Sería posible que Lucius Minicius no construyera todo el acueducto, desde Montcada a las Termas. Sino que construyese o modificase solo el tramo final, hasta sus Termas. Faventia-Barcino construye sus primeras murallas alrededor de año 14 a.C. Antes de la primera traída de aguas, hubiese sido normal que las casas tomaran el agua de pozos urbanos, como se hacía en tantas pequeñas poblaciones mediterráneas, hasta hace poco. El año 41 d.C., - reinando Claudio - y siendo Barcino todavía un parvum oppidum, como dice Pomponius Mela en De Chorographia, (+/- 40 d.C.) -, su población, su economía, sus necesidades y sus recursos serían muy limitados. Entonces, el pragmatismo y la eficacia romana obligarían a que se construyese inicialmente un suministro de agua modesto, adecuado a un consumo doméstico todavía escaso y a las termas del puerto, aprovechando la experiencia de Roma, de Baetulo y de tantas otras ciudades del imperio (ver en de la Peña, 2010). De esta forma, en la época de Claudio (41 - 54 d.C.) (AAVV, 2004; Miró, Orengo, 2010; 112, Miró, 2010, 147-164), sería de esperar que se construyese primero el acueducto de poniente. Pudo ser de escasa longitud y poco costo, aunque de poca capacidad. En aquel momento no se podía anticipar el gran futuro de Faventia-Barcino. Razonablemente, más tarde, si se construyó un segundo acueducto era porque, de alguna forma, un solo acueducto no cumplía con las necesidades de la ciudad.
Era normal que a lo largo del recorrido de los acueductos se les realizasen extracciones de agua por medio de tubos. Por medio de algunas extracciones a lo largo del trayecto de ambos acueductos, la combinación de ambos acueductos podría cubrir el suministro de agua a un área relativamente extensa, por gran parte del norte de la ciudad extra-muros. Otros suburbios cercanos, a cotas más bajas que el recinto amurallado, se suministraban con tubos a través de la muralla, que se han encontrado en excavaciones. En resumen, existiendo el abundante acueducto de levante, sería muy difícil justificar la construcción del otro acueducto. Pero si ya estaban construidos los dos no había razón para destruir el de poniente, podría tener alguna utilidad marginal. La conservación temporal del acueducto de poniente, una vez construido el del Besós queda sin duda como otra cuestión abierta. De hecho, doscientos años más tarde vemos que estaba amortizado. Al alcanzar la muralla al nivel de la canalización, esta aparece taponada. Es en este momento, a fines del siglo III, que gran parte de los suburbios extra-muros vecinos habrían desaparecido (Busquets, Pastor, 2005: 119.; Belmonte, 2008; Busquets, Espejo, Triay, Ravotto, Moreno, 2009; 138-139; Triay, 2012: 120). La incursión bárbara y los desordenes de fines del siglo III se reflejan en el suministro de agua a la ciudad. En Barcino intra-muros, se dispone de evidencia de las redes de desagüe romana y de parte de la red de distribución del agua bajo el suelo. No sorprendería entonces una explotación combinada de los dos acueductos distribuyendo agua por gran parte de la ciudad extra-muros. Todo sugiere que el primer acueducto fuese el procedente de poniente. La secuencia que se propone en el desarrollo del suministro de agua a Barcino, concuerda con las muy escasas citas documentales y permite jalonar la evolución demográfica de la ciudad en los siglos I a III d.C.
La calidad del agua de los acueductos
Cuando Frontinus describe los acueductos de Roma señala que las aguas procedentes de corrientes superficiales eran turbias y arrastraban pequeñas cantidades de lodos. Mientras que las procedentes de manantiales o captaciones subterráneas eran preferidas, por ser cristalinas. La mayoría de las traídas de aguas romanas procedían de galerías de captación, no de presas o azudes en los ríos (de la Peña, 2010). Un segundo acueducto que procediera de manantiales, sería de baja capacidad. Y sería de escasa utilidad tras el caudaloso acueducto de levante (o del Besós). Orengo y Miró apoyan sus dudas sobre la existencia del acueducto de poniente (de Collserola) en la ausencia de incrustaciones calcáreas sobre las paredes del corto tramo del canal de tal acueducto de poniente, dentro de la torre en la casa del Ardiàca (Orengo, Miró, 2013). Se presenta, como una posible alternativa, que el acueducto del Besós o de levante, a su entrada en la actual plaza de la Catedral, se dividiera en dos ramas paralelas, que entraban bien juntas en la ciudad. Esta clase de divisiones, -de las que no faltan antecedentes -, se realizaban en Roma y su imperio, para dar un destino diferenciado a cada canal de agua. La división se efectuaría en un posible castellum divisorium, del cual no hay ninguna evidencia. En síntesis, según Orengo y Miró, tal segundo acueducto de poniente – o “de Collserola” - pudo no haber existido. Los restos de arcadas conocidas junto a la muralla serían solo de una rama del acueducto de levante. Hay documentos medievales sobre los manantiales en Collserola señalando que sus conductos debían limpiarse con frecuencia de costras (calcáreas). Es conocido que los acueductos se limpiaban periódicamente de los inevitables arrastres de tierra o arenas sedimentarias, fuese desde un manantial o desde una presa. Pero la formación de costras, depósitos e incrustaciones viene condicionada por diversos factores y es en general poco predecible. Muy especialmente, la falta de incrustaciones en los metros finales de un largo canal abierto al aire, no permite llegar a conclusiones firmes sobre el origen del acueducto de poniente. En términos muy generales las aguas subterráneas están en equilibrio con un ambiente edáfico. Es al emerger y ponerse en contacto con el aire que deben adaptarse a nuevas condiciones y reequilibrarse. Y este reequilibrio conduce en muchas ocasiones a incrustaciones. Pero no es una propiedad intrínseca y perdurable. Solo afecta a la salida del manantial o de unos tubos. En un recorrido al aire, al cabo de metros, a veces muchos metros, el agua ya ha depositado sus sales y no podrá incrustar a las paredes de la canalización.
No se podido evidenciar que existiera un destino diferente para el caudal del tramo intra-muros de la imaginaria rama poniente del acueducto dividido que se postula (Orengo, 2013). La arqueología y los testimonios de viajeros y arqueólogos nos enseñan, que por la calle dels Arcs, transcurría un acueducto romano hacia la zona del paseo de Gracia. Este fue taponado en el siglo IV. Extra-muros de Barcino, estas arcadas dels Arcs discurrían bien separadas de las del acueducto de poniente o del Besós en la calle de Capellans. Dentro de las incertidumbres por la escasez de restos, lo más probable es que el acueducto de poniente existiese realmente y fuese el primer acueducto de la ciudad.http://www.todostuslibros.com/libros/barcino_978-84-943862-1-3
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Permiso del autor, palabras textuales:Luis Conde Moragues.Yo no tengo un interés económico sobre mis trabajos arqueológicos e históricos . Solo busco que mis hipótesis sobre nuestra ciudad lleven a acciones de las instituciones responsables. Adoro a esta ciudad. Puedes copiar y dar difusión a mis teorías. Más aún si puedes darles más audiencia.El problema es que si bien yo he recibido mucho soporte, y creo que la evidencia es muy fuerte, esta es poco tangible.Pero la silueta de la elipse esta allá desde hace 1700 años. Y probablemente estará muchos años más pidiendo una explicación.
Lo mejor es que las ideas (que critico) que se publican sobre la Barcelona romana no son creíbles ni se pueden soportar científicamente. Pero Barcino es un gran negocio para muchos profesionales. Para estos, tu amigo es en realidad un estorbo, o peor aún un aficionado.