La noche en que Madrid se vistió de luces entendí la magia que escondía la ciudad. Siempre había pensado que la Luna evocaba sensaciones y allí, en medio de la marabunta, me di cuenta de que el poder lo tenían las personas.
Nadie sonreía sin ganas, las luces marcaban el camino y todos reíamos sin escondernos. Siempre habíamos sido más fuertes que todos aquellos a los que el odio atragantaba, pero por una vez, nos dimos cuenta de que si bailábamos juntos no nos podían hacer daño. Por mucho que gritaran, nada podía traspasar la música que sonaba, las canciones que entonábamos y la esperanza que vislumbrábamos bajo una bandera que nos representaba a todos y vestía los colores del arco iris.
Fue una semana eterna reducida a un instante efímero, fueron copas alzadas, cervezas compartidas y millones de personas desconocidas a las que no les hacía falta conocerse. Fue el sueño en mitad de la pesadilla, aunque algunos preferimos pensar que se trataba de la premonición que marcaba el destino.
Puede que ahora la música haya dejado de sonar y las calles se hayan vestido de silencios, parece que el color ha abandonado las esquinas y que ahora las sonrisas cuesten dinero, pero si escuchas con atención podrás notar el eco que las palabras dejaron en los corazones, la mella de aquellos que comenzaron a pensar diferente y el sonido de unas siglas que cada vez tienen más importancia.
Quizás en algún momento las etiquetas dejen de tener sentido, igual con el tiempo simplemente podemos ser lo que queramos ser, pero hasta entonces las esgrimiremos con fuerza y, orgullosos de ellas, las pintaremos en las paredes y no dejaremos ni un solo arco iris sin reivindicar.
Simplemente recordad que estáis cambiando el mundo, que esta es vuestra batalla y que el resto nos echaremos a un lado. Pero sabed que si tenemos que escoger entre los que odian y los que viven, siempre cantaremos con vosotros y amortiguaremos el furioso ruido que hacen cada día menos, hasta que ganéis y no tengáis que luchar más.
Carmelo Beltrán@CarBel1994