Situado en el centro del barrio gótico de Barcelona, junto a los más importantes atractivos turísticos y culturales de la ciudad, Arai Aparthotel se ubica en un edificio histórico de Barcelona del siglo XVIII.
El edificio, de 1702, se convirtió en el Palacio de los cuatro ríos en 1779 en honor a los frescos en sus fachadas de la calle Avinyó y Arai. De hecho, su fachada data de 1770, diseñada por el maestro de obras Jaume Fábregas, es uno de los ejemplos más exitosos en la técnica de los esgrafiados del Patrimonio Catalán.
A lo largo de los años, el Palacio de los cuatro ríos albergó la Sede del Fomento de las Artes Decorativas, convirtiéndose más adelante en la residencia de familias de la nobleza y, finalmente, en viviendas particulares. La recuperación de la estructura, los elementos decorativos o incluso el mobiliario del palacio ha supuesto un ejercicio de pura arqueología que ha requerido dos años de remodelación y 12 millones de euros de inversión.
Así pues, gracias a la remodelación se descubrieron las auténticas pinturas en algunas de sus paredes y techos. Se recuperaron las vigas originales de madera del edificio y se rescataron puertas, ventanas, baldosas e incluso las propias piedras ocultas en el sótano como material de derribo.
A través de la investigación histórica del equipo de Derby se hallaron fotografías que han ayudado a reproducir fielmente el espíritu original del edificio. Por ejemplo, si bien de la escalera principal en mármol blanco se han recuperado los peldaños originales, la baranda es una reproducción exacta de la original que ha sido forjada a mano en la Escuela de Artes y Oficios de Cuenca a partir de un fragmento. Es en las zonas comunes como los pasillos donde encontraremos pinturas a mano inspiradas en la fachada (destaca el fresco de los ángeles en la bóveda delimitado por una cornisa de angelotes de madera tallada del S. XVII), hornacinas con columnas doradas del S.XVII o suelos de piedra arenisca de la India. También el impresionante artesonado del techo del hall es una reproducción del primitivo a partir de unos fragmentos recuperados, el suelo de mármol blanco y negro es exactamente igual que el original así como el arco de forja obra del artesano Angel Rull del año 1900 que se ha restaurado totalmente ubicándolo en la entrada principal. En este empeño por mezclar diferentes expresiones artísticas, al conjunto de la entrada se unen tres tapices del S. XVII provenientes de la Real Fábrica de Tapices, un arcón del Rajasthan también del S. XVII, un espejo con tallas de madera de finales del S. XVIII y un bloque de mármol romano tallado que nos da la bienvenida en la recepción.
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Lo que anuncia la fachada se corresponde a lo que alberga el interior. Los esgrafiados, datados en 1770 y que dieron nombre al palacio, han sido recuperados con esmero, igual que el arco de forja de 1900 obra del artesano Ángel Rull. Tres tapices del siglo XVII de la Real Fábrica de Tapices, un arcón Rajasthan del mismo periodo, un espejo con tallas del XVIII, un bloque de mármol romano y hasta una capillita del XVII junto al lavabo dejan claro al huésped que están en un espacio donde el confort del siglo XXI convive con la historia. «Al avanzar las obras íbamos encontrando auténticas maravillas»,