Publicado por Rober Cerero
La primavera trompetera ya llegó, esta vez sí que sí, y mientras nos despedimos del abrigo para sacar la ropa de entretiempo, nos damos cuenta de las ganas que tenemos de sacar las camisetas sin mangas y los pantalones cortos. Porque la primavera mola, pero el verano mola mucho más: arena, mar, niñas en bikini –y tíos que parecen llevar la parte de abajo de un bikini-, señoras que discuten en sus sillas marca Crespo sobre qué nieta les visita menos –pero que lo olvidan completamente en cuanto empieza la partidita de bingo-, familias enteras con los tupper de sandía y los cubatas de Ballantines, partidos de fútbol en la orilla seguidos de baño al anochecer y de polvos de talco en las ingles a la mañana siguiente… y festivales. Muchos festivales.
Porque los festivales de verano están de moda, como los palos de selfie o lo de compartir en Facebook una publicación que dice que Zara regala 2000 euros si 18724 turolenses le dan a “me gusta” a un vídeo de un avestruz sordomudo cantando por Enrique Iglesias. Pero oye, ¡bendita moda! Esto de que los festivales sean como los aeropuertos –que cada provincia quiere el suyo- es la bomba: nos quedan más cerca de casa, te dan la oportunidad de ver a cientos de grupos, se abaratan los precios… Sólo le veo un problema (además de que, si vas a dos o tres, vas a acabar odiando a Supersubmarina, que van absolutamente a todos): ¿cuál elegir?
Cada uno tendrá sus criterios: line-up, precio, ciudad, quorum de amigos… Pero no siempre es fácil, ¿eh? Hay veces que no sirven estos criterios y es como elegir entre papá y mamá, entre Aladdin y Peter Pan… Simplemente no se puede o, al menos, es muy difícil. Y claro ejemplo de ello son los mastodónticos BBK y NOS Alive (antiguo Optimus Alive): comparten buena parte del cartel, tienen casi los mismos precios, aforo parecido, presencia asegurada de guapos y borrachos guiris, y ambos están suficientemente cerca, o suficientemente lejos, de la mayoría de nosotros. Así pues, repetimos, ¿cuál elegir?
En las siguientes líneas voy a intentar ayudaros, desde una perspectiva subjetivamente objetiva (¡toma ya!) en esta importante decisión (probablemente la más importante desde que tuviste que elegir si te gustaba más el Club Megatrix o el Club Disney). Y para ello voy a desglosar cómo responden cada uno a una serie de criterios, y lo voy a hacer para que no paséis por el suplicio que yo he pasado tres años, comprando entradas de uno, vendiéndolas, comprando de otro… Con la picha hecha un auténtico lío. Pero ojo, no olvidéis que esto, al fin y al cabo, no es más que mi humilde criterio.
¡Vamos allá!
Line-up: como decía, ambos festivales suelen compartir buena parte del cartel, pero no es exactamente el mismo. Así, a falta de muchos nombres por anunciar, el BBK presenta un once titular capitaneado por Muse, Mumford and Sons y The Jesus and Mary Chain, a los que acompañan un grueso de alto nivel: Ben Harper, Disclosure, Alt-J, Of Monsters and Men, Counting Crows, The Cat Empire, James Bay… Y, esperando su momento en el banquillo, algo alejados de los cabezas de cartel pero con calidad de sobra, los ‘resucitados’ Dover y Arizona Baby como representantes patrios, y The Ting Tings, Bleachers, Delorean, Sheppard o Kodaline para hacernos mover el esqueleto.
El NOS, por su parte, si bien comparte la mayoría de estos nombres, cuenta con dos importantes pérdidas, como son Of Monsters and Men y los australianos The Cat Empire, así como al sector español. Sin embargo, se saca un as en la manga trayendo a Prodigy, Metronomy, The Wombats o James Blake.
¿Veis como la cosa estaba difícil? Por ahora, de hecho, la cosa está empatada.
Precio: una vez sumados los gastos de distribución y el camping, opción elegida por la mayoría de asistentes, el BBK sale por 129 €, mientras que el NOS se ‘queda’ en 132. Vaya, seguimos empate, 2-2 (porque no habrá nadie tan tieso que elija el BBK por una diferencia de tres euros, ¿verdad? ¿VERDAD?).
Camping: oh sí, hemos topado con el quid del asunto, con el gol del desempate. Porque cuando vas a gastarte una cantidad importante en un festival de varios días, detallitos tales como dormir más de 3 horas cada noche, hacer caca en un baño que no rebose de caca o ducharte con agua que no venga directamente de donde el buen de Jack murió para salvar a Rose, llegan a ser valorados muy mucho. Seamos realistas, si tienes más de 22 años hay posibilidades reales de que te decidas por un festival por la calidad de su camping. Y aquí, amigos, la diferencia entre BBK y NOS es morrocotuda.
El festival bilbaíno, como la mayoría de festivales de verano, monta un camping ad hoc, es decir, acota un pedazo de terreno e “improvisa” un alojamiento para miles de personas. El problema es que, como suele pasar con estos campings “improvisados”, hay una serie de defectos que se repiten año tras año: baños constantemente sucios, overbooking nivel Benidorm un 3 de agosto, falta de sombra (los que os hayáis ido de camping sabéis que un árbol al lado de tu tienda puede significar dos preciosas horas más de sueño)… Además, el hecho de que esté sobre una colina hace que, cuando llueve, eso parezca el descenso del Sella.
Sin embargo, el NOS se salta a la tolera estos defectos, porque acoge a sus asistentes en el Lisboa Camping, un camping ‘profesional’ de 5 estrellas, abierto todo el año y que durante los días del festival ofrece a miles de jóvenes sombra, espacio de sobra, piscina, baños en buen estado, limpieza constante, zonas de barbacoa, enchufes repartidos por todo el recinto… Es decir, lo suficiente para que el antiguo Optimus se ponga 3-2 en el marcador.
Organización: otro aspecto importante a tener en cuenta, porque a ninguno nos gusta hacer colas eternas ni tener que andar minutadas que se hacen infinitas. Y eso es lo que suele ocurrir en el BBK, donde los autobuses de línea no te acercan lo suficiente al camping (aunque bueno, es el primer día, lo aceptas estoicamente porque tus ganas de festival pueden con eso y con más), y donde tienes que hacer largas colas para esperar a los buses que te llevan al recinto de los conciertos, o para recoger las acreditaciones. ¡Esperar no es bien!
Y el NOS, que ha cogido ya carrerilla, reduce estas esperas de forma notable, repartiendo las carpas de acreditaciones por el camping y la zona de los escenarios, y aumentando la frecuencia de los buses lanzadera entre ambas zonas.
Vaya vaya, parece que estamos a punto de sentenciar, ¡4-2!
Tiempo: aunque sea el último, no deja de ser un criterio importante. ¡No nos olvidemos de que estaremos en verano! Y, bueno, el verano vasco no es precisamente famoso por su sol de justicia y su calor ‘asevillanizao’. Nubes, chubascos, viento y fresquito por la noche no son para nada infrecuentes en el mes de julio en Bilbao.
Del NOS, por su parte, el ‘Times’ inglés dijo literalmente “think Glastonbury with guaranteed sun”, lo que para los de la LOGSE quiere decir: ‘pensad en Glastonbury con sol garantizado’. Porque en Lisboa, en Julio, lo normal es el sol, el calor; el tiempo veraniego que todos imaginamos, vaya. Personalmente, después de tres años yendo al Optimus, puedo decir que nunca he usado ni una sudadera. Y eso es bien. Es muy bien.
Vaya, pues parece que, tras un inicio apretado, el BBK no le ha aguantado el ritmo al NOS, y el resultado queda en un rotundo 5-2. Al final resulta que sí podíamos elegir… Y que, esta vez, elegimos a mamá, ¿no? Pero oye, esto no deja de ser mi opinión, para gustos, las pizzas. Por mi parte, ¡nos vemos en Lisboa!