Batalla de Blenheim (1704)

Por Joaquintoledo

Durante la Guerra de Sucesión, la Batalla de Schellenberg fue una de las más conocidas, pues prácticamente sembró el terreno para una nueva. El hecho es que el avance de la fuerza principal del francés Tallard tenía unirse cuanto antes a Maximiliano con el fin de enfrentar al enemigo en una nueva y decisiva batalla. Pero Tallard seguía demorándose, en especial porque decidió asediar la ciudad de Vilingen inútilmente entre el 16 y 22 de julio. Y decimos vanamente, pues tuvo que abandonar su tentativa al enterarse de que el Príncipe Eugenio de Saboya estaba cerca.
Entre la espera y la desesperación se debatían los borbónicos, mientras Churchill y sus fuerzas se dedicaban a rastrillar gran parte del territorio bávaro, causando además algunas víctimas civiles, inocentes desde luego, aunque es necesario aclarar que la destrucción estuvo sobre todo apuntada a cultivos, propiedades e inmuebles. Finalmente, Tallard llegó cerca a Ulm, con 34 mil efectivos, y a inicios de agosto, se reunió con Maximiliano y el conde de Marsin en el mismo Augsburgo. En esos momentos, siendo ya el día 5, Marlborough y el príncipe Eugenio también se encontraban en Schrobenhausen, un pueblo muy cercano a Höchstädt. Lo primero que hicieron fue enviar a Luis Guillermo de Baden-Baden, con 15 mil soldados para asestar un golpe contra Ingolstadt. De este modo se podría investigar y anticipar los movimientos enemigos. Churchill por su cuenta marchó hacia Rain y el Príncipe Eugenio a Höchstädt. Los borbónicos deliberaron sobre cuál de los tres ejércitos era el más conveniente de atacar y se decidieron por el grupo que menor cantidad efectivos poseía, es decir, el del príncipe. El 10 de agosto, Churchill y este último, se la pasaron enviándose mensajes algo desesperados pues se enteraron del movimiento de las tropas borbónicas, consiguieron reunirse en Donauwörth al día siguiente, con el fin de hacer frente a la amenaza en una sola fuerza con sus respectivos ejércitos, sumando un total de 52 mil efectivos y 66 cañones. Maximiliano, se estableció en Blindheim (muy cerca de Blenheim), y tenía unos 56 mil soldados con 90 cañones. Si bien las tropas entraron en contacto el 12 de agosto, la batalla estalló recién al día siguiente.
La batalla de Blenheim, o también llamada 2da Batalla de Höchstädt, librada el 13 de agosto de 1704 y en donde se combatió desde las 6 de la mañana, hasta la 9 de la noche, es importante y fundamental en la historia del conflicto básicamente por tres aspectos: el primero por haber sido uno de los enfrentamientos, sino el más, sanguinario de todos los peleados en el conflicto y en un solo día; en segundo lugar porque fue algo así como la Waterloo para Luis XIV, sepultando sus sueños de una rápida y final victoria sobre sus enemigos; y tercero pero no por ello menos importante, porque prolongó la guerra durante una década más. No vamos a relatar el combate, pues sólo basta con decir que todo culminó en una gran victoria para los Aliados después de un devastador enfrentamiento en la cual se vieron implicados más de 100 mil efectivos de ambos bandos y que dejó la espantosa cifra de aprox. 12 mil 500 bajas entre muertos y heridos para los austracistas, y 20 mil en el bando borbónico. Además estos últimos tuvieron poco más de 14 mil capturados. Definitivamente este combate había significado sin lugar a dudas la hora de Churchill, duque de Malborough, como alguna vez sería la de Nelson o Wellington. Mientras Blenheim estaba en manos de los Aliados, los remanentes del maltrecho ejército franco-bávaro ahora se retiraban a Estrasburgo. Hubo muchos desertores, contados en miles entre las tropas francesas. Maximiliano debió huir hacia los Países Bajos Españoles, pues en Baviera no le quedaba casi nada, ahora toda bajo dominio Aliado y descartada como ayuda francesa, pues sus ciudades principales tales como Múnich, Augsburgo, Ulm, y otras más estaban ocupadas por el enemigo. Muchos otros personajes entre los derrotados ni siquiera pudieron huir, y las tropas borbónicas perdieron a sus comandantes y oficiales más veteranos, si bien algunos fueron intercambiados posteriormente. Marsin fue uno de los pocos que logró ponerse a salvo. Otros como el duque de Tallard no tuvieron tanta suerte y permaneció como prisionero de guerra hasta 1711.
Algunos investigadores coinciden en que esta victoria aliada significó el fin de las intenciones francesas de sumergirse en los territorios alemanes, la salvación de Viena, y según historiadores como Bély “el fin de cuarenta años de supremacía militar francesa en el continente”. A esta altura, Joaquim Albareda Salvadó nos dice en su libro Guerra de Sucesión Española: “Luis XIV, se enfrentaba a un escenario bélico claramente adverso: amenazado en su propio territorio, en el Mediterráneo y en el Atlántico, sus opciones pasaban por emprender una acción contra Turín, fomentar la guerra de los húngaros contra el emperador e intentar una expedición de apoyo a los jacobitas en las islas Británicas, partidarios del pretendiente Jacobo Estuardo, exiliado en París y a quien apoyaba el rey de Francia. La muerte de Leopoldo I, el 5 de mayo de 1705, no se tradujo en cambios de orientación relevantes. Su hijo José I dio continuidad a la política del padre y mostró mayor interés por los territorios alemanes. Gracias a ello, logró que los dos electores se sumaran al bando de los aliados”.
El Rey Sol, intentó con todas sus fuerzas llevar a cabo estas medidas, en especial en lo referente a la revuelta húngara. Para ello envío dinero al magnate Francisco de II de Rákóczi y sus Kuruc. Sin embargo,  Eugenio de Saboya tomó cartas en el asunto inmediatamente y trasladó sin escatimar gastos, ejércitos de Baviera a Hungría. Valió la pena pues derrotó a los rebeldes. Para casi mediados de 1705, la situación en Hungría se había solucionado pues los imperiales hicieron su ingreso en Transilvania y se dio inicio a las negociaciones. De todos modos el emperador José I no quiso dar el trono-de Transilvania- a Rákóczi. Si bien no fueron más una amenaza latente, las cosas no pudieron solucionarse del todo hasta el año 1711.
Pero aún después de este importante triunfo, en el bando vencedor no se desperdiciaba tiempo. John Churchill quería llevar la guerra a la misma Francia y para ello decidió atacar el valle de Mosela. Primero tenía que capturar una fortaleza en Landau y además tomar algunas ciudades importantes como Tréveris, la cual fue el primer objetivo en caer, concretamente el 26 de octubre. El fuerte no sucumbió ante el poder de la coalición sino hasta el 23 de noviembre y finalmente siguió Trarbach el 20 de diciembre. Con esto prácticamente quedó sellada toda la campaña de 1704, pues Londres recomendó esperar a que transcurriese el invierno. Además se llamó al duque de Malborough a la Rubia Albión donde fue aclamado como un héroe, y se le dio una gran residencia además de una pensión anual. Para muchos, la victoria en Blenheim, sólo se compara a grandes conflictos que transformaron a Inglaterra en una potencia en detrimento de Francia, como Plassey, Trafalgar o Waterloo alguna vez. En definitiva, un año después de las grandes victorias francesas, los Aliados habían devuelto el golpe y se hallaban un paso delante de nuevo. Respecto al particular destino de Baviera, las cosas fueron un tanto humillantes. Las autoridades que allí permanecieron, se vieron obligadas a ratificar un documento el cual anunciaba la tutela oficial de Austria, dejando todo el territorio en manos de Leopoldo de Habsburgo. Por otra parte, como Viena estaba salvada, se destinaron otra vez tropas al importante frente italiano el cual había sido descuidado por obvias razones. Con estos refuerzos marchaba el príncipe Eugenio volviéndose a separar de Churchill y sus efectivos, quién a propósito, se dirigía hacia Países Bajos. En cuanto al frente de la península ibérica, ese mismo año, o sea 1704, los Aliados consiguen hacerse con otra importante ubicación que les dio una nueva ventaja en el conflicto: Gibraltar.