Tarifa: Delante mismo del Mediterráneo en medio de una urbanización algo desangelada y junto a un palacio de Congresos encontramos este complejo hotelero de esencia claramente mediterránea. Un edificio en forma de U, en blanco, con el logo del hotel en un lateral con grandes letras, rodeado de palmeras, piscinas y brisa marina. El coche nos deja bajo un gran atrio porticado, con algunos parterres, pequeñas zonas ajardinadas y un pequeño espacio de aparcamiento de pago bien ordenado. Paredes de cristal y madera incluyen una puerta corredera que nos introduce, previo paso por una metálica alfombra y otra puerta corredera, siempre abierta, en una enorme recepción. Abierta por la entrada a la luz exterior, y por el frente hacia el jardín y la playa. Suelo de mármol blanco con vetas grises. Frente a nosotros una enorme mesa redonda con decoración vegetal. Tras ella una zona con sofás y butacas para la tertulia, la tranquila cafetería y el acceso a la terraza, piscinas y jardín. Al fondo, tras la enorme cristalera se intuye el mar. A la derecha el mostrador de recepción. Madera marrón claro. Cuatro puestos de trabajo, sólo uno atendido, tras él, en la pared, cuelgan varios televisores con sugerentes imágenes de las propiedades que la cadena tiene a lo largo y ancho del mundo. Nos atiende un hombre correctamente vestido con el uniforme de la cadena. Amable y sonriente realiza los trámites -pesados y aburridos- con toda la diligencia posible. Pronto nos entrega un cartoncillo para firmar en tres sitios y la llave tarjeta de la habitación, en blanco por un lado con el logo de la cadena y con publicidad de una firma láctea por detrás. Nos explica el horario del desayuno, de los serviicios del hotel y del wifi, que es abierto sin contraseña, veloz y gratuito en todo el hotel. Hacia la derecha se abre un ancho pasillo con alguna mesa de centro, alguna butaca y una pequeña biblioteca de libros olvidados en el que encontramos los ascensores. Tres, de puertas metálicas automáticas. Su interior es algo angosto. Y quizá desentonen con el resto del hotel. Paredes en marrón brillante, la del fondo de espejo, una pantalla que informa de servicios del hotel y la cadena. Botonadura metálica y un dispensador de gel que ha dejado en el suelo, de una moqueta plastificada una marca de gota casi permanente. Las puertas se abren a un gran recibidor. Con más mesas, sobre las que cuelgan lámparas desde el techo, y butacas modernas en tonos rojos y verdes. Dos pasillos confluyen en ese espacio, pasillos en los que abren las habitaciones. Suelo de una especie de tela plastificada que hace algo de ruido con los pasos y el rodar de las ruedas de las maletas. Paredes encaladas en blanco y techos de cristal que llenan el corredor de luz natural durante el día o de las estrellas durante la noche. Quizá es el blanco, quizá es el frío, pero el pasillo resulta algo fresco y poco acogedor. En el lado derecho se abren las puertas,, sobre pared oscura y maderas de marrón oscuro, con cierto corte casi castellano. Pomos dorados en los que introducir la tarjeta para su apertura.
Tarifa: Delante mismo del Mediterráneo en medio de una urbanización algo desangelada y junto a un palacio de Congresos encontramos este complejo hotelero de esencia claramente mediterránea. Un edificio en forma de U, en blanco, con el logo del hotel en un lateral con grandes letras, rodeado de palmeras, piscinas y brisa marina. El coche nos deja bajo un gran atrio porticado, con algunos parterres, pequeñas zonas ajardinadas y un pequeño espacio de aparcamiento de pago bien ordenado. Paredes de cristal y madera incluyen una puerta corredera que nos introduce, previo paso por una metálica alfombra y otra puerta corredera, siempre abierta, en una enorme recepción. Abierta por la entrada a la luz exterior, y por el frente hacia el jardín y la playa. Suelo de mármol blanco con vetas grises. Frente a nosotros una enorme mesa redonda con decoración vegetal. Tras ella una zona con sofás y butacas para la tertulia, la tranquila cafetería y el acceso a la terraza, piscinas y jardín. Al fondo, tras la enorme cristalera se intuye el mar. A la derecha el mostrador de recepción. Madera marrón claro. Cuatro puestos de trabajo, sólo uno atendido, tras él, en la pared, cuelgan varios televisores con sugerentes imágenes de las propiedades que la cadena tiene a lo largo y ancho del mundo. Nos atiende un hombre correctamente vestido con el uniforme de la cadena. Amable y sonriente realiza los trámites -pesados y aburridos- con toda la diligencia posible. Pronto nos entrega un cartoncillo para firmar en tres sitios y la llave tarjeta de la habitación, en blanco por un lado con el logo de la cadena y con publicidad de una firma láctea por detrás. Nos explica el horario del desayuno, de los serviicios del hotel y del wifi, que es abierto sin contraseña, veloz y gratuito en todo el hotel. Hacia la derecha se abre un ancho pasillo con alguna mesa de centro, alguna butaca y una pequeña biblioteca de libros olvidados en el que encontramos los ascensores. Tres, de puertas metálicas automáticas. Su interior es algo angosto. Y quizá desentonen con el resto del hotel. Paredes en marrón brillante, la del fondo de espejo, una pantalla que informa de servicios del hotel y la cadena. Botonadura metálica y un dispensador de gel que ha dejado en el suelo, de una moqueta plastificada una marca de gota casi permanente. Las puertas se abren a un gran recibidor. Con más mesas, sobre las que cuelgan lámparas desde el techo, y butacas modernas en tonos rojos y verdes. Dos pasillos confluyen en ese espacio, pasillos en los que abren las habitaciones. Suelo de una especie de tela plastificada que hace algo de ruido con los pasos y el rodar de las ruedas de las maletas. Paredes encaladas en blanco y techos de cristal que llenan el corredor de luz natural durante el día o de las estrellas durante la noche. Quizá es el blanco, quizá es el frío, pero el pasillo resulta algo fresco y poco acogedor. En el lado derecho se abren las puertas,, sobre pared oscura y maderas de marrón oscuro, con cierto corte casi castellano. Pomos dorados en los que introducir la tarjeta para su apertura.