Pese a que 2020 ha sido un año en el que la gente ha leído más de lo normal, debido a la cuarentena, en mi caso ha sido todo lo contrario puesto que tan sólo he leído veintiocho libros cuando lo habitual es que lea entorno a unos treinta y cinco pero, aún así, estoy satisfecha con mis lecturas para un año en el que, aunque suene irónico, el exceso de trabajo –y hacerlo desde casa- me ha restado mucho tiempo para poder leer tranquilamente.
A comienzos de año me planteé una serie de propósitos lectores y ahora que echo la vista atrás veo que, en términos generales, sí he cumplido con ellos puesto que quería terminar algunas de las series que tenía empezadas y he logrado decir adiós a las protagonizadas por Henry Wilt y su estrambótica familia (escrita por Tom Sharpe) y a Marcus y Sandra (de Donato Carrisi). No pude terminar la protagonizada por Leire Altuna (Ibón Martín) pero sí he avanzado con Los crímenes de Fajällbacka (Camila Läckberg) y la trilogía de Trajano (Santiago Posteguillo). El resto se quedaron esperando a ser leídos.
Otro de los propósitos que me planteé para 2020 fue salir de mi zona de confort y leer a autores clásicos y también lo he cumplido puesto que fue el año en el que me animé a leer a Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe y Wilhelm Busch así como aventurarme con novelas de terror (El gato negro y La maldición de Hill House), fantasía (El amante de Nefertiti, El aviso de los cuervos y El bosque sabe tu nombre) e incluso con una novela de corte romántico-erótico como No eres mi tipo.
También os puedo contar que empecé el año leyendo Estudio en escarlata de Arthur Conan Doyle –libro que disfruté para ser mi primera incursión en los clásicos- y lo terminé con La maldición de Hill House de Shirley Jackson que no cumplió mis expectativas pero entre estos títulos se han colado otros de géneros varios –como os decía anteriormente- pero está más que claro que sigo sintiendo debilidad por el género negro (y sus subgéneros) y las novelas históricas.
Entre los libros que más me han sorprendido se encuentran: Las hijas de la tierra y El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga, si bien es cierto que me decanto más por el primero, son dos novelas que nos presentan a personajes femeninos fuertes en épocas en las que las mujeres no eran tenidas en consideración para nada. Katu beltza o El gato negro de Edgar Allan Poe, un relato clásico que me puso los pelos de punta por la crueldad a la que es sometida el gato en cuestión y que, pese a todo, me sorprendió gratamente la forma en que está escrito. Las tres heridas de Paloma Sánchez Garnica, una historia ambientada en los años de la Guerra Civil que emociona por sí misma y que deja poso después de ser leída.
Entre las lecturas más divertidas se encuentran: La conjura de los necios de John Kennedy Toole, una crítica mordaz e irónica sobre el ser humano y sus miserias así como de la sociedad norteamericana de la época en la que vivió el autor. Max y Moritz de Wilhelm Busch, un cuento que narra las travesuras de dos pillastres de una forma muy particular al estar escrito con rimas divertidas que derrochan mucho humor negro.
También ha habido lecturas que no han cumplido mis expectativas, ya sea porque el listón lo tenían muy alto o porque no ha sido lo que yo esperaba. Le tenía muchas ganas a No llores por un beso de Mary Higgins Clark, la reina del suspense, pero no conseguí conectar con la protagonista principal, ni fue una lectura que consiguiera engancharme y el tema central me pareció muy trillado. Yo, mi, me… contigo de David Safier tampoco cumplió mis expectativas ya que esperaba encontrarme con un libro divertido y el humor que destila me pareció, en esta ocasión, poco trabajado y soez. La maldición de Hill House de Shirley Jackson tampoco cumplió mis expectativas, quizá demasiado altas al saber que fue el libro que inspiró El resplandor, ya que esperaba que se ahondara mucho más en las manifestaciones paranormales de la casa y no fue así, tampoco conseguí empatizar con ninguno de los protagonistas y el final me resulto demasiado predecible.
Por otro lado, han sido muchos los que me han hecho disfrutar y transportarme a otros lugares o épocas pero me quedo con Circo Máximo de Santiago Posteguillo y mi viaje al pasado de la Roma Imperial donde el emperador Trajano consigue conquistar los territorios de Dacia, la emoción de las carreras de cuadrigas, las intrigas, conspiraciones y las batallas que tanto disfruto. El club de la buena estrella de Amy Tan, un libro de relatos conectados entre sí llenos de magia y exotismo oriental pero también es la historia de cuatro mujeres y sus respectivas hijas distancias por su diferente forma de pensar así como de sus miedos, valores, coraje y sentimientos.
Pero la joya literaria del año es, sin lugar a dudas, para Stefan Zweig al que he descubierto con Veinticuatro horas en la vida de una mujer. Autor que me ha sorprendido gratamente por su capacidad para describir la psicología femenina y crear personajes muy humanizados y narrar de forma impecable, soberbia, una crítica social sobre el papel de la mujer a comienzos del siglo XIX.
Esto, en resumidas cuentas, es para lo que ha dado de sí un año que a muchos nos costará olvida pero por delante tenemos otros trescientos sesenta y cinco días que nos depararán un sinfín de cosas aunque lo importante de todo es aprovechar cada momento y quedarse con aquello que nos hace ser felices.
Feliz año nuevo a todos.