Si al vino le quitamos la magia, Don Simón y Elegido son cuatro. No sé si me explico.
Sin glamour, sin filosofía e historia, sin hacer patente el trabajo en la viña, sin revolución, sin distinción, sin espíritu y disposición a la disidencia, sin rechazo al capital y al establishment, sin devoción al campo, sin frikismo y sin interés por conocer, por explorar, por aprender... sin todo eso un Goliardo Caiño del 2009 y una botella de Marques de Caceres son dos vinos tintos. La única diferencia son las matemáticas y, con ellas, uno cuesta 25 euros y el otro 13. Y uno de los dos, además, "es un reserva".
La distancia real entre lo que yo y otros pocos (cada vez menos) defendemos es banal. Para la inmensa mayoría de los consumidores de vino, desde los habituales a los esporádicos, el modo en que se hace el vino, la forma en que se trata al viñedo, la manera en que se comercializa, son cuestiones triviales, insustanciales, o de poco interés. Lo suyo es que aquello, al final, sea asequible y sepa a vino. Y, además, que sepa a vino bajo una serie de cánones claramente establecidos durante décadas y que marcan que el primero de los dos vinos que cito más arriba "no sabe a madera" y "no está etiquetado como reserva", así que: ¿por qué habría de ser más caro?, o aún más allá, ¿por qué habría de ser "mejor"?
Se venderá como rosquillas.
Aún mejor, se venderá por el doble que los demás de la misma categoría, lugar de procedencia y uva, tengan o no contraetiqueta. Y, una vez el vino se venda, una vez logre clientes, logre posiciones en cartas de restaurantes más o menos prestigiosos y una vez se haga conocido para el universo enofriki, ya tendrá asegurada su subsistencia. Incluso podrá pensar en hacer más vino.
Lo que me parece profundamente peligroso, y hay hoy mismo varios ejemplos que lo acreditan, es querer vender la moto de que para salvar al sector del vino hay que hacer que todo, todo, carezca de valor real para el gran público. "Lo importante es que beban vino", es un arma de doble filo que termina, en mi opinión, con la justificación precisa para que alguien pague, de buenas a primeras, más por una botella de Goliardo que por otra de Marques de Caceres Reserva. O ya puestos, pague el triple por un albariño Tricó de 15 euros que por un Protos verdejo de poco más de 5. ¿Por qué?. ¿Que razón hay, sin conocer a José Antonio Lopez, su viña y su especial testarudez, para pagar tres veces mas por su vino blanco seco que por otro que, además, vas a encontrar por doquier?. El Tricó es "rara avis", con poco más de 30.000 botellas frente a los 2 millones que Protos hace de su verdejo.
Basquiat murió a los 28 años de sobredosis. Por uno de sus cuadros se llegaron a pagar más de 11 millones de dólares. La belleza intrínseca de sus obras, que para el gran público pueden ser únicamente garabatos infantiles, la ve con claridad un puñado de personas. Otros nos limitamos a tratar de ver que es lo que nos produce cuando los miramos. Inquietud, alegría, interés, desprecio. Es arte y, como tal, es la cumbre de la subjetividad. Mientras, una inmensa mayoría...mira el precio. Y aún para unos pocos, ese precio es el que es porque la estupidez humana no tiene límite. La belleza, la calidad o la técnica, incluso la pura subjetividad, carecen de sentido para ellos. Son cuadros caros porque siempre hay alguien dispuesto a aparentar. Y punto.
Igual que en el vino pero con una diferencia. A Warhol en el vino lo correrían a gorrazos y lo empujarían a exponer sus obras en el próximo reality de Telecinco.
"Puto viejo pirado", dirían, "a donde vas, pintando latas de sopa...será subnormal".
Lo importante es que beban vino. Que beban. la magia, la poesía, el glamour.... no venden. Lo que vende es Alimentaria y las ferias de Peñín....y el Gran Hermano.
A ver si así
*Fotos: de Basquiat, en la web, del Goliardo en Larpeiros en Cantabría y del Tricó en Enofílicos