Pensé que no podría leer otro libro de de Vigan después de leer Nada se opone a la noche. Que no había más, quiero decir, nada comparable, nada a la altura. Me equivocaba. Leí después Días sin hambre, su primer trabajo publicado. No solo lo leí, sino que encontró su sitio propio, su identidad más allá de esa novela que en mi camino lector la precedió aun viéndose redimensionada por ella. Sí, hay más Delphine más allá de Nada se opone a la noche, la hubo, ¿la habrá? Delphine de Vigan, la protagonista de Basada en hechos reales, y a partir de ahora no voy a hacer distinción entre autora, narradora y personaje porque me es imposible dilucidar donde están los límites entre una y otra y además poco me importa saberlo, pensó también que no podría escribir otro libro después de esa última novela, después de ese proceso doloroso de escritura y de memoria, después de esa inesperada y apabullante repercusión. Se equivocaba. Escribió Basada en hechos reales, la novela que yo acabo de leer, una obra que nuevamente puede reivindicarse por sí misma y que, nuevamente también, tiene cierta continuidad, cierta amalgama con las otras dos. Tan distintas todas, tan hermanas.
«L. me dijo un día que yo sólo había escrito dos libros. El primero y el último».
«Intenté explicar esa idea a la que volvía sin cesar, según la cual, en cualquier cosa que escribamos nos movemos en la ficción:Eso es lo que yo también creo, porque mi concepción de la literatura se parece bastante a la de Delphine y, en muchas ocasiones, me he encontrado a mí misma rebatiendo las opiniones de L.; asintiendo en otras, también; austándome de la cuerda floja sobre la que me desequilibro con tal asentimiento. L.: tengo que hablaros de ella (nota mental).
-Aunque eso haya sucedido, aunque haya ocurrido algo que se le parezca, aunque los hechos estén demostrados, siempre nos contamos una historia. Nos la contamos. En el fondo, quizá eso sea lo importante. Esa pequeñas cosas que no se pegan a la realidad, que la transforman. Esas partes en las que el papel de calco se despega, en los bordes, en las esquinas. Porque por más que hagamos, eso se repliega, se arruga, trampea. [...] Todos somos mirones [...] pero en el fondo lo que nos interesa, lo que nos fascina, puede que no sea tanto la realidad como en qué la transforman quienes intentan mostrárnosla o contárnosla. Ese filtro colocado en el objetivo. En cualquier caso, el que la realidad avale la novela no la hace mejor. Eso es lo que yo creo».
Se sabe más de alguien atendiendo a cómo nos cuenta algo que con lo que nos cuenta en sí, fijándonos en lo que realmente nos está contando. Se conoce también mejor a alguien escuchando sus silencios, lo que evita, lo que elude, aquello en torno a lo que siempre gira, el auténtico abismo engullidor.
«Las estrategias de defensa, los procesos silenciosos. Sí, resultaba tentador escribir eso: la perturbación no había sacudida solamente las zonas identificadas como de riesgo. Las zonas de riesgo habían circunscrito el punto de impacto, lo habían asimilado, se habían acomodado a él. Un seísmo más devastador brotaba en otros territorios, aquellos que yo había aflorado, eludido, aquellos que había excluido voluntariamente del campo de la narración».Y yo conozco a Delphine. Creo conocerla. A mi Delphine. No a la auténtica ni a la que ocupa estas páginas. L. también la conoce.
Portada de Nada se opone a la noche
A la que también conozco es a la escritora y cuanto más la leo más me gusta. «A veces es necesario disfrazar para explorar el tema. Lo importante es la autenticidad del texto, quiero decir su necesidad, su ausencia de cálculo», lo que yo llamo honestidad. Y la Delphine escritora es honesta. Mucho.«La escritura debe ser una búsqueda de la verdad, si no, no es nada. Si a través de la escritura no intentas conocerte, hurgar en lo que llevas dentro, lo que te constituye, abrir tus heridas, rascar, ahondar con las manos, si no pones en tela de juicio tu persona, tu origen, tu medio social, eso no tiene sentido».«¿Quién eres tú cuando escribes, Thad? ¿Quién eres entonces?» Esta cita de La mitad oscura de Stephen King encabeza la segunda parte de esta novela. Las tres partes de Basada en hechos reales están precedidas por citas del escritor de terror y, si esta me da miedo, la que nos lleva a la tercera parte me produce auténtico pavor.
¿Quién eres tú cuando escribes, Delphine? Esta es la pregunta a la que de Vigan intenta responder en este libro.
¿Quién soy yo cuando leo?
«¿Qué teníamos en común, de forma real o imaginaria, que tanto le interesaba?», se llega a preguntar Delphine respecto a L.. ¿Qué tenemos en común, Delphine, tú y yo, de forma real o imaginaria, que tanto me interesas?, me pregunto yo. ¿Algo más aparte de nuestra concepción de la literatura? No lo sé. ¿Qué tienes tú en común con L., Delphine?
L.: ha llegado el momento de hablaros de ella.
L.: mirona, chupóptera. Parece que tenemos algo más en común que la inicial.
L. es una mujer atractiva, elegante, segura de sí misma. Trabaja como negra para otros escritores. Llega a la vida de Delphine en el momento justo. La pilla con la guardia baja aunque Delphine no es consciente de ello. Está sumida en el éxito de Nada se opone a la noche, desubicada tanto personal como profesionalmente. Y L. se cuela por las fisuras de una Delphine experta en recomponerse una y otra vez a lo largo de su vida; se filtra por esos resquicios y la invade, toda. «Tiene ella la llave de todo [...], una frase surgida de un repliegue de mi conciencia o de una novela policiaca, cuyo doble sentido no se me pasó por alto», llegará a pensar Delphine. No, no es esta una novela policíaca pero sí tiene su dosis de intriga. Thriller, lo llaman; pausado, no de esos trepidantes que ambicionan los más adictos al género, aunque a mí no me ha dado tregua. Sí, Delphine juega al thriller, literal y literariamente.
Seducción, se titula la primera parte de esta novela, y, realmente, se puede decir que L. seduce a Delphine. Hay incluso un algo que casi podríamos calificar de sensual en sus primeros encuentros.
Portada de Días sin hambre
Es muy fácil fagocitar a alguien por completo a poco que pongamos interés. Porque todos somos débiles. Una pose para que vean en nosotros a aquel que íntimamente quieren ser; otro espejo en el que se puedan reconocer. Crear confianza, buscar complicidad. Y, por supuesto, la guinda del pastel: ser solícito, halagar en presencia y atención, hacer creer al otro que no solo es importante sino especial para nosotros, brindarle apoyo, disponibilidad. El otro se deja poner el lazo al cuello. Vamos apretando. Tal vez comience a sentir incomodidad; tal vez pase por su mente un momento de suspicacia pero oh, no, no quería tirar demasiado, no era su intención lastimarme, lo ha hecho por mí. El lazo también es abrazo; desembarazarnos de él provoca alivio pero también frío.«L. se me había hecho necesaria, imprescindible. Estaba allí. Y tal vez era lo que yo necesitaba: que alguien se interesase por mí de manera exclusiva. ¿No abrigamos todos ese deseo descabellado? Un deseo proveniente de la infancia al que nos hemos visto obligados, a veces demasiado deprisa, a renunciar. Un deseo que, en la edad adulta, nos consta que es egocéntrico, excesivo y peligroso. Al que, no obstante, cedemos en ocasiones».Así forja L. su relación de poder sobre Delphine. La escritora está agotada, quiere aparcar la escritura autobiográfica, retomar la ficción. No quiere seguir indagando en su intimidad y en su pasado, exponiéndose y exponiendo a los más cercanos, causándoles tal vez dolor. Pero L. la azuza, le reclama su obligación para con sus lectores, la incita a escavar hasta desenterrar esa violencia que es el germen de toda escritura, más aún el de la suya, a escribir su libro fantasma. Utilizará todas aquellas argucias a las que sea capaz de recurrir. Será hiriente, a veces; otras, más sutil.
Write yourself, you will survive, reza el grafiti que L. fotografía y le envía en una ocasión a Delphine como pequeño estímulo. Y sí, a veces pienso que Delphine se exorciza a través de la escritura. Escribir también es eso.
De niña, Delphine lloraba en sus fiestas de cumpleaños. No es que no le gustasen pero no soportaba la presión de sentir concentrada tanta atención sobre ella. Era desenvuelta en un grupo reducido de personas, pero extremadamente tímida cuando la exposición era ante un gran número de las mismas. En párvulos, su madre tuvo que enviar una nota a su profesora pidiéndole que no se celebrase en clase el cumpleaños de Delphine aduciendo que su hija era demasiado emotiva. Por aquel entonces, Delphine desconocía el significado de esa palabra y en su cabecita infantil se imaginó que e-mot-iva hacía referencia a la cantidad de vocabulario que una persona poseía (mot en francés significa palabra). Ella era, pues, una niña emotiva a la que le faltaban las palabras. Eso la hizo «comprender que para vivir en sociedad había que armarse con palabras, no dudar en multiplicarlas, diversificarlas, captar sus más ínfimos matices. El vocabulario adquirido de ese modo creaba poco a poco una coraza, espesa y fibrosa, que permitía desenvolverse en el mundo, despierta y confiada. Pero seguía desconociendo tantas palabras...». Pienso que aun hoy Delphine sigue afanándose en conocer las palabras, desdoblarlas (como se desdobla a sí misma en esta novela), jugar con ellas, armar esa coraza que le permita conducirse por la vida sin que supuren sus heridas.
Kevin Spacey interpretando a Roger Kint en Sospechosos habituales (1995)
En Basada en hechos reales Delphine se reinventa a sí misma y se ficciona para ser más Delphine que nunca. Parte de una premisa real a partir de la cual levanta una ficción en torno a las relaciones dañinas por manipuladoras, a la escritura como proceso creativo y a la importancia que damos a lo verídico en la literatura. Arriesga y juega al despiste convirtiéndose a sí misma en personaje y protagonista, pero también convence, conquista y triunfa.
La siento más libre así. Como si se hubiese despojado de la carga de rendir cuentas. No es la joven de Días sin hambre luchando contra su negativa a vivir. No es la hija de Nada se opone a la noche liberando la negra luz de su madre. Aquí es ella sola la que está en juego, es solo la escritora la que está en evidencia (¿solo?). Pero ese solo crea otra hondonada cubierta de silencios.
«La escritura era mi terreno más íntimo, el más aislado, el más protegido. El menos compartido. Una zona franca, egoístamente defendida. Cercada con barricadas. Una zona que yo tan sólo evocaba superficialmente, con cicatería».Silencios que pueden ser palabras por obra y gracia de la ficción.
Estoy segura de que tras la publicación de este libro una de las preguntas que más veces le han hecho a de Vigan es cuánto de la Delphine real hay en la Delphine personaje. A mí, sin embargo, si alguna vez tuviese la improbable oportunidad de hablar con ella, lo que me gustaría preguntarle sería cuánto de Delphine, pero no como escritora, hay en L.. Pero estoy segura de que, al igual que ella en tantas ocasiones, optaría por el silencio. En su lugar le diría: eres bella y admirable, y, si hay algo de locura en ti, puedes estar segura de que, como escuchaste una mañana en la radio decir a Gilles Deleuze, esa locura es la fuente de tu encanto y también (y esto lo añado yo) de tu lucidez.
Pero no, tampoco se lo diría. Eso lo reservo para mi Delphine, para esa Delphine que me llega a través de «ese vaivén que se opera entre el lector y el texto, toda vez que el libro remite al lector, casi siempre -y por una razón que no sé explicar-, a su propia historia». Lo que no sé es de qué historia mía, tan diferente a las suyas, proceden las palabras con las que escribiría las páginas en blanco de su libro fantasma.
De la Delphine real respeto lo que calla y admiro lo que escribe. Para ella solo tengo una pregunta y soy yo quien ha de responderla. La misma pregunta que solía hacerle su abuela Liane. La misma que evoca de sus recuerdos: Delphine niña en la cocina de la casa de los abuelos, sus pequeñas manos cascando huevos, separando yema y clara, pasando la yema de una mitad de la cáscara a la otra, procurando la pureza de la clara; de repente, surge una pizca amarilla anaranjada en la tráslucida clara, imposible de extraer, mixtura indisoluble, como la ficción y la realidad en la literatura. Y, de esos mismos recuerdos y de esa misma infancia surge la entrañable voz de Liane que interpela a la pequeña Delphine:
«¿Es verdad esa mentira, reina?»Sí, Delphine; sí, reina. Tus mentiras son verdades para mí. Porque eres una escritora honesta. Porque tu punto de nieve impuro para mí es literatura pura.
FIN*
Notes. Fotografía de Catherine Ortega
Ficha del libro:
Título: Basada en hechos reales
Autora: Delphine de Vigan
Traductor: Javier Albiñana Serraín
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2016
Nº de páginas: 344
ISBN: 978-84-339-7961-2
Si te ha gustado...
¿Compartes?
↓