Beber para contarla, de Varios Autores. Selección de Peter Haining

Publicado el 06 mayo 2010 por José Angel Barrueco

Se transita por las páginas de este libro, compendio de Peter Haining, como si uno estuviera emborrachándose en tabernas irlandesas, disfrutando de la solera de las barras de madera y de las risas de los parroquianos. Quien haya visto esa obra maestra de John Ford, El hombre tranquilo, en la que los sacerdotes, los moribundos y los jornaleros aprecian por igual la bebida, las apuestas y las peleas a puñetazos, ya sabe cómo las gastan los irlandeses. Y eso queda reflejado aquí, aunque no todos los textos están a la altura; el problema es que algunos son sólo fragmentos de novelas o de obras de teatro y, cuando eso sucede en una antología, el resultado final se resiente. Pese a la inclusión de dos de los más grandes (James Joyce y Samuel Beckett), me quedo con los textos de Eamonn Sweeney, Shane MacGowan, Bernard MacLaverty y, especialmente, el fragmento teatral de Flann O’Brien, en el que un barman y dos clientes se embriagan tras la hora de cierre en un pub mientras un poli mira para otro lado. Los restantes autores son: William Carleton, Brian Friel, Patrick McCabe, Malachy McCourt, Robert J. Martin y J. M. Synge. El citado MacGowan es el solista principal de una de mis bandas favoritas, The Pogues, grupo que me hizo brincar mucho cuando yo era sólo un muchacho. Y suyo es el siguiente fragmento:
Yo estaba realmente enchufado a la obra de Brendan Behan. Todos lo estábamos, pero yo con más intensidad, era el más puesto. Pienso que me identificaba con él porque yo también tenía un problema acojonante con la bebida, porque me flipaba su obra y porque, joder, era irlandés. Me molaban todos los escritores irlandeses, pero él era el escritor que estaba más en la onda, el más potente, el más popular. Se parecía un poco a Irvine Welsh. Era un escritor que había vivido de verdad, un tío auténtico que formó parte del IRA y había estado en prisión. Me atraía que hubiera estado de verdad en chirona, que no exagerase ni se lo inventase. Eso es lo que realmente me atrae de cualquiera.
Quería crear música pura e intemporal, con la que el tiempo fuese irrelevante, que no pintase nada; una música con la que las generaciones y las décadas fueran irrelevantes. No quería insultar a la inteligencia de las personas y no quería dármelas de puto intelectual. No quería que la música tratase de la angustia y de lo terrible que es estar tumbado en tu cuarto chutándote heroína y toda esa basura. No quería que hablara de lo puta que es la bebida, de lo mala que es, sino que más bien quería hacer una celebración de las drogas, de la bebida y de la vida. Quería festejar el lado oscuro de la vida que tanto disfruto. Me flipan los pubs, las drogas y el sexo. Me fastidió mucho la deriva de los ochenta hacia la apatía y el auge de los músicos que se comportaban como buenos chicos, tipos que nunca habían roto un plato. Quería parar a la gente en donde estuviera y devolverla a tiempos anteriores, atrás, muy atrás, justo antes de los Beatles, antes de Elvis, y empezar por ahí.

[Traducción de varios autores]