Saturnino Segura es un escritor que no pasa por sus mejores momentos. Ha conseguido reconocimiento, dinero y fama con una serie de 23 libros protagonizados por una heroína caribeña de la época de la guerra civil americana. Pero su estilo y sus tramas, demasiado tradicionales, no en vano es socio fundador del Círculo Católico de Escritores y Periodistas, ya no gustan a los lectores. Por eso su editor le anima a cambiar totalmente de registro y Saturnino se mete de lleno en su nueva novela: una historia truculenta, llena de asesinatos, vísceras y sangre que, para su sorpresa, no solo no le desagrada sino que le gusta y que está protagonizada por un albino organista de la catedral. Alicio Casañas es un ex policía que se ha visto obligado a convertirse en detective privado. Fue expulsado de la comisaría después de un turbio asunto, un robo de droga en la aduana, en el que se vio envuelto. Fue juzgado, tanto por la Jefatura de Policía como por la justicia, pero no se pudo demostrar su implicación. Aun así, toda su reputación en la lucha contra los camellos en uno de los peores barrios de la ciudad se fue al traste. Ahora intenta ganarse el respeto de Sarah Dalmau, su jefa en una prestigiosa agencia de detectives, investigando los asesinatos que están sacudiendo la ciudad en los últimos días. Alex es un joven escritor que intenta encontrar la inspiración para su nueva novela. Su editor le ha dado un plazo, un ultimátum, y él tiene que escribir, lo que sea. Algo como, por ejemplo, la historia de un un escritor que intenta cambiar de estilo escribiendo sobre unos asesinatos protagonizados por el organista de la catedral e investigados por un ex policía. A simple vista la historia puede parecer un poco enrevesada y tengo que confesar que durante las primeras diez o quince páginas no entendía muy bien qué estaba pasando. Pero luego se entiende y la trama engancha tanto que es imposible dejar de leer, avanzar en la historia para saber qué les ocurre a Avelino, Saturnino, Alicio y Alex. Al margen de la intriga y de la parte de novela negra que tiene el libro, que me ha parecido adictiva, con mucho ritmo, ágil, trepidante y fluida, con continuos giros y sorpresas que mantienen al lector pegado al libro, quizá sea la estructura lo que más me ha gustado de la novela. Una estructura con historias dentro de historias, como si de muñecas rusas se tratase, que además de sorprender y atrapar provocan en el lector una constante reflexión sobre esta historia en particular y sobre la literatura en general. ¿Quién lleva el peso de una novela, de una trama, el escritor o los personajes? ¿Quién maneja a quién? Como no quiero destripar demasiado el argumento, no voy a desvelar nada más de la relación entre Avelino, Saturnino, Alicio, Alex y el resto de personajes ni tampoco de cómo se desarrolla la historia, los asesinatos, las investigaciones y, en definitiva, la historia de estos bastardos de Dios que no dejan indiferente a nadie. Ni a los escritores que los crean, ni a ellos mismos ni, cómo no, a los lectores. Porque, para qué negarlo, todos tenemos algo de creadores, de personajes y de espectadores y, por supuesto, de bastardos.
Bastardos de Dios, de Javier Rodrigo Ruipérez
Publicado el 19 octubre 2013 por Goizeder Lamariano MartínSaturnino Segura es un escritor que no pasa por sus mejores momentos. Ha conseguido reconocimiento, dinero y fama con una serie de 23 libros protagonizados por una heroína caribeña de la época de la guerra civil americana. Pero su estilo y sus tramas, demasiado tradicionales, no en vano es socio fundador del Círculo Católico de Escritores y Periodistas, ya no gustan a los lectores. Por eso su editor le anima a cambiar totalmente de registro y Saturnino se mete de lleno en su nueva novela: una historia truculenta, llena de asesinatos, vísceras y sangre que, para su sorpresa, no solo no le desagrada sino que le gusta y que está protagonizada por un albino organista de la catedral. Alicio Casañas es un ex policía que se ha visto obligado a convertirse en detective privado. Fue expulsado de la comisaría después de un turbio asunto, un robo de droga en la aduana, en el que se vio envuelto. Fue juzgado, tanto por la Jefatura de Policía como por la justicia, pero no se pudo demostrar su implicación. Aun así, toda su reputación en la lucha contra los camellos en uno de los peores barrios de la ciudad se fue al traste. Ahora intenta ganarse el respeto de Sarah Dalmau, su jefa en una prestigiosa agencia de detectives, investigando los asesinatos que están sacudiendo la ciudad en los últimos días. Alex es un joven escritor que intenta encontrar la inspiración para su nueva novela. Su editor le ha dado un plazo, un ultimátum, y él tiene que escribir, lo que sea. Algo como, por ejemplo, la historia de un un escritor que intenta cambiar de estilo escribiendo sobre unos asesinatos protagonizados por el organista de la catedral e investigados por un ex policía. A simple vista la historia puede parecer un poco enrevesada y tengo que confesar que durante las primeras diez o quince páginas no entendía muy bien qué estaba pasando. Pero luego se entiende y la trama engancha tanto que es imposible dejar de leer, avanzar en la historia para saber qué les ocurre a Avelino, Saturnino, Alicio y Alex. Al margen de la intriga y de la parte de novela negra que tiene el libro, que me ha parecido adictiva, con mucho ritmo, ágil, trepidante y fluida, con continuos giros y sorpresas que mantienen al lector pegado al libro, quizá sea la estructura lo que más me ha gustado de la novela. Una estructura con historias dentro de historias, como si de muñecas rusas se tratase, que además de sorprender y atrapar provocan en el lector una constante reflexión sobre esta historia en particular y sobre la literatura en general. ¿Quién lleva el peso de una novela, de una trama, el escritor o los personajes? ¿Quién maneja a quién? Como no quiero destripar demasiado el argumento, no voy a desvelar nada más de la relación entre Avelino, Saturnino, Alicio, Alex y el resto de personajes ni tampoco de cómo se desarrolla la historia, los asesinatos, las investigaciones y, en definitiva, la historia de estos bastardos de Dios que no dejan indiferente a nadie. Ni a los escritores que los crean, ni a ellos mismos ni, cómo no, a los lectores. Porque, para qué negarlo, todos tenemos algo de creadores, de personajes y de espectadores y, por supuesto, de bastardos.