BARCELONA AIRPORT HOTELPlaza de la Volatería 308820 El Prat de Llobregat (Barcelona)
Habitación: 134Fecha de entrada: 22/03/2023
Tarifa: 120€ SAEn una amplia rotonda, en el corazón de un parque empresarial, rodeado de edificios corporativos bajos de acero y cristal a un paso del Aeropuerto de Barcelona, encontramos un hotel en un edificio de cuatro alturas de sugerente forma curva en color gris con largos ventanales en toda la fachada. Dos cuerpos que se unen una especie de pirámide truncada de color rojo con un enorme voladizo que hace las veces de pórtico rodeado de cuidados jardines con algunas flores y bajo el que aparca el autobús que presta el servicio de transfer hasta las terminales aéreas.El acceso al hotel es por sendas puertas redondas de cristal automáticas, que nos dejan en un enorme recibidor con el techo allá arriba, en lo alto del edificio. Un espacio circular, de suelo entelado en gris, paredes grises en una primera altura y todo blanco a partir de ahí. Unos cuantos sofás y butacas de piel algunos negros y otros blancos, nos separan de las dos columnas del fondo por las que suben sendos ascensores panorámicos que dan acceso a las habitaciones. Junto a ellas los pasillos de las habitaciones ubicadas en la planta calle y varios accesos al gimnasio, la piscina y al restaurante y cafetería, que se presentan bulliciosos pese a lo avanzado de la noche. Música tranquila que suena de fondo en un espacio oscuro iluminado simplemente por unas altísimas lámparas de pie que enfocan hacia las paredes. Algo más de luz tiene el lado izquierdo en el que se encuentran los cuatro mostradores de recepción, con cuatro puestos de trabajo protegidos por mamparas de metacrilato. Sólo dos están atendidos aunque hay media docena de personas por delante de nosotros para hacer el check in. Demasiado tiempo esperando demasiado tarde. Por fin, un joven nos atiende amablemente pidiéndonos disculpas por la espera. El proceso de registro es relativamente rápido, aunque se ralentiza un poco al tener que abonar la estancia en ese momento. Nos entrega un folio con la descripción de los servicios del hotel, el horario del autobús al aeropuerto, la clave del wifi gratuito que funciona rápido y sin cortes y un cartoncito en el que está la tarjeta azul oscura que hará las veces de llave. Nuestra habitación está en la misma planta que la recepción, así que giramos hacia la derecha y pasamos entre los dos ascensores panorámicos que recorren el atrio de arriba a abajo. Al fondo se oye el bullicio del bar, aunque sea tarde, y a continuación entramos en un pasillo algo curvo con paredes en gris claro, a juego con las puertas sobre las que en blanco se pueden leer los números de las habitaciones. Suelo de baldosas de moqueta algo desvencijadas, igual que las esquinas de puertas y rodapiés. La puerta se abre tras insertar la tarjeta en una ranura ubicada en una manivela de metal brillante.
La pared del fondo está completamente ocupada por la ventana. De lado a lado. Y desde el techo hasta media altura. Protegida por dos estores superpuestos. Uno más metálico, pegado a la ventana, y otro de tela gris en el lado de la habitación. Impiden con eficacia que la luz pase. Desde la ventana, se ve aquí el jardín que rodea el hotel y los coches aparcados, y allá algo más lejos el resto de edificios corporativos que configuran el parque empresarial. En el lado derecho encontramos la cama. Aunque el calibre del colchón es normal, destaca el blanco inmaculado y su enorme tamaño. Vestida con cinco almohadas muy cómodas se viste con un limpio y suave edredón que no está totalmente estirado en el interior, generando algunas incómodas arrugas. Aparece empotrada contra un cabecero de madera retranqueado en cuyo interior hay una tira de led que genera una agradable luminosidad en la habitación. Por encima otro tramo de cabecero de madera en vertical rematado a ambos lados por sendos espejos algo dorados. A cada lado hay sendas mesillas metálicas con la parte superior en madera. En ellas dos lámparas de noche que se encienden con un interruptor en forma de rueda y que ofrecen, igualmente, una atractiva luz. A ambos lados hay enchufes normales y enchufes USB, interruptores en negro para apagar las luces de la habitación. En una de ellas hay un teléfono, un bloc de notas y un bolígrafo.En la pared restante encontramos, tres focos reflectores que iluminan la zona, y una ventana protegida por una persiana de lamas de aluminio negro que da al baño. El descanso no es muy agradable, porque aunque la insonorización exterior es correcta -la zona por la noche es absolutamente tranquila- la interior deja mucho que desear y se escuchan las voces en el pasillo, las puertas, los ruidos en las habitaciones contiguas...