EL ÚLTIMO DISCURSO
He hablado mucho de mí mismoy casi me había olvidado de Sacco. Sacco también es un trabajador, un trabajador capacitado desde su niñez, amante del trabajo, con un buen empleo y un sueldo, una cuenta en el banco, una esposa buena y encantadora, dos hermosos hijosy una casa sencilla y acogedora en la linde de un bosque, cerca de un arroyo.
Sacco es todo corazón, todo fe, todo un carácter, todo un hombre; un hombre, amante de la naturaleza y de la humanidad, un hombre que lo dio todo, que lo sacrificó todo por la causa de la libertady de su amor a la humanidad: dinero, sosiego, ambición mundana, esposa, hijos, su personay hasta su propia vida.
A Sacco jamás se le ha pasado por la cabeza robaro matar a nadie. Desde que éramos críos hasta ahora jamás nos hemos llevado a la boca un bocado de pan que no hayamos ganado con el sudor de nuestra frente. Jamás. Ya, sí, puede que yo sea más listo, como ha dicho alguien, tengo más labia, pero muchas, muchas veces, al oír su voz sincera en la que resuena una fe inquebrantable, al considerar su sacrificio supremo,y recordar su heroísmo me sentí pequeño en presencia de su grandezay me vi obligado a reprimir las lágrimas de mis ojosy agarrarme el corazón, que se me atragantaba, para no llorar delante de él: este hombre al que ahora se llama ladrón y asesino y condenado.
Pero el nombre de Sacco vivirá en los corazones de la gentey en su gratitud cuando los huesos de Katzmanny los de todos vosotros hayan sido dispersados por el tiempo; cuando vuestros nombres, el suyo, vuestras leyes, instituciones, y vuestro falso dios no sean más que el recuerdo borroso de un pasado maldito en el que el hombre era un lobo para el hombre.
De no ser por esto, yo podría haberme pasado la vida charlando en las esquinas de las callesy despreciando a la gente. Hubiera muerto olvidado, desconocido, fracasado. Ahora no somos unos fracasados. Esta es nuestra carrera y nuestro triunfo. Jamás en toda nuestra vida hubiéramos podido hacer tanto por la tolerancia, por la justicia, porque el hombre comprenda al hombre, como ahora lo hacemos por accidente.
Nuestra palabra, nuestras vidas, nuestros dolores, ¡nada! La pérdida de nuestras vidas, la vida de un buen zapateroy la de un pobre vendedor de pescado, ¡todo!
Este último momento nos pertenece.
Esta agonía es nuestro triunfo.
Bartolomeo Vanzetti.
Versión de David González.