Presentar la descafeinada firma del nuevo acuerdo (España pretendía revertirlo del mayor boato diplomático posible, con el rey incluido, pero John Kerry, Secretario de Estado, disculpó su asistencia porque se había caído de la bici) prácticamente como un hito en las relaciones bilaterales existentes entre España y EE.UU -tal como hizo la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría- es simplemente una licencia recurrente en los pésimos comerciales que exageran las cualidades de lo que ofrecen, como si fuera único y exclusivo en su género.
Se trata, pues, de intereses geoestratégicos para una superpotencia que se vale del antiguo vasallaje entre naciones para delimitar sus “zonas de influencia”. Ello viene determinado porque, militarmente, ésta necesita dispositivos de apoyo fuera de sus fronteras para hacer frente a un enemigo antes de que ponga en peligro su propio territorio, alejando así cualquier conflagración lejos de él. En este sentido, toda base militar extranjera es, como advertía Manuel Vázquez Montalbán*, una sutil manera de “ocupación” territorial, aunque se disfrace de defensa de la libertad, la democracia y la civilización occidental.
Es más que probable que fuera del escudo protector de EE.UU. no haya lugar bajo el sol. Menos aún si nuestra economía, política, defensa, ocio, cultura y demás ámbitos de actividad dependen de esa gran potencia. Tal vez la estabilidad y seguridad de nuestro estilo de vida, idéntico al que irradia EE.UU. nos aconsejen permanecer bajo la custodia de quien nos coloniza con su poder y capacidad omnímodos. Y que, salvo el infantil e inútil gesto del expresidente socialista Rodríguez Zapatero, ingenuamente convencido de poder tratar de igual a igual a Estados Unidos -desaire incluido ante su bandera-, ningún Gobierno español se ha atrevido ir contra los intereses de los norteamericanos en España ni en ningún lugar del mundo. Pero “vender” nuestra condición de subordinado fiel al imperio como un hito en las relaciones entre ambos países es como si la criada pretendiera convencer a sus compañeras de que la señora es su amiga. Me parece impropio: no por la criada, sino del Gobierno español ante los ciudadanos._________
* La penetración americana en España, Manuel Vázquez Montalbán, editorial Cuadernos para el Diálogo. Madrid, 1974.