Director: George Sherman
1948
USA
80 min.
Fotografía: Irving Glassberg (c)
Música: -
Montaje: Russell Schoengarth
Guión: Luci Ward, Jack Natteford, William Bowers
Reparto: Dan Duryea, Yvonne De Carlo, Jeffrey Lynn, Percy Kilbride, Frank Lovejoy, John McIntire, Lloyd Gough, Don Beddoe,
No deja de ser curioso que un western tan peculiar (hasta descabellado) como El enmascarado, Black Bart en el original, aparezca filmado y estrenado en plena efervescencia de los cómics de temática western. No ya aquellos que ampliaban las hazañas seriada de Hopalon Cassidy, Cisco Kid, Roy Rogers o Tom Mix y tantos otros cuyas hazañas en papel corría a cuenta dela Fawcett ola Dell, si no la de una nada despreciable cantidad de nuevos enmascarados con pistolas, códigos inquebrantables y mitología naif de las praderas que lo mismo se servía de la imaginería legada por los superhéroes caídos en desgracia socioeconómica (la parafernalia enmascarada principalmente a su vez tomada de las aventuras literario-cinematográficas de El Zorro, por no remontarse a El conde de Montecristo, por ejemplo) como por la evocación, alucinada, de figuras de leyenda (asunto del cual se encargaría principalmente al editorial Avon desde 1945) del panteón de forajidos, aventureros y hombres de ley de finales del salvaje siglo XIX.
Con altas y bajas, con mejores y peores momentos los héroes y anti-héroes (el gran Jonah Hex) del western continua hasta nuestros días moviéndose entre la aclimatación de los estereotipos superheroicos y las influencias temático-tonales del cine y, desde luego ya eran populares desde los 30 en similares condiciones con series tipo la mítica Red Ryder (nacida como tira de prensa en 1938) u otras anteriores (de 1937), recogidos en revistas baratas -Western Picture Stories, Star Ranger, Western Action Thrilles- que prolongaban los pulp que durante el periodo histórico exageraban, magnificando, “imprimiendo la leyenda” las correrías de gunmen y gunfighters, por seguir la diferente catalogación que Joel McCrea (como Wyatt Earp, precisamente) realizaba en la estupenda Wichita (Jacques Tourneur, 1955).
En esa coyuntura las características particularísimas, la impronta estética y las decisiones iconográficas de un film como Black Bart no pueden ser casuales. Quizás hablar de una influencia directa sea aventurado, aunque nada descabellado a la vista del film que recoge la herencia del tono llamativo y ligero de los magazines pulp y el colorismo naif de los seriales, fuentes compartidas, en gran medida por el comic book western de la época. Como los compartimentos de la cultura popular no son estancos se puede hablar con
Así no resulta precisamente raro que El enmascarado participe de las dos vertientes comiqueras antes descritas (los enmascarados y la novelización de figuras históricas, aunque esta vertiente ya era por igual altamente cinematográfica) con una alegría extraña en el, por lo común, anodino George Sherman, un especialista de rango b que atravesó unas cuantas décadas del género sin dejar mayor recuerdo. Tampoco lo es que en 1967 experimentara un remake bajo el títuloRide to Hangman’s Tree, totalmente televisivo al parecer, con protagonismo para Jack “Hawai 5-0” Lord y James Farentino y dirección del anónimo Alan Rafkin, estajanovista de la TV, ya que era entonces la época de productos de espíritu tan tebeístico/pulp como Jim West (estrenada en 1965).
El resultado no es difícil de imaginar y en absoluto desdice el tono dominante en la filmografía de Sherman; es un western gentil, de poca violencia, razonable sentido del humor (está repleta de diálogos ingeniosos y réplicas vivaces) y estupenda fotografía pastel. Rico en escaramuzas románticas y, en general, agradabilísimo de ver ya que demuestra las virtudes de la concepción “b” que sobre el western tenía a finales de los 40 tenía la Universal, dispuesta a explotar a sus más atractiva estrellas en vehículos de lucimiento con cero complicaciones/complejidades. Lo más disfrutable de El encapuchado es, precisamente, su total ausencia de gravedad, hasta de congruencia. Su enloquecido punto de partida, su tono distendido y casi burlón del cual,
Así queda una película de anti-héroes en 1948, un western abierto al escorzo paródico (está contado por un genial Percy Kilbride y hasta guarda un simpático gag a modo de epílogo) de puro naif, pero cuyos protagonistas no son nunca ni enteramente positivos ni enteramente negativos, si no unos supervivientes, unos pícaros que aprovechan con audacia las circunstancias. El film será de apuestas y detalles (Black Bart le devuelve a Lola Montes un valioso brazalete de diamantes y la corteja tanto uniformado como de “civil”, confesándole, sin confesar, su doble identidad en una escena particularmente elegante por su manera de remitir a otra anterior), también de engaños y de amistades (tanto Charles como Lance, interpretado por el olvidado Jeffrey Lynn, se odian fraternalmente, se traicionan con una sonrisa pero está juntos