Barrio de Triana (Sevilla)

Por Yorga @javieramosantos

Triana no es un barrio de Sevilla. Triana es otra ciudad y otro mundo. Aquí reside lo auténtico de los altares, del flamenco, de los toreros, de los carpinteros de ribera, de los menestrales, del baile auténtico, del pescaíto frito y del desgarro popular en corrales de vecinos, muros de cal, arriates de jazmín, dompedro y dama de noche, latas de geranios, fiestas vecinales, la velá de julio, que es su feria propia, algarabía de comadres en el lavadero… Uno de los lugares turísticos de Sevilla con identidad propia, magia y encanto a partes iguales, con una historia que de por sí querrían muchos pueblos y grandes ciudades.

Hay que ponerse delante del puente de Triana, ese de Isabel II, construido en hierro en 1845 (el primero de sus características construido en España), y respirar hondo, porque el viajero va pasar nada menos que al barrio de Triana. ¡Casi ná! Nada más pasarlo, en el quiosco de Las Flores, un pescaíto. Y ya está dentro. Al lado, la capillita del Carmen, ‘El Mechero’ y, enfrente, la plaza del Altozano y la estatua de Juan Belmonte. Buscar el alma de Triana es intentar descubrir el milenario misterio de Sevilla, que quizás se esconda en cualquiera de sus más de cien corrales, cuando empieza a rasgarse una guitarra y a desgarrarse una voz.

Puente de hierro de Isabel II, en el barrio de Triana./Gregory Zeier

El origen de Triana es antiquísimo. Ya había núcleos de población mientras la Bética y toda Hispania fue de dominio romano. De hecho, el propio nombre del barrio deriva del emperador nacido en Itálica, Trajano. Aunque fue con la dominación musulmana de la península, en época de Al-Ándalus cuando lo que era este arrabal se dio a conocer en torno a la impronta del castillo de San Jorge (siglo X) El barrio era la última plaza de la ciudad de Sevilla antes de alcanzar el puente y, de ahí, sus murallas.

Los cristianos, bajo los ejércitos de Fernando III de Castilla, se hicieron con la capital andaluza durante la Reconquista. Por lo que el castillo pasó a manos de la Orden de San Jorge. La historia del barrio ha estado unida al propio devenir temporal de Sevilla. En las calles de Triana se levantaron barricadas durante el Cantón de Sevilla de 1873.

En julio de 1936, tras estallar la Guerra Civil, el distrito hispalense fue escenario de duros combates entre militares sublevados y los militantes de izquierda. Ya en el siglo XX, en la isla de la Cartuja, perteneciente al distrito de Triana, se llevó a cabo una exposición para conmemorar el Quinto Centenario del Descubrimiento de América.

Plaza del Altozano./Frobles

Una de las opciones del viajero en Triana es dar un garbeo por el bullicioso y bien trazado mercado que tiene debajo el parque arqueológico de los restos del antiguo castillo de San Jorge, después prisión y sede de la Inquisición sevillana con la llegada de los Reyes Católicos. Tras deambular por la calle Alfarería puede curiosear en las tiendas de cerámica y saborear una tapita de cazón en adobo en una tasca de la calle San Jacinto antes de admirar sin prisas el retablo plateresco de la iglesia de Santa Ana, la catedral de Triana.

Este pequeño templo fue mandado levantar por Alfonso X el Sabio en agradecimiento a que la madre de la Virgen le curó una dolencia en los ojos, tal como reza una descripción. Se inició en 1276. Es originalmente gótico, con torre mudéjar, aunque reformado, porque fue bastante dañado por los terremotos de 1355 y por el de cuatrocientos años más tarde.

De entre las joyas que atesora este templo: la estatua medieval de Santa Ana, la Virgen y el Niño; la capilla de los Marineros con la Esperanza de Triana a la que los lugareños tienen una gran devoción, y Cristo de las Tres Caídas, Nazareno de finales del siglo XVI.

Callejón de la Inquisición./Adam Jones, Ph.D.

El viajero puede seguir por la calle Betis, con el Guadalquivir de por medio. Plaza del Altozano. Enfrente, San Jacinto, gambas, manzanilla y la capilla de la Estrella, con su Dolorosa, tal vez de Martínez Montañés, y la parroquia de San Jacinto. Y, por fin, a la izquierda del Altozano, calles de alfareros, artesanía tradicional de trianeros.

Calle de Cristos y calle de Castilla: la del Nazareno de la O, en la parroquia de la O y, luego, en la capilla de Patrocinio, nada menos que el Cachorro, que Francisco Antonio Gijón creó en 1862 para que los trianeros la adoraran. La foto de las casas blancas cuajadas de macetas se hace en la calle de Pelay Correa. Y la de las torres y campanarios sevillanos allende el río, desde los bares y restaurantes de la calle Betis.

El viajero que se adentre en la historia de la capital hispalense debe saber que en Triana reside la auténtica esencia sevillana: este antiguo barrio de alfareros, marineros y obreros se hizo famoso por sus cantores y bailaores de flamenco, así como por sus toreros. Para disfrutar con calma de un completo recorrido, se le presenta al viajero una amplia oferta de alojamiento si piensa prolongar su estancia unos días. Una de las opciones más asequibles para su bolsillo pasa por hospedarse en alguno de los apartamentos que GowithOh dispone en Sevilla, como el de Triana, que merece la pena, en pleno corazón de este barrio con historia.

Dónde dormir: Hotel Monte Triana; C/ Clara de Jesús Montero, 24 (Sevilla); teléfono: 954343111.

Dónde comer: Restaurante Abades Triana; C/ Betis, 69A (Sevilla); teléfono: 954286459.