'Barrio Perdido' de Patrick Modiano

Publicado el 10 diciembre 2012 por Carol
Título: Barrio Perdido (Quartier Perdu)
Autor: Patrick Modiano
Traducción: Adoración Elvira RodríguezEditorial: Cabaret Voltaire (septiembre 2012)Año de publicación: 1984Páginas: 224
Precio:  17,95 euros
Tras la verja, el viento acariciaba las hojas de los castaños, los pisos superiores de la place de l'Alma y la cúspide de la Tour Eiffel, en la otra orilla del Sena. Por aquel entonces, París era una ciudad que se ajustaba a los latidos de mi corazón. Mi vida solo podía inscribirse entre sus calles. Me bastaba con pasearme por París, solo y sin rumbo, para ser feliz.
Cuando llevas varias lecturas seguidas que no acaban de convencerte, nada mejor que volver a los autores que ya conoces y que sabes que nunca fallan. Para mí, uno de ellos es Patrick Modiano, al que la palabra evocador le va como anillo al dedo para describir sus libros. Barrio Perdido nos sumerge de nuevo en las calles de París, esta vez en un verano caluroso, donde las calles permanecerían desiertas si no fuera por la constante y apabullante presencia de turistas. Ambrose Guise, autor británico de novelas policíacas, vuelve a París tras veinte años de ausencia. La ciudad va desvelando su pasado, recupera su memoria y su verdadera identidad: el francés Jean Dekker que huyó en su momento tras un crimen que no pudo resolverse. La memoria, la nostalgia de un pasado irrecuperable, el paso del tiempo y la reconstrucción de la propia identidad, vuelven a ser las claves de una novela corta pero muy intensa.

Place Vêndome (1947). Willy Ronis


A medio camino entre la novela negra, aunque decir eso de Modiano es simplificar mucho las cosas, ya que sus novelas encierran mucho más de lo que parece a simple vista, y la novela nostálgica de un pasado perdido que ya no volverá jamás, Barrio Perdido tiene, como la mayoría de las novelas del autor, un protagonista indiscutible, la ciudad de París. Todo el libro se desliza entre las calles y barrios parisinos, nos envuelve, nos seduce, nos traslada hacia esa ciudad y nos enamora de ella. Los recuerdos del protagonista, el pasado y el presente se funden gracias a esos largos paseos que da por las Tuileries, la estación de Orsay, la orilla izquierda del Sena, la place Vendôme, el boulevard des Capucines, la place de la Concorde, los Campos Elíseos, la place de l'Alma, la Tour Eiffel... En el presente, una ciudad abandonada por los propios parisinos en un verano caluroso y asfixiante y lleno de la frivolidad de los turistas que se mueven en manada, pasando por los monumentos y lugares emblemáticos de París sin casi ver nada ni empaparse de la esencia de la ciudad. En el pasado, unos personajes perdidos, decadentes, largas noches de local en local hasta las primeras luces del amanecer, alcohol, mujeres inalcanzables, amores no correspondidos, un pasado idealizado desde el presente que también tenía sus luces y sombras.

Café de la Bidule (1957). Willy Ronis

El protagonista, y nosotros con él, va deshaciendo las tinieblas de su pasado a través de pequeños detalles, una tarjeta roja con el nombre Hayward escrito en letras negras, encuentros al azar, persecuciones nocturnas a un coche conducido por un fantasma del pasado, conversaciones crípticas con amigos a los que no se veía desde hacía años, necrológicas, informes policiales... El estilo, como siempre con Modiano es muy sencillo con frases cortas y abundancia de diálogo, la complejidad del autor, si puede hablarse de ella, se encuentra más bien en el trasfondo de lo que nos cuenta, en esa doble lectura en la que tenemos que ir intuyendo y descubriendo junto al personaje los engranajes de lo sucedido, ese pasado del que huyó en su momento el protagonista, además de esos finales crípticos y abiertos que tenemos que construir nosotros mismos con lo que se nos ha dado hasta el momento.

Los amantes de la Bastilla (1957). Willy Ronis


De nuevo la memoria y París protagonizan una novela de Modiano, mi tercer Modiano tras En el café de la juventud perdida y Calle de las tiendas oscuras. Las tres, novelas que recomiendo encarecidamente. Para mí es un autor que nunca me defrauda, más bien al contrario, con él, el placer de leer es siempre máximo, la historia atrapa y su prosa evocadora y mágica nos mete de lleno en la novela y en el ambiente que el autor quiere recrear. Antes de empezar a leer este libro intuía que se colaría entre mis favoritos del año, ahora lo confirmo, una vez más Modiano me recuerda que leer es más, mucho más, que una historia entretenida o un pasatiempo, es meterse de lleno en el libro, saborearlo con los cinco sentidos, sentir que viajamos con los protagonistas, que leer es, en definitiva, uno de los mayores placeres que podamos sentir en la vida, siempre y cuando elijamos al compañero de viaje adecuado, al libro adecuado.

Cruce Sévres-Babylone (1948). Willy Ronis


Para ilustrar esta entrada he seleccionado algunas imágenes del fotógrafo francés Willy Ronis (París 1910-2009) del que seguro reconoceréis la que es una de sus imágenes más icónicas: Los amantes de la Bastilla. Ronis entró en la fotografía un poco por obligación, ya que su sueño era ser músico, pero al enfermar su padre de cáncer, tuvo que dejar sus clases de violín y hacerse cargo del negocio familiar: un estudio de fotografía en Montmartre. Al morir su padre, cerró el estudio y se unió a la agencia Rapho junto a Brassaï o Robert Doisneau. Ronis fue el primer fotógrafo francés que trabajó para la revista Life y participó junto a Doisneau en el Grupo fotográfico Les XV. Sus imágenes han sido expuestas en el MOMA y ha sido galardonado con la medalla de oro en la Bienal de Venecia y con el Gran Premio de las Artes y las Letras en Fotografía por el Ministerio de Cultura francés. Ronis vivió y trabajó toda su vida en París donde falleció en 2009 a los 99 años de edad.