de la trapecista, diosa inalcanzable que sobrevuela nuestras vidas terrenales y tristes.
Muy tristes.
Posmoderna relectura de la tradición cinematográfica y estandarte y glorificación del espíritu "ascopena", te atrapa (en gran medida gracias a la portentosa música de Roque Baños) desde esos brutales títulos de crédito que son todo un estallido de imágenes (no debemos olvidar que el cine de de la Iglesia siempre ha sido un torrente de imaginería visual sin igual, independiéntemente de que fuese mejor o peor la calidad de lo expuesto), y que son la representación liberada de los recuerdos de una generación, de un niño que no entiende bien lo que acontece en el mundo, el sinsentido, que le rodea, encontrando tan sólo un remanso de paz, un eje central al que asir su crecimiento emocional, en el espectáculo televisivo de "Los Payasos".
Catarsis interna, película exorcizadora (con la que Alex de la Iglesia regresa a sus orígenes, pero sin olvidar toda su trayectoria) de un dolor latente en nuestra memoria y en la del mismo director. Ya en los mencionados créditos queda perfecta, y trístemente, reflejado nuestra Historia más reciente y gris, donde los seres humanos, como ocurre en gran parte del metraje, se comportan más como animales, como bestias, que como lo que deberían ser. Tal vez, ese oscurantismo que albergaban en sus vidas, tristes, aburridas, controladas, repletas de pobreza, hiciese que uno no pudiese ser de otra manera.
Es innegable que hay (ha habido y me temo habrá siempre) dos Españas (algunas veces, esa dualidad está presente en una misma persona), infectadas de violencia sin sentido y grotescas acusaciones de odio y amargura sempiterno.
Dos partes de un mismo todo condenadas a no entenderse.
.
Los de derechas contra los de izquierdas, los del Madrid contra los del Barcelona, los que prefieren carne frente a los que eligen el pescado, ética versus religión, playa frente a montaña, hombre contra mujer, cine contra deuvedé, papel frente a e-book...
...Al igual que (casi) todo en la vida, el cine de Alex de la Iglesia ha pivotado siempre, ha tenido como eje gravitacional propio, la contraposición y la lucha (mortal en la mayoría de las ocasiones) de dos seres antagónicos (no siempre necesariamente siempre simbolizan el bien contra el mal) y si no, repasen su filmografía para comprobarlo: mutantes y marginados enfrentados a ricos y pijos ("Acción Mutante"), curas y heavys enfrentándose al mismísimo Satanás ("El día de la Bestia"), asesinos enfrentándose a su destino ("Perdita Durango"), cómicos inseparables que pasan de la cordialidad al odio sanguinolento ("Muertos de risa"), enfrentamientos para conseguir una "herencia" ("La comunidad"), secretos mortales con los que chantajear al otro ("Crimen Ferpecto"), mentes privilegiadas en busca de un asesino en serie venido del pasado ("Los crímenes de Oxford")...
Esta vez la pelea entre los dos protagonistas (un Carlos Areces que se presenta ante nosotros como un actor en potencia, siempre y cuando pula esos ticks chanantes que le acompañan en algún momento, y un Antonio de la Torre inconmensurable), el choque de antagonismos, viene propiciada por el amor hacia una misma mujer (Carolina Bang en uno de los mejores personajes femeninos que nos haya ofrecido nunca el director, por más que ese aire masoquista y sumiso que le caracteriza, trístemente presente en un amplio abanico de la población actual, nos sobrepase e incomode en algunos momentos).
Alex de la Iglesia, inmisericorde con sus recuerdos, con los nuestros, ha conseguido, con este compendio de la violencia intrínseca de un pasado que deberíamos mirar con pesar y, por qué no decirlo, con bochorno, su obra maestra (al menos a fecha de hoy), y ha hecho que volviera a sentir ante una película española lo que hacía tiempo que olvidé y que creí no volver a experimentar jamás. Goce y disfrute.
Además, hay que aplaudir que haya logrado salir triunfador en la faceta guionística al no contar con su colaborador habitual, Jorge Guerricaechevarría, artífice de los libretos de sus anteriores trabajos (algo que Iñarritu no puede decir tras su floja, pretenciosa e innecesaria "Biutiful").
Mirando la reacción de Tarantino hacia de la Iglesia en el pasado Festival de Venecia, donde la película recibió el León de Plata a la "Mejor Dirección" y al "Mejor Guión", uno no debería extrañarse, ya que ambos directores, artífices de un universo grotesco muy particular y unas ideas sui géneris apoyadas en el frikismo más o menos desmedido y en la multirreferencialidad cultural, han conseguido con sus últimos trabajos la consagración definitiva, a nivel mundial, como dos directores imprescindibles y referentes en su profesión.
No esperen una comedia al uso, porque no se van a reír en absoluto. Esto es una cruda bofetada de negra ponzoña en todo el rostro.
Y es que "Balada triste de trompeta" es una película, ¡qué digo una película!, ¡un festín visual es lo que es!, que te deja, tras su visionado, un poso oscuro y doloroso gangrenando en la mente de cualquiera que te deforma por dentro como a los protagonistas del film. Un largometraje que, mucho me temo, al igual que hay dos Españas, generará dos grupos totalmente opuestos que no lograrán entenderse. Unos la adorarán hasta el goce místico. Otros la aborrecerán y criticarán "adn nauseam"...
Yo, la adoro.
Y probrecito de tí como no lo hagas tú también, payaso triste...
RESEÑA APARECIDA ORIGINALMENTE EN CINEUÁ, AQUÍ