Barcelona blog croissant lluvia

Por Francescbon @francescbon

Llueve. Llueve con fuerza en un sábado de Junio en Barcelona. De esos sábados en que no hay más remedio que salir a la calle porque el club de fútbol donde juega Gerard organiza su día de convivencia y nadie se teme una lluvia así en un sábado de Junio en Barcelona. Esta lluvia septiembrea. Sí: es un verbo regular de la primera conjugación.Me digo a mí mismo que he de escribir hasta las once, que me espera mi amigo Tuli en las páginas de su libro. Que está siendo dinámico e interesante, por encima no de lo que esperaba sino de lo que me temía. Me temía una lectura inclinada a buscar motivos de elogio y nada de eso. Nada de eso. Tuli, no hace falta buscar lo que se encuentra en muchos rincones. Va, para que no me tilden de exagerado, en bastantes rincones.Pero es sábado y he hecho mi ruta  clásica de la mañana del sábado: comprar el pan y comprar la prensa. Prensa que hojeo cada día menos: demasiados engaños para tan pocas páginas. Beppe Grillo, semáforo rojo (intuyo, porque recriminan cierto caudillismo en la gestión de su partido). Sánchez Dragó, libro de abuelete que promociona patéticamente poniendo bien visible en una de esas fotos teñidas de casual pero que son resultados del product-placing más casero. Anda que te ondulen.La patadita que me ha sentado aquí. Ejemplos de la sabiduría de la demanda frente a la obstinación de la oferta. O de como los directivos de las grandes empresas deberían tomar clases de cálculo básico.El croissant "paris" (de mantequilla) que venden cada día en temporada habitual cuesta 1,15 euros. No venden apenas, dado que hay crisis y la gente opta por cosas más asequibles o por comprarlo en formato de bollería industrial, o lo que sea. El comportamiento de la gente no es tan previsible.El comercio decide promover una oferta de 4 croissants "paris" por 1 euro (perdón por la obstinación de poner "paris" en minúscula, pero aquí el nombre no homenajea ni describe: se usa como un accesorio sibilino de venta). Lo que es lo mismo: desciende el precio a 0,25 euros la unidad (aunque los croissants parecen algo más pequeños), a cambio de llevarse cuatro. Dudo que nadie opte por aprovechar la oferta y desechar los 3 croissants restantes: nuestro instinto de supervivencia, agudizado por la crisis, todavía nos conduce a acaparar víveres.Los croissants "paris" (...) que habitualmente languidecen en una única bandeja diaria vendidos en pocas cantidades, vuelan cuando se venden a ese precio. Que los convierte, con mucho, en el producto más barato de la oferta del establecimiento. A las pocas semanas la oferta se acaba. Después de venderlos a miles, recuperar el precio anterior vuelve a confinarlos, bruscamente pasan de producto estrella a producto estrellado. Alguna cabeza pensante urde un nuevo plan. Consistente en reducir a 3 el número de croissants (y que estos sean del tamaño habitual) que se despachen por 1 euro. En la práctica, un incremento de un 33% sobre la oferta anterior, pues ahora el croissant sale por unos simbólicos 0,33 (decimal periódico) euros. La reacción es inmediata: la gente vuelve a llevárselos a montones.La oferta se interrumpe y los croissants vuelven a su precio inicial. Supongo, vuelven a quedarse sin vender. La oferta de 3 x 1 euro se recupera y las bandejas de croissants vuelven por todo lo alto. Esta es la situación actual. Llegado este punto, el cerebro en la sombra tras la cadena de panaderías debe estar pensando si sube la apuesta y pasa a entregar, en un momento de futuro, solo 2 croissants per 1 euro, a sabiendas de que ese es aún inferior al precio unitario del croissant. Precio que es como un hijo para él: se pasó montones de horas escandallando y calculando precios de producto, de su cocción, de sus comercialización, del equipo de marketing, del director general que le ha encargado a él esa tarea, del accionista que quiere beneficio. Hasta ha calculado cuánto de su sueldo se paga cada vez que se despacha ese croissant que el mercado (mercado de los cojones, mercado de mierda, y otras cosas que piensa) se ha obstinado en rechazarle a ese precio. Pero quizás no ha pensado en que el mercado ya le ha dicho que sí, que el croissant es bueno, pero que no piensa pagar 1,15 euros por él. El cerebro estima si la respuesta a una nueva subida (del 50%, pues el precio del croissant pasaría a 0,50 euros) sería acogida con satisfacción. Pero se resiste a un paso tan obvio: se resiste a cometer la cuarta personal que le acercaría a la descalificación segura que es regresar al precio básico: debe aprender de la lección, pero su ego descomunal, el ego que le empujaría a proclamar en la reunión de cada lunes que ha conquistado al mercado con el precio que él calculó, se lo impide. Probará despues 3 croissants por 2 euros y 4 croissants por 3 euros y 5 croissants por 4 euros (y alguien le dirá que no sabe quése va a hacer con tanto croissant) y estirará hasta acercarse al punto en que la gente vuelva a parar, en ese punto en que el sabio diría eureka y el dirá pero esto no son los 1.15.