A los 24 años se casó, por amor, con Guillermo V de Baviera, "El Piadoso", hijo de Alberto V de Baviera y de Ana, archiduquesa de Austria, príncipes que no habían cedido ante el avance de la herejía. Era Guillermo conocido por su religiosidad y justicia. El matrimonio tuvo 10 hijos a los que la misma Renata educó, contraria a la costumbre del siglo XVI entre los nobles, que era buscar preceptores o internar a los hijos en monasterios cultos. Esta actitud le trajo críticas y habladurías entre la nobleza y el clero, pero ella no hizo caso a los respetos humanos, sino que se esforzó en seguir su criterio: nadie como una madre para enseñar y dar ejemplo. Hay que decir que dio a sus hijos una crianza muy recta y desapegada, insistiendo en el deber, la obediencia y evitando todo consentimiento, y caricia inmerecida. De ella se ha dicho que era como
como la Beata Blanca de Castilla (2 de diciembre), madre de San Luis, rey de Francia (25 de agosto), que prefería ver morir a sus hijos, antes que verlos cometer un pecado mortal. Les educó en la oración, la reverencia al Sacramento, el amor a la confesión y el horror al pecado. Fue muy devota de la Santísima Virgen, devoción que inculcó a sus hijos con oraciones y obras piadosas, todas hechas en nombre de la Madre de Dios. De sus hijos, Maria Ana de Baviera, que sería emperatriz de Hungría, y Felipe, cardenal de Ratisbona, murieron en olor de santidad.
Además de esta labor familiar, atendía a numerosos pobres y enfermos. A poco de casarse, su marido le permitió invitar, cada día, a 12 mujeres pobres a su mesa, con las que comía y a las que socorría en su pobreza o enfermedad. Los padecimientos se cebaron con ella, pues padeció la muerte de cuatro hijos en tierna edad, sufrió la situación del desprecio de su hermano hacia su madre, Cristina de Dinamarca, que murió retirada en Milán, o el casamiento de su hijo Maximiliano con su propia sobrina, Isabel de Lorena, al que intentó oponerse.
Fundó en Múnich el hospital Santa Isabel, y junto con su marido, además, fundó el hospital de Herzog, ambas instituciones existen todavía, la iglesia de San Miguel y el colegio de la Compañía de Jesús. En 1597 su esposo abdicó en favor de su hijo Maximiliano, y se dedicó a la piedad y la meditación con los jesuitas. Renata vivió en Munich sus últimos años, dedicada a los pobres, y viviendo sencillamente, casi como una pobre más. Sostenía las misiones de los Jesuitas en las ciudades y aldeas de Baviera, con gran gozo que se predicase el Evangelio y se enmendaran las costumbres en sus dominios. Cada crónica de los frutos de las misiones la recibía como la mejor noticia del mundo.
Cada día visitaba los hospitales, servía a los enfermos, les ayudaba a bien morir, procuraba sustento a las viudas y los huérfanos, etc. Además, dotaba las iglesias de bellos ornamentos que ella misma cosía y bordaba. Murió el 22 de mayo de 1602, Jueves de la Ascensión, después de una peregrinación a Altötting. Su entierro fue muy sentido y el cadáver venerado por todos, especialmente los pobres. Fue sepultada bajo el altar mayor de la iglesia de San Miguel Munich, donde continuó la veneración que el pueblo llano sentía por ella ya en vida. Primero por su auxilio en vida, luego por su protección desde el cielo. Aunque nunca ha sido beatificada, su memoria se celebra a 22 de mayo en la diócesis y ciudad de Munich.
Fuente:
-Biografía eclesiastica completa. Tomo XXI. D. BASILIO SEBASTIÁN CASTELLANOS DE LOSADA. Madrid, 1924.