Las divas del siglo XXI no se parecen a las del pasado en cuanto a voces o repertorio, pero hay que reconocerles que algunas son todo un espectáculo de masas, con entradas agotadas nada más salir el anuncio del concierto, ocupando reportajes de radio y televisión, shows, páginas de periódicos generalistas y muchas hojas en la prensa especializada, vendiendo miles de CDs y DVDs, alcanzando números uno con todo un marketing detrás que sirve para acercar este apasionante mundo a espectadores que no me encuentro habitualmente.
Cecilia Bartoli lleva años como diva, aunque esté alejándose de sus primeros pasos donde asombraba con Rossini, Mozart, Salieri o Vivaldi, así como sus arias antiguas italianas. Más no sólo de la lírica viven las cantantes de ópera y las carreras no suelen aguantar el ritmo que imponen los agentes, por lo que los discos y su promoción forman parte del subsistir. Si unimos una labor investigadora capaz de sacar a la luz compositores poco habituales, incluso desconocidos para la mayoría, vestirla con los abalorios que los estudios de grabación permiten, y realizar giras mundiales, el pan de cada día está más que asegurado. A todo ello sumemos el desparpajo y buen caracter de la mezzo romana, con lo que los llenos están asegurados incluso en el propio escenario.
Tengo un montón de discografía de "La Bartoli" y varios DVDs, (casi) todos comprados, pero sus directos bajan un poco el listón, caso de esta "Mission" donde faltaba nada menos que Philippe Jaroussky (al que también pudimos disfrutar en Oviedo hace dos años) o el Coro della Radiotelevisione Svizzera, pero formación y director los mismos, destacando una dirección de Fasolis a medida de la diva, como debe ser.
Sí debemos darle las gracias por buscar repertorios "a medida", y esta vez también gratitud por su profesionalidad y entrega: dos horas de recital y ¡media hora de propinas!, para aplacar prisas del cada vez más abundante grupo de maleducados, bisando A facile vittoria con el trompetista Robinne, la otra figura de la noche, sonido y técnica asombrosos en un particular duelo que me recordó el de la película "Farinelli", incluso el guiño al Extraños en la noche de Sinatra con sabor barroco por parte de ambos.
Pero lo mejor de las propinas, Vivaldi (Sovente il sole de "Andromeda liberata") y sobre todo Händel el Lascia la spina, cogli la rosa, y con el dúo trompeta y oboe del Amadigi di Gaula, el aria de Melissa. Es que el propio "Steffani dio el espaldarazo a un joven Hándel, al que consideró, y no sin motivo, su sucesor operístico. El talento reconoce al talento" que escribe la Dra. Sanhuesa.
Una semana barrroca que fue de la cima bachiana hasta el valle monográfico de Gregorio Piva, el alias de Agostino Steffani. Pero del "duelo de mezzos" salió vencedora La DiDonato por clase, estilo, elegancia ¡y variedad!.