Hace un año aproximadamente estaba volviendo de Polonia. Ese país que me enamoró sin esperarlo, que me marcó mientras paseaba por sus calles sin apenas darme cuenta. El regreso a casa fue más largo y accidentado de lo normal. Lo tuvimos que hacer vía Barcelona, porque es donde encontramos vuelos low cost desde Varsovia, y así aprovechamos para darnos una vuelta por la ciudad condal. El problema fue que llegamos al aeropuerto de El Prat casi a media noche, y nuestras mentes pensantes decidieron ahorrarse una noche de hotel en Barcelona y dormir en el aeropuerto. Hubiera sido todo más fácil si hubiésemos utilizado nuestro propio vehículo y lo hubiéramos dejado en el parking aeropuerto de Barcelona. Como ya os comenté con anterioridad, ahora la opción del aparcamiento en el aeropuerto la valoramos siempre en cada viaje, porque es cómodo, sale muy bien de precio reservando online, y puedes llegar y evitar largas esperas por un tren o un autobús. Y precisamente, ese fue nuestro caso...El año pasado al regresar de Polonia no valoramos usar el parking y cogimos el primer tren de regreso a casa que salía desde Barcelona-Sants. ¿Y a qué hora era? ¡A las 12 del mediodía! Este hecho nos permitía tener el tiempo suficiente para desayunar en Barcelona bien temprano y darnos una vuelta por el centro de la ciudad, ya que hacía varios años que no estábamos en la capital catalana. Había que aprovechar las pocas horas que nos quedaban. El inconveniente no era otro que la eterna noche en vela que teníamos por delante en el aeropuerto de Barcelona. Nuestros jóvenes y lozanos cuerpos no pensaron en el cansancio acumulado o la incomodidad de hacer noche tirados por la terminal. Nos temíamos lo peor.No obstante, después de todo, no fue ni tan cansado ni tan aburrido. Aterrizamos en Barcelona procedentes de la capital polaca alrededor de la medianoche. Salimos de la terminal y decidimos ir a cenar, así pasaríamos una buena parte de la noche. Lo malo es que casi todo estaba ya cerrado en El Prat, una lástima. Entre lo poco que quedaba abierto escogimos Pans&Company y nos comimos unos bocadillos tranquilamente. Se acercaba la hora de dormir, o al menos de intentarlo. Buscamos entonces unos asientos confortables y apartados, aunque a esas horas ya no había mucho tránsito de pasajeros. El primer intento de dormir fue fallido, porque nos encontramos con muchos otros viajeros que llegaban a la 1 y las 2 de la madrugada a esperar los vuelos mañaneros de las 5 y las 6 de la mañana. Al contrario que nosotros, que solamente queríamos un techo en el que guarecernos hasta que abriera el tren de cercanías para llevarnos al centro de Barcelona. Mi amigo enseguida se traspuso, pero a mí me fue imposible dormir, así que tablet en mano me dediqué a ver películas y series. Varias. Muchas. Seguidas. Y lo creáis o no, para un seriéfilo como yo, el tiempo pasa muy rápido de este modo.La anécdota de la noche llegaba en torno a las 3 de la madrugada, cuando unos agentes de seguridad nos pidieron la documentación. Al parecer, como el aeropuerto no deja de ser un lugar público, hay muchos sin techo que pasan la noche en las terminales de El Prat. Muchas veces hacen la vista gorda, y en otras ocasiones los desalojan pidiéndoles la identificación y una tarjeta de embarque que obviamente no tienen. En nuestro caso, tal vez tras una semana de viaje ya teníamos aspecto de vagabundos, o quizás el tener las maletas al lado no era suficientemente significativo para los agentes, o simplemente tenían ganas de hablar con alguien. La realidad fue que allí se presentaron, dando las buenas noches, y pidiéndonos el DNI y una tarjeta de embarque. Fue el momento más peliagudo de la noche, porque no encontrábamos las tarjetas de embarque de nuestro vuelo procedente de Polonia. Obviamente, mi amigo se despertó, y entre los dos intentamos localizar las tarjetas de embarque, que no eran más que folios impresos de Ryanair. Como no las encontramos, yo le expliqué la situación a los agentes, que nuestro vuelo había llegado tarde y solamente estábamos esperando al primer tren de cercanías que nos llevara a la ciudad. Fue suficiente. Se fueron y nos dejaron seguir con nuestra noche en vela tirados en el aeropuerto.Ya casi amaneciendo abrió la estación del tren de cercanías y cogimos el primero que salía, para que nos diera tiempo a desayunar y a dar un paseo sin prisas por Barcelona. Lo mejor de todo esto ya ocurrió en la estación de Sants, en el momento de embarcar en el tren que nos llevaba de vuelta a casa. Haciendo cola para subir al tren, el empleado de turno de Renfe me pidió el billete, yo saqué del bolsillo el papel y se lo entregué. Su cara de estupefacción ya me dio mala espina, y sus palabras me lo confirmaron: "Caballero, esto es una tarjeta de embarque de Ryanair".
Hace un año aproximadamente estaba volviendo de Polonia. Ese país que me enamoró sin esperarlo, que me marcó mientras paseaba por sus calles sin apenas darme cuenta. El regreso a casa fue más largo y accidentado de lo normal. Lo tuvimos que hacer vía Barcelona, porque es donde encontramos vuelos low cost desde Varsovia, y así aprovechamos para darnos una vuelta por la ciudad condal. El problema fue que llegamos al aeropuerto de El Prat casi a media noche, y nuestras mentes pensantes decidieron ahorrarse una noche de hotel en Barcelona y dormir en el aeropuerto. Hubiera sido todo más fácil si hubiésemos utilizado nuestro propio vehículo y lo hubiéramos dejado en el parking aeropuerto de Barcelona. Como ya os comenté con anterioridad, ahora la opción del aparcamiento en el aeropuerto la valoramos siempre en cada viaje, porque es cómodo, sale muy bien de precio reservando online, y puedes llegar y evitar largas esperas por un tren o un autobús. Y precisamente, ese fue nuestro caso...El año pasado al regresar de Polonia no valoramos usar el parking y cogimos el primer tren de regreso a casa que salía desde Barcelona-Sants. ¿Y a qué hora era? ¡A las 12 del mediodía! Este hecho nos permitía tener el tiempo suficiente para desayunar en Barcelona bien temprano y darnos una vuelta por el centro de la ciudad, ya que hacía varios años que no estábamos en la capital catalana. Había que aprovechar las pocas horas que nos quedaban. El inconveniente no era otro que la eterna noche en vela que teníamos por delante en el aeropuerto de Barcelona. Nuestros jóvenes y lozanos cuerpos no pensaron en el cansancio acumulado o la incomodidad de hacer noche tirados por la terminal. Nos temíamos lo peor.No obstante, después de todo, no fue ni tan cansado ni tan aburrido. Aterrizamos en Barcelona procedentes de la capital polaca alrededor de la medianoche. Salimos de la terminal y decidimos ir a cenar, así pasaríamos una buena parte de la noche. Lo malo es que casi todo estaba ya cerrado en El Prat, una lástima. Entre lo poco que quedaba abierto escogimos Pans&Company y nos comimos unos bocadillos tranquilamente. Se acercaba la hora de dormir, o al menos de intentarlo. Buscamos entonces unos asientos confortables y apartados, aunque a esas horas ya no había mucho tránsito de pasajeros. El primer intento de dormir fue fallido, porque nos encontramos con muchos otros viajeros que llegaban a la 1 y las 2 de la madrugada a esperar los vuelos mañaneros de las 5 y las 6 de la mañana. Al contrario que nosotros, que solamente queríamos un techo en el que guarecernos hasta que abriera el tren de cercanías para llevarnos al centro de Barcelona. Mi amigo enseguida se traspuso, pero a mí me fue imposible dormir, así que tablet en mano me dediqué a ver películas y series. Varias. Muchas. Seguidas. Y lo creáis o no, para un seriéfilo como yo, el tiempo pasa muy rápido de este modo.La anécdota de la noche llegaba en torno a las 3 de la madrugada, cuando unos agentes de seguridad nos pidieron la documentación. Al parecer, como el aeropuerto no deja de ser un lugar público, hay muchos sin techo que pasan la noche en las terminales de El Prat. Muchas veces hacen la vista gorda, y en otras ocasiones los desalojan pidiéndoles la identificación y una tarjeta de embarque que obviamente no tienen. En nuestro caso, tal vez tras una semana de viaje ya teníamos aspecto de vagabundos, o quizás el tener las maletas al lado no era suficientemente significativo para los agentes, o simplemente tenían ganas de hablar con alguien. La realidad fue que allí se presentaron, dando las buenas noches, y pidiéndonos el DNI y una tarjeta de embarque. Fue el momento más peliagudo de la noche, porque no encontrábamos las tarjetas de embarque de nuestro vuelo procedente de Polonia. Obviamente, mi amigo se despertó, y entre los dos intentamos localizar las tarjetas de embarque, que no eran más que folios impresos de Ryanair. Como no las encontramos, yo le expliqué la situación a los agentes, que nuestro vuelo había llegado tarde y solamente estábamos esperando al primer tren de cercanías que nos llevara a la ciudad. Fue suficiente. Se fueron y nos dejaron seguir con nuestra noche en vela tirados en el aeropuerto.Ya casi amaneciendo abrió la estación del tren de cercanías y cogimos el primero que salía, para que nos diera tiempo a desayunar y a dar un paseo sin prisas por Barcelona. Lo mejor de todo esto ya ocurrió en la estación de Sants, en el momento de embarcar en el tren que nos llevaba de vuelta a casa. Haciendo cola para subir al tren, el empleado de turno de Renfe me pidió el billete, yo saqué del bolsillo el papel y se lo entregué. Su cara de estupefacción ya me dio mala espina, y sus palabras me lo confirmaron: "Caballero, esto es una tarjeta de embarque de Ryanair".