Laureano Debat
No son ateos ni son una secta. Tampoco quieren dominar el mundo. Los masones son muchas cosas que no sabíamos y no son tantas cosas que solíamos creer.
El periodista Carlos Mesa, fundador de Planeta Insólito, nos espera en la entrada de la Biblioteca Arús, en el 26 del Passeig de Sant Joan. Será el augur que nos mostrará una Barcelona desde una faceta poco conocida, pero no por eso menos pertinente: en la ciudad viven más de 1500 masones, la mayor concentración de toda España.
La única biblioteca masónica de la ciudad es un tesoro. Fue una de las pocas que pudo salvar todos sus libros de las quemas del Franquismo, gracias a un comisario que formaba parte de la masonería y que hizo todo lo posible para que nadie tocara nada.
El local permaneció cerrado durante décadas y cuando abrió, en plena transición, se encontraron con que había una enorme cantidad de libros anti-masónicos. Como no pudieron quemarla, decidieron dar la batalla intelectual profanando el templo. Y la actual orden masónica que se reúne allí decidió preservarlo todo, fieles a su estirpe de librepensadores y amantes del conocimiento.
Quizás bastara con internarse horas entre los estantes leyendo y cotejando sobre el universo de los masones y sus detractores. Pero Barcelona está llena de perlas escondidas que iremos descubriendo con Carlos Mesa. El Franquismo decidió borrar todo rastro de la masonería y se ensañó, especialmente, con la arquitectura urbana, pero muchos de esos símbolos no fueron reconocidos. Y ahora, podemos apreciarlos.
Gaudí y la masonería operativa
Con este nombre se conoce a los arquitectos modernistas que dejaron alguna huella de su filiación masónica en sus construcciones. Cruzando por todo el Passeig Lluis Companys del Arco de Triunfo, vemos las farolas triangulares diseñadas por el arquitecto masón Pere Falqués.
Llegando al Parque de la Ciutadella, los símbolos masones están presentes en una de las verjas de la entrada, en estatuas y en la plazoleta Aribau construida por los hermanos Fonseré y, después, ampliada por Antoni Gaudí.
"Todo el entorno de Gaudí está rodeado de masonería. Sabemos que era religioso pero ¿católico? ¿Un Gaudí que le metió un puñetazo a un obispo? ¿Un Gaudí que fue echado a patadas de la Catedral de Mallorca? ¿Un Gaudí que se paraba en las iglesias a insultar a los que entraban? En su entierro, Gaudí viste el mandil de la masonería. Nos lo quieren vender por una cosa completamente distinta por el tema de la marca, pero casi con el 99,9% de seguridad puedo decir que era masón".
Carlos Mesa es un obsesivo de Gaudí. Conoce palmo a palmo toda su obra y su vida. Nos hace subir por las escaleras de la fuente hasta el primer Acuario de Barcelona, para explicarnos los detalles de la estrella polar y la salamandra dispuestas por Gaudí. Más tarde volveremos a los secretos masónicos del genio modernista, en las escuadras y compases que sostienen las dos famosas farolas de la Plaza Reial.
No hay nada que temer de la palabra "logia", que viene de "logos", que significa "palabra" o "conocimiento". La masonería no es otra cosa, entonces, que una casa de aprendizaje. En Estados Unidos, es muy común que algunos masones pongan su condición en el currículum.
"No son testigos de Jehová. No van a tu casa a decirte: - Oye te venimos a presentar la Masonería-. ¿Quieres conocerlos? Hay una biblioteca aquí en Barcelona. Pues, llegas allí, te sientas, se van presentando ellos mismos y si después quieren entablar una conversación con algún masón, ningún problema".
Carlos Mesa habla de dos grandes escuelas en todo el mundo. La monárquica y clerical anglosajona, que es la que aparece en el cómic de Allan Moore, "From hell", donde se adjudican los asesinatos de Whitechapel no a Jack The Ripper sino al cirujano de una masonería vinculada con la corona británica. Y la escuela republicana y laica francesa, que fue la que se introdujo en España, sobre todo en la época de la República, con Lluis Companys y Manuel Azaña como sus masones más famosos.
A su vez, estas dos grandes escuelas se subdividen en más 200 ritos diferentes en todo el mundo. O sea, hay al menos 200 maneras de ser masón. La uniformidad sólo se encuentra en los colores: azul, rojo y negro para los escalafones superiores, dorado y blanco para los inferiores.
La estrella y el Gran Arquitecto
La estelada catalana, tan de moda en estos últimos años, fue diseñada por el masón Vicenç Ballester, inspirado en las banderas de Cuba y de Puerto Rico. Los masones consideran que la estrella es la representación simbólica del Hombre de Vitruvio de Leonardo Da Vinci, una de las obras icónicas de la masonería universal, a la que interpretan como el hombre equilibrado en sus actos y pensamientos, rodeado por un círculo y un cuadrado que representa la belleza de la geometría humana y universal.
El triángulo en la filosofía masónica tiene que ver con el Gran Arquitecto del Universo, al que habría que ver no tanto con la iconografía de un Dios a la usanza cristiana sino más bien con una especie de Big Bang diseñado. Los propios masones se hacen llamar "los hijos de la viuda", porque el constructor del templo de Salomón era hijo de una viuda que venía de una de las 12 tribus de Israel.
Hay muchas teorías sobre la supuesta filia masónica de Joan Gamper, el fundador del Fútbol Club Barcelona. Mesa sostiene que cuando llegó a Catalunya se afilió a la Orden del Arco Real, una logia masónica cuyos mandiles (uniforme oficial de los masones) son de color blaugrana. La coincidencia es exacta.
Hay muchos datos curiosos de este tipo en la ruta. Algunos universales: la falsa edad de la muerte de Jesucristo, la implicación de los épicos Caballeros Templarios en la masonería o el traje masón de Mickey Mouse. Otros locales: el reloj masón de los Portos de Xifré del antiguo barrio de la Ribera, las manzanas octogonales de Idelfons Cerdà en el Eixample o los colores masones de la Torre Agbar, que demuestra que todavía hay masones que siguen construyendo Barcelona. O que el mito continúa vigente.
La masonería actual se encarga, mayormente, de estudiar cuestiones referidas al arte, la filosofía o la literatura. Se suele evitar el tema de la política y de la religión. Algunas logias incorporan elementos esotéricos y mitos egipcios. La mecánica de los encuentros es de retroalimentación: todos aprenden de todos, cada aporte que hace un integrante complementa y agrega algo a un comentario anterior de otra persona. Luego hacen el ágape fraternal y cada uno se va a su casa. Como si fuesen un club. Un club con cierta tradición de picardías. La más cercana pero no tan notoria es la escultura de un monje con una escuadra e inclinado según los ritos de la masonería, que el arquitecto masón Josep Oriol Mestres logró colar en su restauración de la fachada de la Catedral de Barcelona en 1888. Nos sentimos unos afortunados por el alumbramiento de Carlos Mesa, entre la masa de turistas que toman fotos y que nunca sabrán que esa enorme mole gótica esconde una travesura masónica. Minutos después, los turistas se vengan de nosotros embutiéndonos en Portaferrissa. Entre la marea humana, Carlos Mesa nos señala el portal número 11, con una escultura de dos niños gemelos con la escuadra y el compás. Los gemelos nos miran sin mirarnos, como si estuviesen abstraídos en algún recuerdo o pensamiento profundo. O como si trataran de entender qué significa eso de cargar cuatro o cinco bolsas de shopping y chocarse entre personas por un trozo de espacio.
La ruta llega a su fin y los asistentes hacen fila para saludar al augur. He hecho muchas rutas en muchas ciudades y en muchos países: nunca vi a ningún guía que sea saludado con semejante admiración y reverencia como sucede con Carlos Mesa.
Cuando nos despedimos, Carlos me da la mano con fuerza y pasa la yema de su dedo pulgar por mis nudillos. "Cuando alguien te salude así, te está dando a entender que es masón", dice. Y se pierde entre la muchedumbre.
Fuente: Let's Bonus