Es general en la literatura española, calificar de "noche toledana" a las que se han distinguido por ser sumamente desagradables. Bien porque en ellas se produzcan sucesos demasiado molestos o incluso trágicos; o bien a aquéllas en que se duerme poco y se pasa mal, cuando las ideas se tornan en ensueños obsesivos y el temor nos sobrecoge, aunque no haya, realmente, un motivo fundado.
Pero el calificativo sí está fundado. Y no, precisamente, porque las noches en Toledo sean mejores ni peores que en otros lugares, sino porque en la ciudad hubo efectivamente una noche concreta, en el año 797, en que se extendió por la ciudad el terror y el insomnio.
En ella, según algunos cronistas, fueron nada menos que 5.000 los toledanos que murieron decapitados; y tras de perder su cabeza, sus cuerpos fueron arrojados a un foso cercano.
Pero Toledo, capital de una marca fronteriza (la "Marca media") y con una población mayoritariamente mozárabe, era una ciudad poco dispuesta a aceptar dependencias' de un emir lejano. Prefirió por tanto desligarse de Córdoba y reconocer como jefe a un rebelde agitador, llamado 'Ubayd Allah ben Jamir, de origen toledano y sin duda muy popular en su tierra.
Ante esta situación de rebeldía, el emir llamó a uno de sus fieles servidores, gobernador de Huesca entonces, llamado' Amrús, dándole poderes plenos para tomar a su obediencia a la ciudad rebelde. No fue difícil para 'Amrús, guerrero notable, atraer a una hábil celada y capturar al cabecilla toledano, ajusticiándole acto seguido.
Privados los toledanos de su Jef... permitieron entrar al enviado del poder real, instalándose' Amrús pn la ciudad sin dificultades. Pero es evidente que su tarea sólo a mt>dias p~taha (' umplida, pues bastaría que otro jefe con prestigio s(' pusil'ra al frpnl!' dp los insumidos para que brotara de nuevo la rebeldía.
Consiguió, de momento, convencer a los toledanos de la necesidad de un cuartelo fortaleza interior, donde se albergara el jefe militar y la guarnición, aislada de los vecinos y sin que éstos cargaran con su alojamiento. Construyó el edificio con materiales de tapial, para cuya extracción se produjo un foso considerable, muy próximo al nuevo edificio (1).
Terminado ya el recinto militar, el emir envió un ejército, mandado por su hijo y futuro califa, , Abd al-Rahman, quien marchaba hacia el norte pretextando una expedición a la frontera cristiana. A su paso por Toledo, , Amrús salió a recibir al hijo de su señor, acompañado por los notables de la ciudad.
Estos, instigados por el gobernador, invitaron al príncipe a un festín, para celebrar tanto su visita como el final de la fortaleza, ignorando que todo ello respondía a un plan previo entre 'Amrús y Al-Hakam l. , Abd al-Rahman aceptó, como estaba previsto. Y aquella noche, conforme iban llegando los notables toledanos al palacio, iban siendo detenidos por los soldados de ' Amrús, decapitándolos y arrojándolos al foso inmediato.
Ya hemos dicho que hay historiadores que elevan a 5.000 los ejecutados en aquella noche; otros, más modestos y crelbles, los reducen a 700, número no por bajo menos .impresionante. En todo caso, la nobleza musulmana y mozárabe de la ciudad quedó decapitada con ellos y la noche de tan bárbara matanza dio lugar a que durante los quince años siguientes, Toledo estuviera quieta y sumisa al poder del emir cordobés.
No es extraño por tanto que una "noche toledana" se haya convertido en símbolo y haya pasado a la leyenda. Leyenda que, en este caso, es una de las más acordes con la historia real; pues incluso al propio príncipe heredero le produjo tal impresión que adquirió entonces la costumbre, que recogen los mismos cronistas, de parpadear constantemente, "tic" nervioso que le acompañó durante toda su vida.
Por Julio Porres de Mateo http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0019_05.pdf