Barcelona y sus secretos

Por Marikaheiki

Hace un tiempo estuvimos hablando en clase de las primeras impresiones que a veces nos causan las personas. En unos ligerísimos instantes (no hace falta más de tres o cuatro segundos), una expresión, una palabra o un gesto pueden construir o derribar todo un futuro entre dos personas. Mientras hablábamos yo no paraba de pensar en todas las  ocasiones en que desde el principio había estado avocada de forma inexorable a compartir cierto tiempo con algunas personas que he ido encontrando, ciertas conversaciones y, también, otras veces, ciertas intimidades.

Pues bien: con Barcelona me ha ocurrido precisamente lo mismo. Recuerdo el día que llegué y caminé la Diagonal desierta. Era feriado (maldita manía mía de utilizar palabras del español transatlántico sin darme cuenta) y no había un alma en la ciudad, y su aroma, su ambiente, su piedra gris se exaltaba con la luz del otoño primerizo. Caí rendida, aquel día uno, a sus pies, y desde entonces sigo alimentando este amor con una ternura propia de los amantes, que se saben destinados a compartirse con muchos otros más, pero que aun así no pueden evitar entrelazarse las manos cuando nadie mira u observarse en silencio en las tareas cotidianas.

Sin embargo durante el tiempo que llevo aquí he descubierto que Barcelona es una ciudad muy distinta, dependiendo de quién la observe. Las guías de viaje, las revistas, los medios de comunicación, todos ellos, quieren explotar su teatralidad hasta el punto de robarle su alma. Alrededor de la Sagrada Familia se hacinan los turistas (maldita palabra, qué mala vibra da), y al Hospital Sant Pau, que por cierto es mucho más lindo, no se le presta ni un segundo de atención. La Rambla de Plaza Catalunya se erosiona día a día con las pisadas de las marabuntas, y la Rambla del Poble Sec, la del Raval o la del Poble Nou siguen siendo caminos intransitados para los que llegan a conocer la ciudad. Y es ahí precisamente donde está la esencia, aunque no haya monumentos alrededor a los que disparar la foto, aunque no haya megatiendas por todos lados, ni puestecillos de souvenirs. La idea es que, al viajar,  lleguemos a lo más profundo, no solo a lo que nos quieren enseñar. Lo que importa está en el interior es una frase tan cierta como es resto de refranes populares. ¿Por qué no le hacemos caso?

Está claro que los clichés que envuelven Barcelona son gigantes, enormes. No en vano la web está plagada de páginas que te dicen dónde puedes mirar ofertas de hoteles en Barcelona, y dónde puedes comprar tus multientradas para todos los museos de la ciudad, y dónde el bus turístico, y dónde… ¿y qué hay de las personas? ¡Las grandes agencias de turismo se han olvidado de que existimos! Y créeme, pero lo que hace inolvidable a Barcelona no es solo su arquitectura de líneas quebradas, que hace a los balcones y la forja casi echar a volar, sino perderse por los barrios de toda la vida y preguntarle al panadero cómo se hornea el pan de payés (pruébalo), o charlar en el bar del partido del Barça del domingo, de cómo le colaron la pelota (¿? está claro que el fútbol no es lo mío), o pasear por el Raval más recóndito, donde todavía no han llegado las últimas tendencias de interiorismo y echar un billar con cuatro senegaleses y un alemán que lleva diez años expatriado, porque llegó, y vio lo que había que ver, y después de eso conoció, y después amó, por fin y de verdad, cuando Barcelona abrió su caja de secretos y le contó uno por uno los que mejor guardaba.

Voy a compartir yo también esos secretos. Para que al menos, la próxima vez que vuelvas a Barcelona te lleves el recuerdo de haber experimentado algo que muy poca gente hace, o acaso solo hacen los que ya llevan un tiempo y se cansaron de compartir vistas con las multitudes. Pero es un secreto. Disfrútalo y cuéntaselo solo a quién lo sepa apreciar.

PD. de última hora: viene Miri, mi compi de piso, calada hasta los huesos y me dice: ¡Momento Barcelona! Pasear con la bici bajo la lluvia al atardecer, mientras la gente la mira por la calle como si fuera una loca kamikaze. Eso es, ahí está: ¡esa es la Barcelona que nos gusta, la de los pequeños placeres!

Hospital Sant Pau

Al fondo de una avenida llena de barecitos se encuentra esta preciosidad (os juro que en la realidad incluso gana).

Casino de l’Arrabassada

Uno de los secretos mejor guardados: a principios del siglo XX se construyó un gran Casino para la elite europea, pero con la dictatura de Primo de Rivera tuvo que cerrar y quedó sepultado por la naturaleza. Es nuestro Angkor Wat personal (y dentro tiene sorpresa, esta historia me la estoy guardando aún)

Rambla del Poble Sec para tapear

La Rambla del Poble Sec es encantadora para hacer unas birras y hay varios sitios para probar unos pinchitos que están de muerte. No os diré cuáles, ¡a descubrirlo!

Mercadillo del CCCB

Una vez al mes se levanta un mercadillo de segunda mano en la plazoleta del CCCB. Bueno, bonito, barato y buen ambiente.

El Kentucky

La foto lo dice todo. No he podido evitarlo. Puede que uno de los bares más auténticos de la Barcelona nocturna (a darse prisa, que le queda poco). Gato gordo y pulgoso incluido.

La cúpula del billar

La foto no es muy buena, pero mejor: así vas sin expectativas y te sorprende. Quieren convertirlo en hotel y es uno de los sitios más auténticos de la ciudad.

La Nave Espacial

Cabaret y talleres cada semana. Mundo irredento. Su página web aquí.

PD2.Y si de verdad quieres ir, y conocer, pero no sabes llegar, pegúntame. Te lo enseño encantada.

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