En el anterior episodio, dejamos a nuestros pequeños protagonistas entrenando los músculos para dar esos primeros pasos. Con las caderas ya fortalecidas, el siguiente paso se traslada al cuello y a los músculos de la espalda. Es el momento de controlar estos músculos del cuerpo para girar el cuerpo y mirar al cielo.
Pero antes, observemos. Si colocamos al bebé boca abajo, por ejemplo en una toalla en la playa, veremos cómo trata de levantar la cabeza. Su mundo visual se ve reducido a aquello que tiene en frente de sí mismo, y a un pequeño perímetro visual. Y el bebé sabe que hay mucho más. Lo oye. Quiere explorar.
Continúa levantando la cabeza. Pero rápidamente se cansa. La proporción entre su cabeza y el cuerpo aún le impide mantenerse semierguido, aun cuando se apoya tímidamente en los brazos. Su cabeza es demasiado pesada.
Cada bebé marca su propio ritmo de desarrollo motriz. Eso sí, a todos les mueve un único objetivo: participar de este su mundo y explorarlo. Esta es la meta, y el trabajo diario del propio bebé, y la estimulación de los músculos de la espalda de padres en casa y nosotros, educadores, en el jardín de infancia, le ayudarán a poco a poco, conseguir no sólo mantener la cabeza erguida sino también comenzar el giro final.
Es ese momento, mágico, en el que después del trabajo diario, de los llantos ante la imposibilidad de abrir su mundo, el cuerpo del niño gira, gira, gira 180 grados, el mundo se abre ante sus ojos, un mundo que merece la pena explorar; el mundo que pronto hará suyo. Ahora ya no ve sólo la arena y a la familia que está tumbada frente a él. Puede decidir si quiere ver el mar, el cielo, los pájaros, la sombrilla que evita que se dañe su suave piel o las nubes y sus formas. Estímulos visuales para alimentar su desarrollo neuronal. La exploración acaba de comenzar.