Como Pedro Agustín también es músico toca la flauta, el arpa y canta. Dos de las hijas del rey, María Adelaida y Victoria Luisa, reciben, también el Delfín, clases de música, les canta, toca música para ellos, les enseña a tocar el arpa y les procura todo tipo de diversiones; le adoran. Muy pronto queda viudo, Madeleine ha muerto súbitamente, algunos pensarán después que más pronto de lo que cabía esperar, y habrá sospechas.
En Versalles su posición va mejorando, ha comprado el título de Secretario, que lleva aparejado condición de nobleza. Acumula otros empleos, es Teniente General de las Cacerías Reales. Conoce gente, y comienza a recibir favores, pero también a darlos. Y, no olvida a la familia. Tiene varias hermanas. En 1764, con treinta y dos años, viaja a Madrid para ver a dos de ellas: María Josefa y María Luisa, la segunda, a la que todos llaman Lisette, tiene un novio español.
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Al segundo, aunque tiene méritos sobrados para lucir por sí mismo y su brillo se refleja en las enciclopedias, si se le conoce es, sobre todo, por lo que los demás han escrito sobre él. Nació en Teguise, en la isla de Lanzarote en 1726, pero fue en Madrid donde logró posición. Hombre culto, ilustrado, muy interesado en asuntos de la historia natural, admira a Linneo y al conde de Buffon. Es funcionario de cierto rango en los archivos reales, publica “El pensador” y tiene también la estima y protección de gentes importantes. Vive en el palacio de los Consejos, en la calle Mayor, donde su jefe don Antonio Portugués, regidor honorario de Madrid, caballero de Santiago y muchas otras cosas le tiene cedida una habitación. Se llama José Clavijo Fajardo, y tiene una novia francesa.
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Lisette Carón y José Clavijo se conocieron en la tienda que ella y su hermana mayor tienen en la Carrera de San Jerónimo. Es una tienda de postín frecuentada por señoras de alto copete, donde abunda el buen género que las dos hermanas saben vender muy bien a sus clientas. Como José Clavijo necesitaba mejorar su pronunciación en el idioma de Montesquieu, anduvo buscando entre los residentes en la Villa y Corte franceses con los que practicar el idioma, y así fue cómo conoció a las hermanas Carón y cómo Lisette y José comenzaron una relación, que ya empieza a ser demasiado larga según ella y no tanto según él. Lisette tiene ya 33 años, mantiene relaciones con Clavijo desde hace dos y tiene prisa; además él se lo ha prometido y ella quiere creer a pie juntillas el compromiso dado. Enfadada Lisette se lo cuenta a su hermana mayor, que por carta escribe a Pedro Agustín, ya bien colocado en París, contándole el ultraje padecido por su hermana.
Coincide en el tiempo la intención del financiero Joseph Pâris, conocido como Duverney, de llevar a cabo ciertos negocios en España; y ha contado el ricachón con Beaumarchais, del que tiene buena opinión, pues en el pasado medió en su favor en cierto asunto, para que sea él quien se ocupe de estos negocios en España. Así que Beaumarchais, el hermano de la ofendida, viaja a España en la primavera de 1764. Mas no lo hace solo, le acompaña un amigo bien dispuesto y que conoce España. Le resultará muy útil si las cosas llegaran a ponerse feas, o si hace falta ponérselas feas a los demás.
Cuando Pedro Agustín Carón de Beaumarchais llega a Madrid, visita a sus hermanas, pero sin tardanza decide ocuparse de los asuntos que le traen a España. Se presenta en la casa de Clavijo y lo enreda con buenas palabras, lo adula, recibe lisonjas sobre sus escritos y su labor en “El Pensador”, tantea su carácter. Se entrevistan más veces. Una mañana Beaumarchais acude al domicilio de Clavijo, el amigo que trajo de Francia le acompaña. Bajo amenaza de muerte obliga a Clavijo a firmar una declaración. Dice en ella que Lisette y él mantienen relaciones desde hace tiempo, que él le ha hecho promesas frecuentes de matrimonio y que, sin falta por parte de ella, él, ruin y canalla, ha faltado a tales compromisos, ofreciéndose incondicionalmente a la reparación que la dama desee.
Beaumarchais está decidido. O el canalla se entrega por fin a su hermana o destruirá su reputación hasta conseguir pierda el empleo. Se cree fuerte por el favor que tiene en Versalles de las hijas del rey y busca en Madrid cuantos apoyos puede. En Aranjuez visita al marqués de Osunn, el embajador francés, que allí reside cuando la corte de Carlos III se traslada al Real Sitio; pero el marqués, diplomático, todo buenas palabras, elude cualquier compromiso: ─Mi querido Beaumarchais, olvide el asunto. Son cosas de enamorados. Nada hay que pueda o deba hacerse. Y, tenga presente que Clavijo también cuenta con amigos influyentes.
Y es cierto, Clavijo cuenta a don Antonio la intromisión de Beaumarchais en su habitación, en la casa del propio don Antonio, y cómo para salvar su vida, puesta en peligro por el secuaz que le acompaña, firma la nota ahora en poder del francés.
Palacio de Consejos, hoy sede del Consejo de Estado.
Con la resolución de la que Clavijo carece, don Antonio Portugués, su jefe, con la colaboración de otro de sus empleados toma la iniciativa, idea un contraataque: seis años hace ya, cuando todavía no conocía Clavijo a Lisette, que trabajó en el palacio de Consejos, al servicio de don Antonio y su familia una moza de carácter noble, pero que cuando dejó el trabajo, se dio a la vida que llaman fácil aunque no lo sea. Al marchar quedó en buenos tratos con sus amos. Ahora, como de la moza se sabe que va y viene por calles en las que el gremio al que pertenece se desenvuelve bien no cuesta mucho encontrarla. Se le ofrece un trato. Ella tiene aprecio por don Antonio y del señor Clavijo, al que conoció durante su estancia en el palacio de Consejos, no tiene queja. Acepta pues el negocio y firma una carta en la que afirma que José Clavijo y Fajardo le prometió matrimonio, el cual se verificará al tiempo en el que la prometida lo exija. Firma la moza, y firman, como testigos, don Antonio y su empleado, fechándolo en día y mes dentro del año 1756. Para mayor seguridad han registrado el documento en la Notaría Apostólica y exigido certificado de presentación, de modo que cuando Beuamarchais, en la misma Oficina, trata de registrar la declaración de Clavijo ve cómo su pretensión resulta imposible. Mas no lo ve todo perdido el francés. En cuanto sabe quién es la muchacha del escrito, y puesto que a Pedro Agustín interesa la perdición de Clavijo sobre todo lo demás, se pregunta si será posible forzar el matrimonio del español, del burlador de su hermana, con la antigua criada. La busca, pero insobornable, no sólo rechaza las proposiciones del francés, sino que corre y cuenta a don Antonio lo sucedido.
A estas alturas José Clavijo ha visto a Lisette, no la quiere mal, no le guarda rencor; le ha dicho lo que su hermano ha hecho y que presentará una querella contra él por allanamiento de la vivienda, amenazas de muerte y el robo de varias monedas de oro, de las que el acompañante de Beaumarchais se apropió. Indignadas, las hermanas Carón, advierten al hermano que ceje en su empeño. Lisette dice que todo ha terminado entre José y ella; le ruegan que abandone Madrid, como también se lo pide el marqués de Osunn, que ha sido advertido de que se procederá a su arresto si no abandona España.
A partir de ese momento Beaumarchais parece perder el control de la situación. Son muchas las quejas recibidas, son asuntos menores, es verdad, pero protagonizados por personaje recomendado, molestos: trifulca en los bajos fondos, trampas en el juego; tampoco los asuntos de monsieur Pâris llegan a buen fin. Al fin, se expide orden de arresto. La detención de Beaumarchais sería su fin. Ossunn intercede, habla con el ministro Grimaldi, la orden está dada, es irrevocable, pero si se fuga, si el denunciado abandona España, se hará la vista gorda. ¡Más vale que se vaya!, le dicen. Y se va.
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La historia, un auténtico drama, dejó tan honda impresión en Beaumarchais que, el autor de “El barbero de Sevilla” y “Las bodas de Fígaro”, la dejó reflejada en sus memorias, no como sucedió, sino como él la vivió, y fue más tarde inspiración de su obra “Eugenia”. No fue el único. Unos años después el mismísimo Goethe, paradigma del romanticismo europeo, publicó el drama Clavijo, inspirado en aquellos hechos, de modo, si cabe, más fantástico y “romantico”.
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Clavijo y Beaumarchais, después del tiempo en el que transcurre esta historia, siguieron sus carreras de éxito y reconocimiento: Clavijo continuará su labor en “El Pensador”, traducirá al conde de Buffon, el famoso naturalista francés, y será nombrado director de los Teatros de los Reales Sitios, primero y director del Museo de Ciencias Naturales después. Beaumarchais, fiel a su carácter, compaginará su labor literaria con la de espía al servicio de Luis XV y Luis XVI. Aventurero por naturaleza, su propia vida será digna de los dramas que escribió.