Revista Religión

BEATO BERNARDO FRANCISCO DE HOYOS: LA HISTORIA DE UN JOVEN JESUITA EMPRENDEDOR. Javier Burrieza

Por Joseantoniobenito

BEATO BERNARDO FRANCISCO DE HOYOS: LA HISTORIA DE UN JOVEN JESUITA EMPRENDEDOR. Javier Burrieza

Me complace compartir los interesantes artículos del gran historiador y amigo Dr. Javier Burrieza Sánchez.

BEATO BERNARDO FRANCISCO DE HOYOS: LA HISTORIA DE UN JOVEN JESUITA EMPRENDEDOR

FIESTA DEL 29 DE NOVIEMBRE

Una de las vistas de mayor belleza de la provincia de Valladolid es divisar Torrelobatón cuando se está a punto de pasar por la cercana localidad de San Pelayo, viniendo desde el monasterio de La Santa Espina. Como no podía ser de otra forma, la villa viene definida por la fuerte silueta de su castillo de raigambre comunera y por sus iglesias, la de San Pedro ya derrumbada, y la de Santa María, en pleno funcionamiento pastoral como parroquia. La fábrica y ruinas de la primera impresionan desde el camino de entrada y según he podido conocer, su primer derrumbe ocurrió en medio de una tormenta de una tarde del verano de 1933, cuando "un rayo acabó con aquella espadaña asomada a la arboleda del Hornija". En la segunda, la mencionada de Santa María, recibió las aguas bautismales, un 5 de septiembre de 1711, tras haber nacido el 21 de agosto , un niño que era hijo del secretario del Ayuntamiento y que desde ese momento fue llamado Bernardo Francisco, Bernardo Francisco de Hoyos. Quizás este personaje del siglo XVIII, que vivió tan sólo veinticuatro años y que murió tras haber puesto en marcha toda una campaña de expansión de una nueva devoción en España, la del Sagrado Corazón de Jesús, se ha convertido en uno de los aspectos más importantes de la historia de la localidad, por encima de los comuneros —que tienen en su castillo un Centro de Interpretación— o de la propaganda, ya mítica, que a esta villa y su fortaleza proporcionó la película que el estadounidense Anthony Mann dirigió sobre "El Cid" y que protagonizaron Charlton Heston y Sofía Loren. En aquel "film" llegaron a intervenir como extras trescientos cincuenta vecinos de Torrelobatón. Cuando el coche en el que viajamos entra en la localidad, pasando la ermita del Cristo de las Angustias, entonces podemos leer que aquella es la villa del "beato padre Hoyos", título con el que este jesuita fue inscrito en una ceremonia solemne ocurrida en Valladolid, un 18 de abril de 2010. Unos meses antes, los vecinos de Torrelobatón y su Corporación municipal le habían reconocido como "hijo predilecto", en el salón de plenos de su Ayuntamiento y delante de la casa que le vio nacer hace tres siglos. Tras haberse restaurado y ya abierto esta casa natal, y esperando que un nuevo signo permite alcanzar la decisión de la canonización de este jesuita,  tenemos los esfuerzos permanentes de su vicepostulador, el padre Ernesto Postigo, y de la Asociación de Amigos Padre Hoyos.

Los autores clásicos que contaban la vida de alguien ilustre, especialmente distinguido por sus virtudes, ponían énfasis en resaltar sus orígenes familiares. En la de Bernardo Francisco de Hoyos de Torrelobatón no había nobles. A su padre hoy le denominaríamos con la consideración de "funcionario", por ser secretario del Ayuntamiento. Su madre, Francisca de Seña, era definida por su "genio varonil", lo que equivalía a decir que contaba con las virtudes atribuidas a los hombres. Eso, en el siglo XVIII —todavía no paritario aunque con avances en la percepción y la educación de la mujer— se consideraba un beneficio. Con todo, en el día de la muerte de su padre, el Ayuntamiento de Torrelobatón alabó la gestión e integridad de don Manuel de Hoyos. El escritor José Cassani, un jesuita "ilustrado" que se encuentra entre los primeros académicos de la Lengua, criticaba estos "realces inútiles" de los antecedentes nobiliarios de las familias: "los santos sólo conocen por Padre a Dios, y no aprecian ni buscan más patria que la del Cielo". La patria, aunque fuese local, tampoco era inútil —como ocurre actualmente—, aunque algunos la presentasen como un mérito más, no solamente para el santo sino también para aquellos que compartían el paisanaje.

Los hagiógrafos resaltaban el embarazo —casi siempre providencial— y el parto, la infancia y sus juegos, pues todo conducía a una futura vida ejemplar. Narraban que permaneciendo todavía en Torrelobatón, en un popular baile familiar, el niño Bernardo entró en la sala llevando un libro en sus manos. Se subió a un taburete e imitando a los misioneros populares, que eran auténticos personajes reconocidos en aquella sociedad del siglo XVIII, comenzó a leer en un tono solemne, dentro del mencionado libro, un pasaje que había encontrado contra los bailes. Y es que eran éstas una de las costumbres que más combatían los misioneros populares en sus trabajos. Una vez que aquel niño terminó su proclama, el baile cesó. Eran los juegos que enseñaban a hacer un santo tal y como se concebía en aquel siglo. Bernardo tenía que estudiar más allá de las primeras letras y eso no lo podía hacer en Torrelobatón, a lo que se unieron las dificultades familiares para darle licencia de ingreso en la Compañía de Jesús tras la muerte de su padre e incluso un viaje inesperado que hizo a la Corte madrileña. Desde 1726, las localidades jesuíticas de Villagarcía, Medina del Campo y Valladolid serían los escenarios de su corta e inquieta existencia consiguiendo ser sacerdote de la Compañía de Jesús meses antes de su muerte. Torrelobatón, quizás, no se volvió a divisar en su horizonte vital, aunque seguramente siempre recordó la silueta legendaria de su castillo, propia de los juegos y la imaginación de cualquier niño, aunque éste fuese santo. Hoy le recordamos en su fiesta, 29 de noviembre, pues en este día de 1735 murió en el Colegio de San Ignacio de Valladolid, hoy Real Iglesia Parroquial de San Miguel y San Julián. La búsqueda de sus restos permite ilustrar episodios un tanto misteriosos y aventureros. Pero eso lo dejamos para otro día... los más interesante es encontrar en este joven jesuita a un emprendedor, fiado y empeñado en las cosas de Dios, sin límites, siempre sin límites, como sucede con el amor, el amor del Corazón de Jesús.

https://dbe.rah.es/biografias/12106/beato-bernardo-francisco-de-hoyos

Hoyos, Bernardo Francisco de. Torrelobatón (Valladolid), 21.VIII.1711 – Valladolid, 29.XI.1735. Jesuita (SI), propagador de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús y beato.

Su casa natal no se encontraba a muchos kilómetros del noviciado, tan prestigioso, de la Compañía de Jesús en Villagarcía de Campos. Durante su infancia su salud ya no era buena. Las primeras enseñanzas las recibió en su pequeña villa natal, aunque no tardó demasiado en estudiar Gramática Latina en el colegio de Medina del Campo (entre 1721 y 1722), residiendo en casa de su tía; y después en el de Villagarcía (entre 1722 y 1726). Todavía no había entrado en la Compañía de Jesús, pues esta decisión la tomó el 11 de julio de ese último año. Desde el principio, sus devociones se unieron a la fama de importantes experiencias místicas, algunas de ellas comunicadas a su director espiritual, el padre Juan de Loyola. La filosofía la estudió en la casa de Medina del Campo (entre octubre de 1728 y septiembre de 1730), mientras que los años de Teología transcurrieron en el de San Ambrosio de Valladolid. Fue allí, en abril de 1733, donde recibió una carta del también jesuita, el entonces hermano Agustín de Cardaveraz. Necesitaba este último que Hoyos le tradujese, para un sermón que tenía que predicar, las páginas que había escrito el también jesuita Joseph Galliffet sobre la institución de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, incluido dentro de la obra De cultu Sacrosanti Cordes Dei ac Domini Nostri Christi. Aquel encargo condujo al hermano Hoyos a conocer esta obra, creyendo que él debería contribuir todo lo que pudiese a la difusión de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús en España.

El punto de partida se había encontrado en las apariciones que la monja de la Visitación, Margarita María Alacoque, dijo haber tenido entre los años 1673 y 1675. Esta religiosa salesa se confesaba con el rector del colegio de la Compañía de Paray-le-Monial, el jesuita Claudio de La Colombière. Sin embargo, las primeras raíces de esta espiritualidad pueden ser ubicadas en los Ejercicios Espirituales. El padre La Colombière intentó la mayor expansión de esta devoción no solamente a través de su correspondencia y la dirección espiritual, sino también gracias a los sermones. Sus discípulos Jean Galliffet y Jean Croisset continuaron esta labor, teniendo en cuenta que a Alacoque se le había revelado que era a los jesuitas a los que les correspondía llevar a efecto el conocimiento de la misma, prometiendo una serie de bendiciones para aquellos religiosos de esta orden que practicasen la devoción. Ya fueron algunos obispos franceses los que aprobaron la celebración de la festividad del Corazón de Jesús el viernes posterior a la octava del Corpus. A pesar de los esfuerzos, entre ellos los del citado padre Galliffet, la Sagrada Congregación de Ritos no aprobó la existencia de esta fiesta propia.

Fue el día 4 del mes de mayo de 1733 —festividad de la Ascensión— cuando Hoyos diría haber recibido la aparición de Cristo, confirmándole éste que le había escogido para que se empeñara en la difusión de la devoción del Sagrado Corazón de Jesús en España, sucediéndose en los días posteriores otras apariciones. Sin embargo, poco podía hacer un estudiante de Teología en el campo de la predicación, por lo que se sirvió, en aquellos momentos, de dos importantes misioneros populares, el citado Agustín de Cardaveraz y el prestigioso Pedro de Calatayud. Para contar con una obra teórica desde cuyas páginas se pudiese fundamentar la propagación de esta devoción, recurrió a su director espiritual, el mencionado Juan de Loyola, el cual plasmó, además de su contenido, la historia de la misma en las páginas que llevaron como título Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús. En las misiones populares se empezaron a fundar las Congregaciones del Sagrado Corazón de Jesús, presentes en las parroquias. La Monarquía de los Borbones tampoco había que descuidarla, máxime cuando la devoción del Corazón de Jesús se había desarrollado en la Francia de Luis XIV, el abuelo de Felipe V de España, siendo además éste hijo espiritual de los jesuitas que le confesaban.

Cuando en 1734 se publicó la citada obra de Juan de Loyola, financiada por el arzobispo de Burgos, Manuel de Samaniego, se decidió enviar algunos ejemplares al Monarca y a su familia. A través del citado prelado burgalés, se pretendía llegar a los obispos de las diócesis españolas. Con este fin, los distintos prelados se podrían dirigir al Papa, solicitándole la fiesta para España del Sagrado Corazón, a celebrar al terminar la Pascua de Pentecostés, después de la dominica de la Santísima Trinidad y del Jueves del Corpus Christi. En cierta forma se convertía en la culminación de un tiempo litúrgico fuerte, tras la Cuaresma y la Pascua. Dentro de esta estudiada campaña de propaganda de una devoción, se encontraba el envío del Tesoro Escondido a los principales centros religiosos de las ciudades más importantes de España y a los muchos conventos. Además, era necesario escribir una novena para los devotos, desde la cual se preparasen para la celebración de la fiesta principal. En esta tarea se encontraba Bernardo de Hoyos junto con Juan de Loyola, celebrándose aquella primera novena en 1735, en la capilla de la Congregación del colegio de San Ambrosio.

En este proceso también deberemos incluir la imagen, la propagación de una iconografía, que partía desde las estampas del Sagrado Corazón de Jesús. Hoyos se estaba valiendo de los medios modernos para la difusión. Hizo traer de Italia, por ejemplo, las matrices de estas estampas, consiguiendo que después se labrasen en España. Tras la muerte de Hoyos, se continuó la publicística a través de importantes obras, como las escritas por Juan de Loyola, Pedro de Calatayud o Melchor de Peñalosa. A ello contribuirá la existencia de imprentas propias de la Compañía, como la de la Congregación de la Buena Muerte de Valladolid, que pondrán en la calle obras como las Meditaciones del Sagrado Corazón.

Bernardo Francisco de Hoyos, que murió al año siguiente, en 1735, no conoció la culminación de un proceso que se hizo muy largo, entre otras cosas porque se mezcló con la oposición política que se desarrolló contra la Compañía de Jesús y que culminó en España, como en tantos otros lugares, con la expulsión, y en la Iglesia con la extinción efectuada por el papa Clemente XIV. La devoción del Sagrado Corazón de Jesús se convirtió, también, en un elemento de oposición y de ataque a los jesuitas. La espiritualidad ilustrada no podía comprender este entusiasmo, aunque se atacó al proceso, quizás más por el mensajero que por el mensaje.

La vida del que fue considerado "apóstol del Sagrado Corazón de Jesús", de aquel que había recibido la "Gran Promesa", es decir: "Reinaré en España con mayor veneración que en otras partes", fue una existencia breve. Había recibido las distintas órdenes que le convertían en sacerdote el 2 de enero de 1735, en la capilla del palacio episcopal de manos del obispo de Valladolid, Julián Domínguez de Toledo. Cantó misa el día de los Reyes Magos, en la festividad de la Epifanía. Concluidos los estudios de Teología, Bernardo de Hoyos fue enviado al colegio de San Ignacio de Valladolid (antigua Casa Profesa), donde iba a realizar la tercera probación.

Había concluido su mes de Ejercicios Espirituales cuando comenzó a sufrir una grave enfermedad, con altísima temperatura, temiéndose que se tratase de las difundidas fiebres tifoideas. El jesuita, ya sacerdote, murió a los veinticuatro años, en pleno olor de santidad, como se percibía en aquel barroco católico ligeramente ilustrado, siendo enterrado en la iglesia del citado colegio de San Ignacio. Sin duda, el reconocimiento oficial de su santidad en Roma también se vio afectado por la expulsión y extinción de los jesuitas, aunque en 1815 fue cuando Roma concedió la fiesta propia del Corazón de Jesús para España. Antes, en febrero de 1765, Clemente XIII aprobaba la Misa y Oficios propios del Corazón de Jesús, limitada para el reino de Polonia y para la archicofradía de Roma. Tras la concesión a toda España, el 23 de agosto de 1856, el papa Pío IX extendía esta fiesta a la Iglesia universal. En febrero de 1914 se introducía formalmente la causa de beatificación del padre Hoyos en la congregación romana correspondiente y, finalmente, fue beatificado en Valladolid el 18 de abril de 2010.

Obras de ~: Cartas y escritos, en J. de Loyola, Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús, Barcelona, 1735; "Instrucción espiritual para el H. Ignacio Osorio", en E. Rey, Un extenso autógrafo del V. P. Bernardo F. de Hoyos, S. I., Comillas, 1948.

Bibl.: P. de Calatayud, Incendios de amor sagrado y respiración amorosa de las almas devotas con el Corazón de Jesús su enamorado, Murcia, 1734; J. Loyola, Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús, Valladolid, 1734; El Corazón de Jesús descubierto a nuestra España, Valladolid, Alonso del Riego, 1737; Meditaciones del Sagrado Corazón de Jesús para el uso de sus Congregantes y devotos, Valladolid, Imprenta Congregación Buena Muerte, 1739; M. Peñalosa, La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Salamanca, Antonio Villargordo, 1744 (6.ª ed.); J. E. Uriarte, Principios del Reinado del Corazón de Jesús en España, Madrid, Blas María Araque, 1880; J. de Loyola y J. E. Uriarte, Vida del Padre Bernardo de Hoyos, Bilbao, Imprenta del Corazón de Jesús, 1888; G. Ubillos, Vida del Padre Bernardo de Hoyos, Madrid, 1935; "El Padre Bernardo de Hoyos en Villagarcía (1722-1728)", en Villagarcía de Campos. Evocación histórica de un pasado glorioso, Bilbao, El mensajero del Corazón de Jesús, 1952, págs. 93-198; H. Bechard, The Visions of Bernard Francis de Hoyos S. J.: Apostle of the Sacred Heart in Spain, New York, Vantage Press, 1959; Beatif. Et Canon Servi Dei Bernardo Francisco de Hoyos, Positio super virtutibus ex officio critice disposita, Ciudad del Vaticano, 1961; M. Pérez, El poder de los débiles, Bernardo Francisco de Hoyos, Madrid, Editorial del Apostolado de la Oración, 1991; J. N. Tylenda, "Hoyos, Bernardo Francisco de", en Ch. E. O'Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, vol. II, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 1959-1960; F. Cerro Chaves, Venerable Francisco Bernardo de Hoyos. Primer Apóstol del Corazón de Jesús, Burgos, Monte Carmelo, 2002;

J. Burrieza


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