Beagle, 16-21 de junio 2013

Por Bcmt

La primera parada del viaje no ha sido Lanzarote, como pensé, sino Fuerteventura, por una pura cuestión práctica. Al principio acogí la noticia con algo de frustración, pensando que el interés sería menor. ¡Osada ignorancia! Fuerteventura es una tierra de contrastes tales que estimula toda la gama de la reflexión intelectual.
El viento es fuerte, sobre todo en algunas zonas y parece que pudiera barrer todo el pasado de una persona. Los colores son tan luminosos como oscuros, según la región. A nivel geológico es impresionante, tanto por los diferentes tipos de arena como por las marcas de tiempos ancestrales que han quedado fijados en los picos y montañas. La fauna y flora me ha llegado al alma, incluso cuando lo que puede observarse son unas alfombras crasas rojas que tapizan el suelo volcánico, recordándonos que la naturaleza, por sí misma, es capaz de regenerar la vida en casi cualquier forma de destrucción. De todo ello daré cuenta en el blog de fauna y flora doméstica, porque aquí quiero centrarme en otro tipo de impresiones. Solo terminaré diciendo que las aguas turquesas de Fuerteventura son un espectáculo visual. Creo que podrían curar cualquier enfermedad solo con mirarlas.
   El sonido de esta isla es sobre todo el del mar y el del viento que, al colarse por las piedras porosas de los volcanes, inventa todo tipo de ruidos. También el de la fauna en aquellos sitios donde habita, sean gaviotas, cabras, unos gallos espectaculares pero de grito muy estridente, cabras o camellos. Lo que se escucha no es alemán o castellano con acento canario, sino un sinfín de lenguas que incluyen el italiano, holandés, inglés, francés, griego, hindi, chino… y que se mezclan a esos dialectos creados cuando uno intenta hablar un idioma que desconoce y que denominamos, por ejemplo, spanglish. Se habla medio canario medio italiano, medio alemán medio inglés… y el resultado es una babel paradisiaca donde los hombres no hubieran enfadado a Dios y Él les hubiera dado un modesto don de lenguas para que todos hablaran un poco de cada cosa y poderse entender lo suficiente para comer, beber, divertirse y vivir.  Cada etnia pone su música, y, dentro de ellas, sus estilos: música irlandesa, hard rock inglés, melodías relajantes estilo zen, ritmos repetitivos que recuerdan a Jamaica… es decir, un poco de todo conviviendo en armonía.
   Esta isla despierta intelectualmente dos tipos de reacción: si te adentras en el centro y viajas desde Corralejo hasta la Oliva y desde allí hasta Puerto del Rosario, dejando a la derecha Tindaya y otros parajes completamente estériles, la sensación es de página en blanco.   Si en esas carreteras se pudiera conducir a 120 km/hora uno iría a esa velocidad porque da miedo quedarse allí parado. Produce la impresión de estar completamente solo en el mundo. Pero como la velocidad permitida es de 60-80 km/h estás obligado a atravesar este paisaje lunar despacio. De esa sensación de miedo se avanza hacia una introspección interior que desemboca en una cierta claridad de ideas. Cuando has salido del laberinto de volcanes casi echas de menos la pureza mental que tenías entre ellos.   El segundo tipo de impresión es completamente diferente: la luz blanca, amarilla y azul de la zona norte, ya sea en el Parque de las Dunas, las Grandes Playas o Corralejo mismo. Todo es tan luminoso que la creatividad salta, como un mono, de rama en rama y no hay manera de controlar la avalancha de ideas pero todas, absolutamente todas, son positivas.    Del contraste entre ambas regiones surge un equilibrio perfecto a nivel intelectual y anímico que puede imaginarse como un libro abierto en la primera página donde las líneas se plasman con la fluidez y suavidad con la que aquí el viento inclina las ramas de las palmeras. Pensar, escribir, estudiar… es aquí sencillo y la única pregunta que uno se hace es si merece la pena vivir en otro lugar que no sea como este, donde la Naturaleza te empuje cada mañana hacia delante con tal fuerza que nada, NADA, te pueda frenar. (en unos días subiré las fotos)