En abril de 1965 entré de botones en el Hipotecario. Fue el día uno, que utilizaban como festivo, aunque laboral entonces, en conmemoración de la derrota, para ellos victoria. No era mi primera ocupación, tenía 17 años y llevaba cotizando ya tres años en la sindical de San Lorenzo, -y otros trabajos sin cotizar- pero éste del Banco era mi gran trabajo, el que marcaría mi vida.
Desde los primeros momentos supe que era mi lugar de residencia laboral, y por el que siempre sentí gratitud hacia mis padres –nunca manifestada explícitamente- por haber luchado tanto para colocarme allí. Era una empresa ‘plagada de vencedores’, y además estaban los policías, militares y guardias civiles jubilados, que entraban a trabajar como vigilantes… Como en otros muchos lugares de trabajo, estables y bien pagados, que fueron ocupados después de la guerra solo por los del bando de los vencedores.
A pesar de ser un ‘banco de fachas’ como decía/dice mucha gente, -mejor sería decir un país de fachas- siempre y en todo lugar, con cualquier ideología o religión, habrá gente buena, e hijos de puta, de cualquier ideología, y este lugar no podía ser una excepción. Encontré personas excelentes, cultas, demócratas, rebeldes, inquietas, dignas representantes del espíritu republicano, progresistas en muchos terrenos… Pensadores, filósofos, humanistas, defensoras de la primera causa palestina, antifranquistas,… y cristianos próximos a las ideas del Concilio Vaticano II, que entonces era una de las fronteras que situaban al personal en aquella época a un lado u otro del franquismo. Recuerden ustedes que al calor de la Iglesia de esos momentos nacieron organizaciones de extrema izquierda como la ORT, o que por entonces estaba de moda el dialogo cristiano-marxista en la órbita de los partidos comunistas, y que desde poco antes la JOC y similares trabajaban cerca deorganizaciones obreras, o que existían guerrillas en América Latina comandadas por curas, y allí mismo, obispos considerados comunistas, revolucionarios.Entramos un grupo de chavales, por la puerta del Palacio del Marqués de Salamanca, un edificio precioso, que figuraba como garantía del préstamo hipotecario concedido por el banco que utilizó para una parte de la construcción del barrio Salamanca. El Marqués no pagó la hipoteca y la garantía, el Palacio, se la quedó el banco, que convirtió en su sede. Durante muchísimos años la carpeta de este expediente estuvo archivada en los sótanos del Palacio donde estaban ubicados los archivos –junto con otras decenas de miles de muchos españoles, entre ellos las carpetas de mi padre-. En los tiempos modernos, en una de las múltiples fusiones que sufrimos, los directivos estimaron que aquel suelo cercano a Cibeles era muy valioso para archivar tanto papel, así pensaron que la historia no tenía rentabilidad INMEDIATA, y aquel archivo desapareció y muchos de sus documentos históricos. En naves situadas en los pueblos de los alrededores de Madrid se instalaron los nuevos archivos de los documentos recientes.Aquel grupo de botones – Pedro Romero, Alfonso Jiménez, Enrique Rodrigo, Javier López ‘Jalo’, Manolo Valverde, Rafa Olea, Emilio Garrido, Fernando F. Prieto, Luis Schez. Menchén, José Luis Fdez. Nin pequeño y yo- subimos a la planta noble, a la antesala de Secretaría para la recepción, dirigidos por Nin, -el hermano mayor- que se esforzaba por quitar presión y nervios a los mas novatos, entre los cuales me encontraba yo, que a pesar de ser algo mayor, no conocía a nadie allí, era la primera vez que entraba en aquel edificio y no como otros que habían estado allí alguna vez por sus relaciones familiares de padres, hermanos o tíos. –Dos y cinco meses después, entrarían otras dos botonadas: Polo, Cano, Salido, Arnaiz, Pepe Sanz, Javier Moreno y Carralón, además de algunos ordenanzas-.
En el Banco desde el principio me sentí contento, porque era un trabajo estable, fijo, bien pagado, con buenos horarios que permitían hacer otras cosas por las tardes,… Además en Madrid, en Cibeles, lo que significó venirme del pueblo al principio a casa de mis tíos, en La Coma, La Vaguada, y posteriormente en la Residencia Fátima del Hogar del Empleado.Los compañeros que entraron de botones conmigo, los anteriores y los posteriores, mayoritariamente repitieron durante años que para ellos era un trabajo transitorio, yo por el contrario desde siempre lo tomé como el lugar en el que estaba y por tanto debía ser allí donde vivir plenamente aquella gran parcela de mi vida, de hecho disfruté de extraordinarias amistades durante todas las etapas que ocuparon aquellos 40 años que pasé allí.Llegaba de un pueblo con verdaderas ansias de estudiar lo que hasta entonces no pudieron permitirse mis padres, y nada más entrar vi las puertas abiertas, de hecho el banco nos pagaba estudios –entre septiembre del 65 y junio y septiembre del 66 aprobé 2º, 3º, 4º, reválida y 4 asignaturas de 5º y 4 asignaturas de 6º del bachillerato- A los pocos días de llegar íbamos muchos compañeros a la academia, a la que me encargaron desde el Banco llevar y traer los papeles de todos, cuestión importante porque me permitió conocer al Secretario General, bastante comprensivo cuando posteriormente tuve problemas con las primeras amenazas de los fachas. Estas ganas de aprovechar oportunidades y supongo que la suerte, -con dosis de inconformismo y por tanto de búsqueda- me ayudaron a conocer, desde los primeros instantes, a personas maravillosas que me tomaron cariño y apoyaron.
Para no extenderme y olvidarme de algunos, concentraré mi atención en el primer departamento donde fui a trabajar; era Realizaciones, y allí me recibió como botones Félix Ubeda, y a las órdenes de Cimadevilla. En el negociado estaban: Marzoa, Carreño y Nieto; Sancha, Inés, Sánchez, Salcedo, Gonzalo, Borja, Marchamalo, Dámaso, Charlier, Isidro, Espinós, Angelines Arroyo y Neila, Salomé, Carmen y Ana.Conservo un recuerdo maravilloso -desde siempre- de muchas personas que influyeron en mi carácter y en mis ideas, que me apoyaron de muchas maneras, desde clases particulares para mis estudios, pasando por charlas para mostrarme cosas que en aquella segunda mitad de los sesenta golpeaban el mundo. Siempre recordé a muchos de los antiguos sintiéndome deudor de ellos, Lallave, Pilar ‘la monja’, Tomás, Andresito, Dámaso y tantos y tantos otros… durante los primeros años, incluida la mili, y hasta mi regreso, fui tutelado y guiado y ayudado por Isidro y Ana que evitaron me sintiera solo, o desplazado. Posteriormente habría muchas otras personas y anécdotas; pero más adelante.